Prologo

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Sus ojos grises se llenaron de lágrimas al ver aquella fotografía. Ya habían pasado dos meses.

El duro sentimiento de agonía y dolorosa tristeza prevaleciente en su corazón, hacía acto de presencia nuevamente y con una fuerza aterradora. Atticus escaneó el rostro del chico más alto en el retrato.

Sus profundos ojos color carbón similares a una oscura noche llena de estrellas brillantes. Sus finas cejas delineadas y aquella nariz un tanto grande de la que solían reírse, pero que aun así los hacían ver atractivos. Aquellos labios finos de un suave color rosa que se encontraban curvados en una sonrisa alegre y juguetona tan propia de él. Aquellas orejas llenas de pendientes, que lo hacían ver, de alguna manera, genial.

Soltó una risa rota observando aquel cabello un tanto largo y desordenado que le daba ese aspecto rebelde, y salvaje al mismo tiempo. Y, por último, aquel estilo similar, pero al mismo tiempo, diferente al suyo.

Eran tan iguales y tan diferentes al mismo tiempo. Físicamente, lo único que los diferenciaba del otro eran sus ojos. Puesto que, mientras Scorpius tenía los ojos negros, Atticus los tenía grises. Por lo demás, eran completamente opuestos en cuanto a personalidad, pero desgraciada o afortunadamente, no tanto en gustos. A ellos le gustaban casi las mismas cosas desde siempre. Y, aun así, ambos eran tan unidos como solo un par de gemelos podría serlo, llegando al punto de no poder estar sin él otro en ningún momento.

O así era hasta ese día.

Atticus río nuevamente, mientras el dolor inundaba su pecho y cortaba su respiración. La única que vez se separaron y decidieron no salir juntos, y su hermano terminaba de esa manera.

Era irónico como había acabado todo para su extrovertido gemelo a tan corta edad.

Joder, que tan solo tenían quince años. Eran aún unos críos que aún necesitaban de sus padres para ir a la tienda porque le temían a la extraña chica gótica que atendía.

Y Atticus no lo comprendía, ¿Por qué tuvo que pasarle aquello Scorpius? ¿Por qué su adorado hermano gemelo fue el único que tenía que morirse en aquel accidente de coche? ¡Iban más personas allí! ¿Por qué fue su hermano él único afectado? No es como que quisiera que otras personas murieran, pero le dolía saber que solo Scorpius se había ido.

Un gemido agónico se escapó de sus labios mientras miraba la fotografía. La rabia y el resentimiento se hicieron un hueco en su corazón, el irracional pensamiento guiado por el dolor y la furia llevo a Atticus a tirar todo lo que había. A romper y destruir todo en busca de eliminar aquel dolor, aquella agonía en su interior. Pero desgraciadamente esos sentimientos que tan duramente albergaba en su corazón no desparecían con nada.

Frente a él, había un espejo. Al verse, Atticus no pudo hacer más que enfadarse. Para él, cada espejo era su espejo de Oesed. Puesto que le enseñaban lo que más deseaba su corazón. No era a él a quien veía, sino que a su fallecido hermano Scorpius.

Soltando un grito fúrico, Atticus lanzó una silla contra aquel objeto, el espejo se rompió en pedazos. Atticus detestaba el hecho de recordar a su hermano al hacer algo tan simple y banal como mirarse al espejo. Lo odiaba.

Con su corazón lleno de dolor se dejó caer, el ruido sordo provocado por el golpe de su trasero chocando contra el alfombrado piso resonó en aquella habitación acompañado de agónicos y desgarradores sollozos. Gruesas lágrimas recorrían las mejillas del chico mientras intentaba eliminar aquellos sentimientos, ahora, a base de llantos.

Él perder a su único hermano y mejor amigo, a su gemelo con quien estuvo unido toda su vida y a la única persona que verdaderamente le importaba, fue un duro golpe para Atticus y todos lo notaron, pero nadie hizo nada para ayudarlo.

Todos estaban encerrados en su propio dolor, olvidando que, era él gemelo del fallecido, quien más sufría aquella perdida.

Una pequeña bolsa de plástico que guardaba un polvo en su interior llamó la atención de Atticus. Supo al instante de que se trataba: Cocaína. La droga que solía vender su hermano para ganar dinero para sus caprichos o necesidades.

La decepción lo invadió de pronto mezclado con ese sentimiento de sentirse traicionado. Scorpius le había mentido, él si seguía vendiendo drogas. Y quizás, por eso también había muerto.

Y es que, ¿Quién le aseguraba a Atticus que su hermano no había consumido esa droga antes de morir? Exacto, nadie.

Nadie podría saberlo porque el cuerpo de Scorpius había caído al lago, donde fue el accidente, y no había sido encontrado aún. Lo único que pudieron obtener de él fue una de sus zapatillas.

Tragando en seco y sin saber realmente porque, Atticus lo hizo. Preparó aquella droga tal y como había visto que lo hacían durante las fiestas a las que solía ir con Scorpius y la esnifó.

No era la primera vez que la probaba, pero si la primera vez que deseó hacerlo con tanta fuerza.

— Eres un jodido mentiroso, Scorpius. — insultó, con voz rota y temblorosa por causa del llanto, él menor de los gemelos a su difunto hermano, mientras se miraba así mismo en uno de los cristales rotos del espejo y dejaba que aquella droga hiciera efecto en su organismo.

Se arrepentía de hacerlo, de haberla consumido, pero nadie podía culparlo por intentarlo, por querer distraerse de alguna manera de aquellos sentimientos y recuerdos. Porque lo único que buscaba Atticus era sentirse bien, aunque fuera por unos minutos u horas.

Everett Atticus solo quería volver a ser feliz. Y no le importaba tener que consumir una sustancia nociva para poder sentirse bien.  

Una dulce adicción (#1 GEMELOS EVERETT)Where stories live. Discover now