Nos casamos

1K 65 20
                                    

(Alicia)

-¿A quién se le ocurre casarse sin avisar Lidia?- dije enfadada en la tienda de vestidos.

-Ayer le dije a Carlos que o me casaba mañana por la tarde o no me casaba. El hombre lo ha organizado todo y falta que mi dama de honor tenga un vestido. ¿Qué te parece el blanco?- dijo distraída sacando vestidos al tun tun.

-Le tienes loco, al igual que a todos. ¿Cómo que de blanco? Ese es el color de la novia- le dije atónita.

-No, yo iré de dorado. Vamos el que llevo puesto. ¿Te gusta?- dijo con una sonrisa radiante.

-No entiendo nada. La que no controla bien sus emociones soy yo por el embarazo... Pidamos ayuda a algún empleado.

-Perdone, puede ayudarnos- le dijo Lidia amablemente a una empleada.

La mujer se acercó con una sonrisa hasta nosotras. -¿Qué estáis buscando?

Hablé yo: -Estoy buscando un vestido de dama de honor en el que no se me note mucho la barriguita- dije tocándome el vientre.

Continuó hablando la encargada: -Felicidades. ¿Y cuándo es la boda?- Lidia y yo nos reímos.

-Es hoy. Y como soy la novia quiero que su vestido sea despampanante como si se casara ella. ¿Entiende?- la señora nos miró incrédulas.

-¿Con que presupuesto?- iba a responder yo a la encargada pero Lidia prosiguió con su monólogo.

-No hay presupuesto. Cuanto más caro mejor, nuestros novios son ricos. Y yo voy a necesitar un velo o tocado, pulseritas, lo que le pegue a su vestido...

-¡Lidia por favor!- le reñí.

-¿Quiere que vayan a juego con el vestido de ella?- dijo la encargada señalándome.

-Sí, vayamos a buscar algo- dijo Lidia desapareciendo con la señora que nos estaba atendiendo.

Al cabo de una hora ya había elegido un vestido lavanda preciosísimo. La falda tenía tul, las mangas eran abullonadas y estaban poco tapadas porque no hacía mucho frío.

Lidia había cogido una diadema con cristalitos y una pulsera a conjunto, muy finas. Me daba un poco de envidia no podérmelas poner yo.

Cuando fuimos a pagar ella se adelantó y sacó una tarjeta de las de Andrés.

-¿Cuándo te ha dado él la tarjeta?- dije extrañada.

-Mientras estabas cogiendo el bolso. Me ha dicho que nos gastáramos lo que quisiéramos y que me comprara las joyas que iba a llevar en la celebración.

-¿Por el regalo de boda?- supuse yo.

-Claro- sonrió ella.

-Tía, no me puedo creer que te cases- nos dimos un abrazo.

-Créeme que yo tampoco. Vale, ahora hay que darnos prisa para que nos pinten y nos arreglen el pelo.

-¿Dónde hemos quedado con los estilistas?- pregunté alegre.

-Pues los estilistas van a venir a mi casa. ¡Corre que no nos da tiempo!

(Thomas)

-Qué guapo estás Andrés- le dije colocándole una florecita en la chaqueta del traje junto al pañuelo.

-No me pienso poner corbata el día de nuestra boda así que ni lo pienses- me amenazó con una sonrisa de oreja a oreja.

-Yo no he dicho nada. ¿Cuándo van a venir sus padres?- le pregunté distraído mientras el fotógrafo nos hacía fotos.

Dos AnillosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora