16. Deseo

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Diego

—¡Ya hazlo! —Exclamé desesperado mientras Iker no oprimía el botón.

—¿Estás seguro?, Si fallamos ahora tendremos que esperar cuarenta minutos.

—¡Si! —Oprimió el botón e hizo una mueca, giró la pantalla de la computadora hacia mí, ahora había una cuenta regresiva de cuarenta minutos.

—¿No puede hackear esa cosa? —Pregunté.

—Lo intenté pero no pude.

Tomé el USB y lo guardé en el bolsillo de mi pantalón, luego para intentar despejar mi mente y poder pensar con claridad cuál era la contraseña salí a caminar, y como si el destino nos uniera, vi a Lau en una cafetería sola, desde que la besé ni siquiera nos habíamos visto, me preguntaba si tendría tantas ganas de verme como yo a ella, así que sin estar muy seguro de si era una buena idea, entré en la cafetería que inmediatamente se me hizo familiar, recordé que ahí fue donde la invité justo después de que casi cayera por el puente la primera noche que hablamos.

Cuando entré inmediatamente sentí su mirada sobre mí, sentí vértigo mientras me acercaba a ella —¿Estás sola? —Pregunté, ella asintió con la cabeza, entonces me senté —Ahora ya no.

Sonrió y noté que estaba sonrojada, —No hemos hablado desde... —Dije.

—No debió de haber pasado — Respondió pero su sonrisa se ensanchaba.

—¿No?

—No —Afirmó.

—De acuerdo —Dije travieso y me incliné hacia ella robándole un fugaz beso.

—¡Eso tampoco debió de haber pasado! —Exclamó riendo.

—Pero quieres que vuelva a pasar —Afirmé.

—Tonto —Dijo rodando los ojos y de alguna forma que me haya llamado así me hizo sentir feliz.

—¿Has ido alguna vez al parque de noche? —Le pregunté poniéndome de pie.

—Mmm, no —Respondió frunciendo el ceño y con cierta duda.

—Eso está por cambiar —Le extendí mi mano, mordió su labio y noté que estaba dudando —Por favor, ¿Si?, Prometo comportarme.

Tiró su cabeza hacia atrás, masculló para sí misma —Las locuras que me haces hacer —Y tomó mi mano.

Caminamos hacia el parque, se me ocurrió que ir ahí sería una buena idea porque cuando el cielo estaba despejado como aquella noche, había una vista hermosa y tal vez un poco romántica.

De pronto salió a la luz una parte de mí que ni yo mismo conocía, posiblemente mi instinto paternal —¿Y Omar? —Pregunté con cierta preocupación rompiendo el silencio.

—¿Omar? —Me volteó a ver fijamente.

—Si.

Sonrió —Está con mi madre, algunas veces pienso que ella lo cuida mejor que yo, por si eso te preocupa.

Pasé mi brazo por sus hombros abrazándola y atrayéndola hacia mí —Eres una gran madre.

—Y tu un gran... —Mordió su labio para callarse.

—¿Un gran que?

—Nada —Entonces pasó uno de sus brazos por mi abdomen abrazándome y puso su cabeza sobre mi pecho mientras seguíamos caminando hasta llegar.

Estaba seguro de que había un árbol por el cual era fácil escalar y hasta arriba había una plataforma dónde podíamos sentarnos para ver las estrellas, me costó un poco de trabajo encontrarlo pero finalmente lo logré —Lau, espero traigas zapatos deportivos.

—¿Qué? —Se acercó a mí —¿Para qué?

Le di una palmada al árbol y empecé a trepar —Estas loco, Diego —Exclamó riendo.

—¡Lo sé! —Dije una vez que llegué hasta arriba.

Ella recogió su cabello y empezó a trepar, cuando llegó le extendí mi mano para ayudarla a terminar de subir, quité unas cuantas hojas secas y se sentó a mi lado, era cómodo estar ahí —Ven acá —Dije mientras la jalaba hacia mi y ella se acurrucaba sobre mi hombro.

—¿Te confieso algo? —Dijo suavemente después de un silencio aún con su cabeza sobre mi hombro.

—Si.

—Cuando entraste en la cafetería estaba pensando en ti.

—¿En mí? —Apoyé mi cabeza sobre la suya.

—Si— Soltó una risa —No entiendo cómo pasé de estar en la tranquilidad de una cafetería comiendo una dona a estar arriba de un árbol viendo estrellas.

—Conmigo —Terminé la frase.

Suspiró —Contigo.

La felicidad que sentía en ese momento era inmensa, me sentía pleno, capaz de lo que sea, puse mi mano sobre la de ella y decidido a confesarle que ella misma ya me había dicho toda la verdad hablé. —Lau, igual tengo algo que confesarte.

Me volteó a ver, primero tranquila y luego sus ojos mostraron sorpresa —¡Una estrella fugaz!

—¿Qué?

Señaló el cielo —Una estrella fugaz —Repitió señalándola, me quedé viendo cómo se movía aquél haz de luz a través del cielo, —Pide un deseo.

La miré, su rostro quedó a centímetros del mío —¿Un deseo?

—Si.

Moví un mechón de cabello de su rostro —Un deseo... —Acerqué mi rostro un poco al de ella —Te deseo.

Y sin más, junté mis labios con los de ella, nuestro beso fue igual de fugaz que aquella estrella, pero aún así fue uno de los últimos buenos momentos que tuvimos.

—¿Tú que deseaste? —Pregunté apoyando mi frente sobre la de ella.

—Que tu deseo se hiciera realidad— Respondió con los ojos cerrados.

Esa vez fue ella la que me besó, la suavidad de sus labios sobre los míos era como siempre algo inigualable que no cambiaría por nada, poco a poco me incliné hacia adelante hasta que ella quedó acostada y yo sobre ella, nuestros labios no se despegaron un solo segundo mientras empezaba a acariciar la piel por debajo de su blusa, dejé una estela de besos desde sus labios hasta su cuello, busqué sus manos con la intención de ponerlas a ambos lados de su cabeza, pero al sentir en su dedo el anillo de compromiso, la realidad me golpeó, quedé abrumado por unos segundos y luego me alejé.

—Diego... —Su voz sonó un poco ronca, no quería voltearla a ver porque me dolía —Prometo que lo solucionaré.

Sin decir más escuché como se fue.


Laura

Ya no podía aguantar más aquello, estaba segura de lo que tenía que hacer, hablaría con su madre y le diría que ya no me importaba absolutamente nada y le devolvería el anillo a Iker, decirlo definitivamente era mucho más fácil que hacerlo, pero lo haría, esa misma noche.

Llegué a mi casa y para mi sorpresa la madre de Diego estaba parada frente a la puerta de la mía —Laura, es fácil darse cuenta de que estuviste con mi hijo.

Me tragué mi miedo —Si, lo estuve.

Su expresión cambió, definitivamente no se esperaba que lo confesara dado a que las otras veces lo había negado, pero ya no más —¿Y sabe que?, No planeo dejar de estarlo y tampoco planeo alejarlo de Omar.

—Creí que eras mas inteligente que eso.

—Lo soy, por eso sé que esta es la decisión correcta.

—Espero que comprendas que no puedo permitir que mi hijo este con una —Me barrió con la mirada —Asesina.

—¿Qué? —La voz de Diego sonó a mis espaldas.

Nota de la autora: Comenten sus teorías, prometo leerlas :)

Actualizo a más tardar el miércoles (Aunque si tengo tiempo lo hago antes)

El Secreto de mi VecinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora