18. Amor

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Laura

Todo era demasiado intenso.

Era consciente de las manos de Diego en mi espalda, trazando las curvas de mi cintura, sus labios besando con fiereza los míos mientras yo me aferraba a la poca cordura que me quedaba después de aquellos increíbles besos.

Diego separó sus labios de los míos, su sonrisa estaba más radiante que nunca —No quiero estar lejos de ti nunca más.

Me sonrojé ante sus palabras —Juro por Dios no volverme a alejar de ti, Diego.

Esbozó una sonrisa de lado, de esas que siempre me encantaron —Dios no está aquí —Se levantó del sillón cargándome —Júramelo a mí.

—Te lo juro —Sonrió con satisfacción y una de sus manos fue a mi nunca para mantener mi cuello firme mientras me besaba y encaminaba a mi habitación, abrió la puerta con el pie y dejó de cargarme, ambos de pie, frente a frente, sus labios quedaban a la altura de mi frente donde dejó un beso, luego se apartó y me miró a los ojos con una intensidad que no recordaba haber visto antes, me quedé sin aliento.

Había soñado muchas veces con volver a sentir su mirada sobre la mía, sus labios besando los míos, dormir entre sus brazos, y ahora que por fin estaba volviendo a pasar, no tenía idea de cómo había sobrevivido tantos años sin esos besos, sin estar entre esos fuertes y cálidos brazos, sin esos ojos que me miraban como si fuera la única mujer del planeta, simplemente no tenía idea de como pude haber sobrevivido tantos años sin el amor de mi vida.

Puso detrás de mi oreja un mechón de cabello —Realmente eres tú —Dijo roncamente —Hay muchas cosas que no recuerdo, Lau, y que tal vez nunca recuerde, pero siempre supe que te amé, que te amo y que siempre lo haré.

Mis ojos se llenaron de lágrimas —Y yo a ti —Respondí con un hilo de voz y luego me puse de puntillas para plantar mis labios sobre los suyos, acariciaba mis brazos con las yemas de sus dedos y un escalofrío recorrió mi columna vertebral, llevé mis manos a los botones de su camisa y lentamente fui desabrochando uno por uno, Diego seguía con su mirada cada uno de mis movimientos, cuando terminé, deslicé su camisa por sus hombros hasta que cayó al suelo, volvió a besarme y estrecharme contra él, esa vez pude sentir todos los músculos de su firme abdomen pegado al mío.

Diego tomó el control de la situación cuando me levantó del suelo, enredé mis piernas en sus caderas y caminó hasta que mi espalda chocó contra la pared, dejó una estela de besos desde mi mandíbula hasta mi cuello, solté el primer jadeo cuando succionó el lóbulo de mi oreja, una de sus grandes manos tomaron el borde de mi holgada playera, levanté mis brazos para que me la quitara, luego la arrojó al suelo y sus manos se posaron en mis mejillas, sus labios volvieron a encontrar los míos y mis manos se dirigieron al cierre de su pantalón.

Una vez que su pantalón cayó al suelo él me presionó más contra la pared y en el momento que sentí algo duro frotándose en mi entrepierna, me sentí de nuevo como una adolescente hormonal de 18 años, Diego se deshizo de mis shorts y luego me depositó cuidadosamente sobre el colchón de la cama, sin perder más tiempo se colocó sobre mí, pasó sus manos por debajo de mi espalda y desabrochó mi sujetador, acto seguido deslizó mis bragas por mis piernas dejándome totalmente desnuda sobre la cama, se levantó y con su mirada cargada de amor, deseo y lujuria recorrió todo mi cuerpo.

Sentí el rubor en mis mejillas y él sonrió —Te ves hermosa cuando te sonrojas —Recordé que me mencionó esas mismas palabras en aquella cabaña, cuando nos reconciliamos, sonreí yo también ante el recuerdo.

Sus labios se apoderaron de uno de mis pechos mientras su mano dejaba caricias en el otro, mientras besaba la parte de mi cuerpo que se le antojara, no dejaba de mascullar cuanto me amaba y a pesar de que mi cuerpo estaba lejos de ser perfecto, tenía un poco de sobrepeso y estrías, Diego no paraba de decir lo hermosa que lucía ante sus ojos.

El Secreto de mi VecinaWhere stories live. Discover now