10 Sangre

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Capítulo 10: Sangre

Wendelina dio un paso atrás con la daga en su mano y le hizo un gesto a David que también retrocedió, desenvainando la espada.

—¿Estás listo? —le preguntó ella en un susurro.

David titubeó, pero asintió con la cabeza. Wendelina dio otro paso, esta vez al frente, y revisó la puerta que se abrió sin ningún problema.

—Vamos, con cuidado —ordenó ella entrando a la taberna con David cuidando su espalda.

Las ventanas cerradas y la falta de iluminación interna habrían hecho el lugar inescrutable, de no ser por la mínima luz que entraba por la puerta que habían abierto.

—No veo casi nada —se quejó David.

—Es por aquí, sígueme —pidió ella agudizando el olfato y moviéndose lentamente—. Greta nunca deja la puerta abierta, ten mucho cuidado —agregó en susurros.

—Busca algo con lo que podamos iluminar —encomendó David señalando el lugar donde recordaba que estaban los candelabros.

Wendelina obedeció y buscó las velas sin perder el estado de alarma. David siguió inspeccionando el lugar hasta toparse con un bulto en el suelo que llamó su atención.

—Ven, alumbra aquí, creo que hay algo —pidió él poniendo una rodilla en tierra para inspeccionar.

Wendelina apuró el paso, prendió un candelero y se acercó a David. Iluminó el suelo y ambos se exaltaron al unísono.

—¡Es Jazmín! —exclamó Wendelina dejando la luz en el piso y comenzando a revisarla.

David observó a la joven que yacía en el suelo totalmente dormida y un poco ensangrentada, luego, prestó atención al ligero desorden a su alrededor con la ayuda de la poca luz del candelero.

—Aquí hubo una pelea.

—Luego podremos averiguarlo —respondió Wendelina—. ¡Rápido!, ve a buscar la alforja con mis cosas, está debajo del mostrador, Greta siempre me la guarda allí.

David obedeció al instante. Tomó la luz que había encendido ella y se dirigió a la parte posterior del mostrador, iluminando todo hasta encontrarla.

—¡Apresúrate, por favor! —apuró ella mientras revisaba los signos de la joven tirada.

David le llevó sus cosas y se arrodilló junto al cuerpo, del lado opuesto al que estaba Wendelina.

—¿Estará bien? —preguntó él mientras observaba trabajar a la muchacha.

—Tiene algunos golpes que creo que la dejaron inconsciente, pero nada de mucha gravedad —explicó ella al tiempo que limpiaba la sangre del cuero cabelludo de Jazmín y mezclaba hierbas para usarlas de remedio—. Lo que me gustaría saber es qué ocurrió aquí.

David se levantó y la dejó trabajando sola. Volvió a cerrar la puerta principal con Malthus dentro y se movió por la habitación encendiendo velas y candelabros a su paso.

—¿Está todo bien? —quiso saber Malthus al ver lo que hacía Wendelina.

—No lo sabemos —contestó honestamente David, encogiendo los hombros.

Wendelina terminó las curaciones de Jazmín y llamó la atención de David.

—Noble caballero, ven a ayudarme. Debemos llevarla a su dormitorio.

David cargó a la muchacha junto a Wendelina y la acostaron en la litera de su habitación.

—Creo que se repondrá muy pronto —se alegró Wendelina al ver el estado de Jazmín.

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