19 Volví

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Capítulo 19: Volví

Los vítores por la victoria y la conquista de la villa administrativa empezaron a hacerse presentes en el ambiente. David pudo ver a algunos de los guardias leales a Malthus abrazándose en los pasillos al otro lado de la puerta, festejando.

Lando le extendió su brazo a Malthus para ofrecerle un saludo.

—Felicitaciones, Magistrado —dijo Lando al tiempo que le estrechaba la mano a Malthus.

—Muchas gracias, Lando. Han hecho un excelente trabajo —felicitó Malthus—. Quiero hablar con Laurence para que me informe sobre la batalla y delinear lo que viene.

—Laurence está junto a Sophia inspeccionando todo el complejo buscando algún soldado del rey que pudiera quedar escondido, se asegura de que todos los sectores sean seguros —informó Lando—, cuando termine vendrá aquí para llevarte a tu antigua oficina.

—Mi viejo despacho —Los ojos de Malthus se pusieron un poco vidriosos—, no puedo creer que realmente voy a volver a verlo —reconoció con un nudo en la garganta.

—Disculpen —interrumpió Wendelina—. Si hay algún herido me gustaría que lo trajeran aquí, quiero ayudar —encomendó.

—Eso sería muy útil, muchas gracias, muchacha —respondió Lando regalándole una amplia sonrisa—. Si hay alguien que necesite atención voy a ordenarle que se dirija aquí, contigo —aseguró.

Lando hizo un saludo militar y se retiró de la oficina de Laurence con la promesa de regresar.

A los pocos minutos un soldado tocó a la puerta del cuarto donde se encontraban David, Wendelina y Malthus. La muchacha abrió y lo recibió.

—Lando me ordenó venir aquí, me dijo que me podrían ayudar con esto —dijo el soldado mostrando una larga herida superficial sobre el brazo izquierdo a la altura de los triceps.

—Entra —ordenó Wendelina poniendo manos a la obra, repitiendo el procedimiento que había realizado en la mano de David.

Luego del primer soldado llegó un segundo y luego un tercero; pronto la oficina de Laurence se pareció a un pequeño hospital de campaña, Wendelina tenía a casi media docena de pacientes para atender, pero ninguna herida parecía grave en lo absoluto.

—Creo que no hubo mucha violencia en esta batalla —le comentó ella a David cuando pudo hacerse un espacio.

—Eso es bueno, supongo —acotó David.

—Sin dudas.

La puerta sonó nuevamente y esta vez fue David quien se aprestó a abrirla, uno de los soldados del rey apareció en el marco, sobresaltando al joven.

—¿Qué quiere? —interrogó David con la mano en el pomo de la espada.

El soldado del rey mostró un corte en el costado del pecho.

—Me dijeron que alguien me iba a curar esto —explicó—, y me enviaron a este lugar.

—Sí, pasa —dijo Wendelina desde el fondo de la habitación, dando la orden con un gesto de su mano.

Todos los presentes se dieron vuelta para mirar a la muchacha.

—¿Vas a atenderlo a él? —cuestionó el hombre de Malthus que estaba más cerca de ella.

Wendelina ignoró la pregunta y se dirigió a revisar al soldado del rey.

—No es nada, ponte cómodo y déjame hacerte las curaciones —le ordenó ella luego de inspeccionar el corte de cerca.

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