26 La isla

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Capítulo 26: La isla

David se acercó a un costado del barco para poder sentir mejor la refrescante brisa del enorme estuario en el que navegaban. Les habían dicho que en unas horas llegarían a un puerto de la isla de pescadores y les recomendaron que se mantengan seguros en todo momento.

—Niño, no te acerques tanto a estribor. Ven aquí —ordenó el capitán Rafael desde su puesto en el timonel.

David obedeció y se acercó a sus dos compañeras de viaje junto a la entrada de los camarotes.

—Lo siento, es que esto es increíble. No puedo creer que algo así flote —reconoció David.

—Es un barco. ¿Nunca habías visto uno? —preguntó Sophía con incredulidad.

David negó con la cabeza.

—No es motivo para que te pongas en peligro —recriminó Rafael—. Traes una espada y una armadura. Si te caes, no te sería sencillo flotar y volver a la cubierta.

—Y yo tampoco iré a rescatarte con todo mi equipamiento encima —bromeó Sophía lanzando una risita.

La mujer de figura alargada inspeccionó el lugar y observó la destreza de toda la tripulación en sus tareas.

—Sus hombres parecen muy eficientes, capitán. ¿Alguna vez tuvo un accidente así? —preguntó ella.

—Por supuesto que sí —reconoció Rafael—. Una vez se nos ahogó un pasajero. Era una persona muy importante. Trabajó para un rey y creo que lo habían nombrado magistrado.

Wendelina levantó la vista de uno de sus libros al oír la conversación.

—No estará hablando de Malthus, ¿verdad? —preguntó la muchacha.

—Sí, recuerdo esa historia —exclamó Sophía—. El día que lo revivió la bruja de Piedras altas.

—Así es. Le sopló la boca y le devolvió la vida —recordó Rafael forzando una mueca en el rostro—. Nunca había visto algo tan espeluznante como eso en mi vida.

—¿Bruja? —dudó David con cautela.

—No existe tal cosa, noble caballero —descartó Wendelina con desdén.

—Lo dices porque no fuiste testigo de lo que yo vi —replicó Rafael a Wendelina.

La muchacha resopló por lo bajo y agachó nuevamente la mirada para seguir leyendo el tomo que tenía entre las manos.

—Recuerdo los tiempos cuando la bruja era asistente del rey Seky —dijo el capitán levantando la vista al cielo.

—Un buen rey —añadió Sophía.

—El mejor que yo recuerde —coincidió el capitán Rafael.

—Malthus habla bien de él —reconoció David.

—Hablaba —Corrigió el capitán Rafael—. Fueron grandes personas, ambos —aseguró sonriéndole a sus pasajeros.

—Conociste a Malthus y al rey Seky, ¿verdad? —preguntó Sophía devolviéndole la sonrisa.

—Así es —respondió Rafael—. De hecho, asistí a sus funerales.

David pensó en informarle a Rafael lo que había ocurrido realmente con Malthus, pero midió la situación y concluyó que no debía arriesgar innecesariamente la misión.

Sophía llamó la atención de David y le señaló un lugar en el horizonte. A lo lejos se divisaba la isla de pescadores hacia dónde se dirigían.

Aprendiz de valienteWhere stories live. Discover now