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Despertamos cerca de las dos de la tarde. Abrí mis ojos porque una serie de ruidos cortos y tsk cargados de desesperación perturbaron mi sueño. Seguía en la misma posición en la que dormí, y al incorporarme, mi cuello crujió de la misma forma que lo hacía la madera putrefacta de la cabaña. Pude distinguir la figura menuda de Beomgyu de pie en la cocina; estaba luchando por encender la hornilla, pero aparentemente no había gas.

A mi lado, Yeonjun se removió con ojos entrecerrados y boca semi abierta. No pude evitar meter mi dedo entre sus labios con el único propósito de molestarlo. Él despertó inmediatamente, regalándome una mirada malhumorada y tomándose varios minutos para bostezar y fregar sus ojos.

Yo me enteré de la hora porque el diabólico tic tac del reloj de pared me estaba torturando lentamente.

No había rastros de Taehyun.

Beomgyu soltó un grito ahogado de rabia tras su milésimo intento fallido de cocinar algo, y cuando volvió al salón tenía el ceño fruncido y un puchero en sus labios. Estaba despeinado y de aspecto ceniciento. El crucifijo de plata que cuidaba con tanto recelo colgaba de su cuello delgado, y él no dejaba de sujetarlo entre sus dedos como si estuviese rezando.

Nuestro hyung murmuró algo inentendible y se dirigió al baño de la planta baja, tirando la puerta. En ese momento, Taehyun descendió del segundo piso y nos avisó que tres de las habitaciones ya estaban listas y que se había deshecho del cadáver del gato.

Ni siquiera cuestioné su rapidez, pues sabía que Taehyun siempre estaba un paso delante de nosotros y no sería la primera vez que se levantaba temprano para arreglar algún asunto. Beomgyu le soltó un cariñoso gracias y subió corriendo las escaleras.

—Buenos días, Kai. —me saludó entonces mi mejor amigo.

Yo le sonreí de la misma forma que siempre hacía, él me preguntó por mi calidad de sueño y después mantuvo el silencio mientras se levantaba a rebuscar en su mochila. Cuando vi que sacó una bolsa de pan y frascos de mermelada agradecí a los cielos de tenerlo en mi vida.

Taehyun y yo entramos a la cocina, él abrió las gavetas buscando un cuchillo y cuando finalmente lo encontró dudó por varios segundos si sería prudente usarlo. Lávalo, le dije, pero él me miró como si eso fuese lo más obvio. Abrió el grifo y el primer chorro fue de un color arenoso y sucio, así que dejamos correr la llave un rato hasta que el agua se tornó cristalina. Taehyun no se sentía muy conforme después de lavarlo, así que tomó el encendedor de Yeonjun y quemó el metal por varios segundos.

Yo comí felizmente mi pan con mermelada. No me importaba mucho que eso fuera lo único disponible, y Yeonjun parecía más que complacido al ver que todo estaba yendo de la manera más incómoda posible. Beomgyu nunca estuvo muy feliz.

—Al fin es Halloween. —nos dijo Yeonjun una vez que todos habíamos comido y nos encontrábamos tirados sobre la sucia alfombra.

Estábamos bastante ansiosos por ver qué estaba preparando Yeonjun con tantas ganas, pero todavía era muy temprano y él se negaba a decir algo al respecto, solamente soltando risitas perversas de vez en cuando al pensar en lo que sucedería.

La tercera vez que vi lo mal que estaba Beomgyu fue cuando entré al baño del segundo piso y lo encontré arrodillado en el retrete, con la cabeza hundida en la taza y expulsando el contenido de su estómago. Él sujetaba con fuerza el crucifijo, mirándome con fanales inundados y los labios húmedos y ácidos.

—No me siento bien, Hyuka.

Lo abracé con toda la delicadeza que pude. Ni siquiera sabía qué podría decirle para hacerlo sentir mejor. Él no dejaba de sollozar que se quería ir a casa, pero sabíamos que Yeonjun no se ablandaría hasta que terminase Halloween.

ob.sessed [ s.k ]Where stories live. Discover now