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-Daniel Santos? -escuchó él a sus espaldas, y se giró para mirar quién lo llamaba. Un estudiante le entregaba un sobre. Lo recibió dando las gracias y lo abrió mirando que el remitente era uno de sus profesores; lo estaba citando para una reunión en su oficina en un par de horas.

Tenía libre, así que estuvo allí antes de la hora, y luego abrió su boca asombrado dándose cuenta de que también Esteban había sido citado.

-Qué haces aquí? -reclamó Esteban al verlo. Daniel respiró profundo recordando que también aquí él odiaba que se les viera juntos. Jorge no lo sabía, pero el apartamento que supuestamente compartían, lo habitaba él solo, pues su querido compañero se había ido a vivir a otro lado para que no los vincularan. Le salía más caro, pero él lo prefería así.

-Siento incomodar tu perfecto universo -contestó Daniel-, pero fui citado aquí por el profesor...

-También yo, por eso te pregunto! -gritó Esteban-. No será que...

-Entren -dijo de repente el profesor, asomándose a la puerta e interrumpiéndolos. Daniel y Esteban entraron, encontrando dentro otro sujeto que ellos no conocían. Daniel empezó a sentir cómo los latidos de su corazón empezaban a acelerarse.

-Ya deben imaginarse por qué están aquí -dijo el profesor ofreciéndoles asiento.

-No, realmente -contestó Esteban manteniéndose en pie, cruzándose de brazos y mirando al profesor como miraría un señor feudal a su aldeano más atrevido.

-Entonces tendré que explicarlo desde el principio. Esta persona aquí es Tobias Smulder. Coordinador disciplinario de la facultad-. Daniel sintió la mirada de Esteban, pero se resistió a devolvérsela-. Tenemos entre manos un caso bastante interesante -siguió el profesor recostándose en su silla. Miró a Smulder dándole la palabra.

-Por lo general -siguió el hombre-, esto es breve. La expulsión, y ya está.

-Expulsión? -reclamó Esteban-. De qué mierda están hablando? Qué prueba tienen? Yo no he hecho nada!

-Señor Alcázar -lo detuvo el coordinador-, no le hemos acusado de nada, aún. Y en todo caso, si se va a dirigir a cualquiera de nosotros, tenga el cuidado de usar palabras respetuosas.

-De todos modos, tenemos la prueba -siguió el profesor, poniendo sobre la mesa una carpeta, y sacando de ella un sinnúmero de folders con papeles dentro, que, Daniel supo, eran suyos y de Esteban; todos los trabajos entregados en el último semestre estaban allí.

Daniel sintió un frío recorrerle la espina dorsal, y cerró sus ojos con angustia. Todo había acabado para él.

-Hubo fraude en todas estas entregas -aseveró el profesor-. Uno de ustedes dos ha estado haciendo el trabajo de ambos desde que entraron aquí. Me gustaría que confesasen, y se evitaran todo el proceso disciplinario que tendrá que llevarse a cabo hasta demostrarlo.

-Me está diciendo... -rugió Esteban alzándose sobre el profesor-. Me está llamando estafador o fraudulento o qué mierda? A mí? Sabe acaso quién soy yo?

-No lo sé, ni me interesa -contestó el profesor mirándolo con severidad-. Dado que usted claramente está implicado en este asunto, no me interesan las amenazas que pueda proferir aquí.

-Llamaré a mi abogado!

-Me parece una excelente idea!

-No! -gritó Daniel poniéndose en pie y poniendo una mano en el pecho de Esteban-. Quieres calmarte, por favor?

Dulce Destino - (Saga Dulce No. 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora