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A la mañana siguiente, Amelia se despertó con un agujero en su pecho que nada podría aliviarlo, pero también se despertó con una certeza absoluta: no aceptaría ese papel. Aunque eso no evitaba que se sintiera la peor persona del mundo por no haberlo rechazado directamente.

Seguía pensando que era una oportunidad única, y que, si hubiese sido otra persona, quizás habría pasado por encima suya, pero con Natalia no. Igualmente, tenía que hablar con ella. Tenía que contarle que aquel director pensaba deshacerse de ella en cuanto encontrara a alguien mejor, y también que ella era la primera opción para sustituirla, y que seguía siéndolo. Habían pasado dos días completos desde que Sara le habló sobre la oferta y no tuvo ni una sola oportunidad de hablar con Natalia. Se había pasado aquellos días en un intenso rodaje, y cuando llegaba al piso, la pelirroja o estaba dormida o fuera.

En realidad, tenía la pequeña y egoísta esperanza de que, si Natalia supiera la situación tal y como se lo había contado Sara, querría que si, alguien le quitaba el puesto, al menos fuera su mejor amiga. Pero a quien quería engañar, ella tampoco perdonaría a Natalia si se la jugase así. Necesitaba hablar con ella, pero, ¿sabéis con quien más necesitaba hablar? Exacto, con aquella persona que la había estado apoyando ese último año contra viendo y marea. Necesitaba hablar con Luisita para sentirse mejor persona, porque esa era su novia, aquella persona que conseguía hacerte sentir que valías mucho más de lo que pensabas.

Lo intentó y varias veces, pero no hubo manera. Si ya era difícil cuando vivía en Londres, ahora que en España había una hora más de diferencia, era prácticamente imposible. Para ella eran las ocho de la mañana, pero en España eran las cinco de la tarde y sabía que estaría o en la radio o ayudando en el King's. Pero no sólo ese día, sus horarios eran bastante incompatibles, y cada vez que una tenía tiempo libre para hablar tranquilamente, la otra o estaba trabajando o eran altas horas de ma madrugada. Lo habían intentado, porque no sólo echaban de menos su voz, sino que cada vez que hacían videollamada y se miraban a los labios, por muy inocente que empezara la conversación, siempre aumentaba la temperatura, pero era imposible hacer de algo de sexo telefónico, ya que las posibilidades de ser pilladas por parte de la rubia en su casa eran demasiado altas.

Pero es que ese día ni si quiera le cogió el teléfono, y a Amelia le extrañó porque, aunque no pudiera cogérselo siempre le mandaba un mensaje diciéndoselo, esta vez no si quiera lo hizo. Aunque el nombre de Luisita siempre era la primero que aparecía en su mente nada más despertarse, ese día en lo único en lo que podía pensar era en hablar con su mejor amiga.

Decidió que ya era hora de salir de la cama y afrontar la realidad, sin embargo, lo que encontró al entrar al salón no fue para lo que esperaba. La habitación estaba entera inundada de cajas y la estancia mucho más vacía, y no solo por los objetos que faltaban. Natalia salía de su habitación con una caja en los brazos sin esperarse ver a la ojimiel ahí de pie.

- ¿Te he despertado?

- No, no te preocupes, no podía dormir. Oye, ¿Qué pasa aquí? – dijo frunciendo el ceño mirando a su alrededor.

- Me voy a Nueva York. – dijo sin poder ocultar la sonrisa.

- ¡¿Ya?! – su semblante se volvió totalmente serio. – Pero, ¿te han dicho algo en la compañía de que vayas ya? – preguntó con un rayo de esperanza de que hubieran cambiado de opinión y finalmente quisieran mantener a Natalia.

- No, pero tarde o temprano me tengo que ir y es mejor irme ya para instalarme.

-¿Y ya tienes piso? – y en cuanto lo dijo vio como la sonrisa de la pelirroja se agrandó mucho más.

- Carlos me ha pedido que vaya a vivir con él.

- ¿De verdad? ¿No es muy pronto? Aunque os conocierais de antes no lleváis saliendo más de tres meses.

Nosotras en la LunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora