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Era la noche del día siguiente y Amelia seguía en la terraza con su guitarra tumbada en aquella hamaca. Cuando se dio aquellas caricias y aquellos orgasmos con Luisita ahí mismo, pensó que más tarde serían una bendición para cada vez que se tumbara allí, pero ahora aquellos recuerdos eran más bien una maldición.

No había ido a trabajar, ¿para qué? Ahora nada tenía sentido. Tampoco avisó de que no iba a ir. No quiso hablar con nadie, ni cogió ninguna llamada, aunque los rumores corrían como la pólvora y su circulo más cercano sabía que la rubia había sido vista en el aeropuerto adelantando su vuelo, así que eso no podía ser una buena señal. Tenía como unas diez llamadas perdidas de los productores de la película y otras quinientas de Sara, que presuponía que eran para preguntar porqué no había ido a grabar. Habría apagado el móvil si no fuera porque ella también había dejado unas mil llamadas tanto a Natalia como a Luisita y tenía una pequeña esperanza de que la respondieran. La única persona con la que había hablado aquel día había sido con Margarita, y no porque la señora tuviera que trabajar ahí, de hecho, Amelia le había dado el día libre, sino porque a la mujer le pareció tan extraña la actitud que no quiso irse de la puerta de su casa hasta que la abriera. Podía ser muy insistente. Ella se había ido dando cuenta de lo que había ido pasando, aunque le hubiera advertido a Amelia, poco había por hacer. Así que Margarita simplemente se quedó en la casa para asegurarse de que comía y descansaba bien.

Pero poco pudo hacer para remediar esa melancolía que recorría el cuerpo de la morena. Echaba de menos a demasiadas personas. Echaba de menos a su mejor amiga, a la que había sido durante tantos años su familia. Echaba de menos al amor de su vida, a la que le había enseñado lo que significaba realmente la palabra felicidad. Pero, sobre todo y más importante, se echaba de menos a sí misma. ¿Puede una persona echarse de menos así misma? Porque ella lo hacía. Sabia que Luisita había tenido razón en todos y cada unos de sus reproches, y eso era lo que más le dolía, la razón que llevaba su novia. Su exnovia. Esa definición volvió a clavarse en su interior provocando que volviera a llorar.

Cuando se tranquilizó un poco, se limpió las lágrimas con el lomo de la mano, y cuando la separó, se fijó en aquel dibujo de media luna que llevaba tatuado en el dedo, y aquel dolor en el pecho aumentó. Apretó la mano, como si de esa manera pudiera apretar ese tatuaje, como si así pudiera apretar su mano. Levantó la vista al cielo a sabiendas de que eso iba a agrandar la herida, pero no pudo evitarlo, no sabiendo que la luna estaba ahí arriba y que ellas ya no estaban ahí, sino que cada una estaba en una punta del mundo. Otra vez. Cogió su guitarra y le fue imposible no pensar en aquella canción.

I know you're somewhere out there, somewhere far away (Sé que estás en alguna parte, algún lugar lejano)
I want you back, I want you back (Te quiero de vuelta, te quiero de vuelta)
My neighbors think I'm crazy, but they don't understand (Mis vecinos creen que estoy loca, pero ellos no entienden)
You're all I had, you're all I had (Eres todo lo que tenía, eres todo lo que tenía)

At night, when the stars light up my room I sit by myself (Por la noche, cuanto las estrellas iluminan mi habitacion, me siento ahí sola)


Miró a la luna y le cantó directamente aquel estribillo, como si se lo cantara a ella.


Talking to the moon (Hablándole a la luna)
Trying to get to you (Intentando llegar a ti)
In hopes you're on the other side talking to me too (Con la esperanza de que estés al otro lado hablándome también)
Or am I a fool who sits alone talking to the moon? (¿O soy una tonta que se sienta sola hablándole a la luna?)


Nosotras en la LunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora