Chapter 8: El Reino de los Ciegos

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En el Reino de los Ciegos el Tuerto es el Rey

I am the bo◘e ◘f my ◘wor◘...

El olor a hierro y acero recién forjado invadía sus fosas nasales incluso antes de que su visión comenzara a aclararse. Ni siquiera se molestó en permitir que sus piernas lo sostuvieran, se dejó caer de rodillas. Ni un solo gruñido de dolor escapó de sus labios cuando las cuchillas desgarraron su piel. Su expresión permaneció inmutable mientras miraba el árido y destrozado campo sin fin desde su colina. Los engranajes sobre su cabeza giraban en el cielo contaminado, burlándose de su actual inmovilidad, al tiempo en que simbolizaban su destino y condena.

Hasta donde sus ojos Reforzados pudieran llegar solo había tierra sin vida... tierra sin vida y espadas. Cientos, miles y millones de hojas descansaban como lápidas. Armas empuñadas por grandes hombres y mujeres, por campeones, por asesinos, por bastardos suertudos, caballeros, generales, reyes, emperadores e incluso prostitutas. Cada representante de la humanidad, orgulloso o no, noble o de sangre sucia, ha tocado alguna de las armas presentes. Pero todas tenían algo en común en la colina de espadas: descansaban sin honor, empañadas, contaminadas y ahora empuñadas por alguien cuyo orgullo fue arrojado por el camino, cuya dignidad fue hecha pedazos.

Podía sentir la sed de sangre de Gáe B◘l◘ a la distancia, clamando por una batalla que nunca le llegará. Veía a C◘l◘d◘o◘g, ◘r◘n◘i◘g, Kan◘h◘u, Ba◘u◘a... Sus ojos miraban cada maldita armaque utilizó para destrozarse a sí mismo y sus infantiles ideales, con la que apuñaló su propia ingenuidad hasta hacerla trizas, con la que se ha degradado incluso por debajo de un perro, del esclavo más humilde.

Steel is m◘ bod◘ a◘d f◘re ◘s m◘ bl◘od...

Mirando a la distancia, otra colina entraba en su campo de visión. Podía recordar que, en un pasado lejano, crecía algo de hierba allí, flores incluso. Pero ahora ni siquiera eso, era como cualquier otra, árida y desierta. Lo único diferente era la luz dorada, la antigua fuente de esperanza. ¿Ahora? Ahora era un tormento, un deseo inalcanzable... un recordatorio de su miseria.

Emiya sintió un tirón familiar. Sabía de donde venía. Quería resistir. Una ínfima muestra de rebeldía, algo que le confirme que tiene un mínimo de control. Pero sabía que era inútil, así que cedió. Cedió ante la nueva tortura. Otra iteración, otro escenario teatral en el que debería jugar. Alaya, cuando lo envió a la Guerra, cuando Emiya creyó que era un simple error del sistema, un milagro para deshacerlo todo... Qué infantil. Todo fue para la diversión de la Voluntad de la Humanidad. Humanos. Tan mezquinos, tan malditamente degenerados que incluso su Voluntad Inconsciente de sobrevivir está contaminada.

De seguro Alaya encontró placer en ver la poca esperanza que crecía en su interior cuando ideó su plan de crear una paradoja. Fue, durante todo este maldito tiempo, su bufón personal. Era divertido verlo debitarse entre matar a su ◘◘ del p◘s◘d◘ para ser libre, robar la felicidad de personas que significaron tanto para él, o regresar a su propia tortura personal por el pecado de la ingenuidad. Ese placer sádico de los humanos, encarnado en su deseo de vivir, incluso torturando a quienes son los encargados de limpiar sus malditos desastres.

Y estaba seguro de que la tortura continuaría. Una y otra, y otra, y otra, y otra, y otra, y otra, otra puta vez. ¿Cuál fue su última guerra? ¿Aquel Emiya S◘◘◘o◘ criado como el sucesor del «Magus Killer»? ¿O no? ¿O aquella donde mató a Gilgamesh y fue absorbido por el Grial? ¿O fue su muerte a manos de Heracles? No... lo recordaba. Su memoria era perfecta en esta ocasión.

Pokémon: Zafiro Oxidado Opowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz