Capítulo 38 | Son mis hijos

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GRACE

Cuando Grace salió de madrugada del Caserón, se internó en el bosque y recorrió los seis kilómetros hasta el pueblo de Mystic Hollow a pie, pensó que volver a Chicago sería sencillo. Se equivocaba.

Había tenido que permanecer más de una hora agazapada en un callejón, tranquilizándose, hasta que mitigó el llanto y sus colmillos, sus ojos y su cuerpo volvieron a su estado natural. Solo cuando el cristal de la ventanilla de un coche le devolvió una imagen humana, tranquila, Grace se permitió empezar a pensar qué hacer.

No tenía dinero, ni móvil, ni idea de cómo volver a La Resistencia desde allí.

Anduvo dubitativa por la calle principal de Mystic Hollow, cruzándose con jóvenes como ella que iban al instituto y familias que salían de sus casas a primera hora de la mañana. Grace se encogió en su abrigo y con la mirada gacha, llegó hasta el Café de Holly, el sitio de desayunos donde había estado el día anterior.

Atisbó rápidamente el coche de Connor Blackwood, un Land Rover negro, inmaculado, en mitad del aparcamiento. El maldito vehículo parecía reírse de los humildes habitantes del pueblo y especialmente de ella misma. Sus manos le temblaron y siguiendo un impulso, pinchó sus cuatro ruedas con tan solo un movimiento de los dedos.

El deseo de hacerle algo más, de romperle las ventanillas o rayarlo de arriba abajo, nació en su interior de forma acérrima, pero el sonido de la campanilla de la cafetería la cautivó. Pudo percibir el olor a café recién hecho, huevos y tortitas. El estómago se le encogió. No recordaba la última vez que había comido algo.

Permaneció quieta, dudando. Tuvo miedo a entrar y que alguien pudiese discernir que ella era una intrusa en ese pueblo, una manchada, una híbrida. Tuvo miedo de que la marca que latía en su clavícula pudiese ser percibida de alguna manera. Pero necesitaba ayuda para irse de allí. Necesitaba al menos conseguir el dinero suficiente para un billete de autobús. Tendría que pedirlo y si no la ayudaban, tendría que robarlo.

Si de algo estaba segura Grace, era que en una hora ella ya estaría de camino a Chicago.

Entró en el Café de Holly con toda la seguridad y entereza que fue capaz de reunir. El calor y el olor del local la acogió al instante. No había demasiada gente, no todavía. En apenas unos segundos, sus ojos recorrieron con avidez la estancia. En el fondo, un señor de sesenta años desayunaba solo, leyendo la sección de deportes del periódico. En una mesa junto a él, un padre joven ayudaba a comer a dos niños con uniformes escolares. En la barra, una mujer de aproximadamente treinta o cuarenta años tomaba un café, escribiendo en el móvil. Grace se fijó en que iba demasiado arreglada para ese pueblo.

Siguiendo una intuición, se sentó en la barra, a apenas dos butacas de ella. No pasó por alto que su bolso lo tenía colocado en un asiento vacío, a su lado.

—Aquí tienes, Cassidy —la camarera, una señora rechoncha de sesenta años, dejó sobre la barra el recipiente de lo que Grace supuso que era un pastel.

—Gracias, Holly —la mujer, Cassidy, dejó el móvil y le sonrió a la señora con cierto cariño.

—Espero que le guste a Noah, es el de frambuesa, su preferido —dijo Holly con una cálida sonrisa, colocándolo dentro de una bolsa de papel—. Pero dile a ese hijo tuyo que me visite de vez en cuando, que esta vez no le recriminaré sus travesuras.

—Se lo diré, pero ya sabes que no le gusta venir por aquí —dijo Cassidy con una leve sonrisa.

La mujer cogió el paquete con el pastel y lo colocó a un lado. Grace se fijó mejor en su bolso, abierto. Quizá en un despiste lograría alcanzar con facilidad su cartera. Lo había hecho muchas veces.

Cuando fuiste mía (LA GLIMERA #1)Where stories live. Discover now