Capítulo 3

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Las enredaderas mojadas colgando chocaron contra el hocico de Sol mientras volaba hacia las copas de los árboles. Recordó lo que había aprendido de los Alas Lluviosas sobre volar en la selva tropical y mantuvo las alas juntas. No podía usar su cola para balancearse de los árboles como lo hacían ellos, pero era lo suficientemente pequeña para maniobrar a través de espacios estrechos y virar rápidamente.

  Pero los tres Alas Nocturnas estaban justo detrás de ella, rugiendo enojados.

  «Debería llevarlos de regreso a los túneles con los demás. Gloria necesita saber que no son leales, necesita encerrarlos y vigilarlos».

  «¿Por cuánto tiempo?», Sol dudó. «¿Para siempre? nunca serán dignos de confianza; siempre estarán conspirando para derrocarla. ¿Qué haces con dragones así?».

  Una de sus alas golpeó una rama mientras pasaba volando y una familia de monos saltaron hacia los árboles, aullando y parloteando alarmados. Se giró para mirar hacia atrás y vio un rayo de fuego envolver a uno de los monos mientras los Alas Nocturnas los atacaban, pensando que era ella.

  «No serán tan tontos como para seguirme todo el camino de regreso», se dio cuenta Sol. «incluso si puedo seguir adelante de ellos durante mucho tiempo. No se dejarán atrapar».

  «¿Qué harán en cambio?».

  Ella falló, casi golpeándose a si misma con una rama de árbol gigante, agachándose para evitarlo en el último segundo.

  «Harán el mismo plan, solo que sin mí. Irán a Brasas y le dirán que estamos acá en la selva, donde su ejército puede encontrarnos fácilmente.

  »Necesito esconderme. Necesito pensar».

  Se acurrucó en forma de bola y se arrojó a uno de los árboles frutas de dragón, donde las hojas eran enormes y se superponían unas a otras como escamas. Su impulso casi la llevaba al otro lado, pero fue capaz de lanzar sus garras y engancharse al tronco, chocando su cuerpo contra él. Se quedó paralizada en su lugar, aferrándose a la áspera corteza, esperando que los Alas Nocturnas la hubieran perdido de vista en la oscuridad.

  -¡Por todas las lunas, Robusto! -Feroz maldijo desde algún lugar a la izquierda de Sol-. ¿Cómo pudiste dejarla escapar?

  -Perdón -murmuró su voz.

  -Ella se se fue -dijo Cazador-. Nunca la encontraremos ahora, no sin correr
el riesgo de que un Ala lluviosa nos descubra.

  -Vayamonos de acá -dijo Robusto-, antes de que traiga refuerzos.

  -¡Garras y colas! -siseó Feroz- ¡la necesitábamos!

  -Todavía tenemos información útil para la próxima reina Ala Arenosa -dijo Cazador-. Todos quieren saber dónde están los dragonets. Si nos damos prisa, seremos los únicos que vendemos esa información y no necesitamos a la Ala Arenosa como prueba. Somos Alas Nocturnas; todo el mundo nos cree.

  -Tiene sentido. Vamos -dijo Robusto.

  Y con una ráfaga de aleteos, los dragones se dirigieron hacia el oscuro cielo abierto sobre los árboles.

  Las garras de Sol temblaban por el esfuerzo de quedarse quieta. Ella respiró hondo.

  <<Si vuelvo y se lo digo a los demás, podemos seguirlos. Pero para cuando me escuchen, si es que me escuchan, los  Alas Nocturnas se habrán ido>>.

  Sol estaba acostumbrada a la forma en que sus amigos hablaban de ella todo el tiempo. Si realmente quería ser escuchada, por lo general tenía que llamar la atención de Cieno y él tenía que decir las sugerencias por ella. Lo cual no era justo, ¡tenía buenas ideas! pero sus amigos nunca esperaron que ella tuviera algo útil que decir. Tampoco confiaban en que ella guardara secretos; ni siquiera se lo habían contado cuando estaban planeando escapar de sus guardianes. Todo lo que querían era que ella fuera alegre y solidaria y estuviera de acuerdo con todo lo que querían hacer.

Alas de Fuego: La Noche más Brillante (Reescribiendo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora