Capitulo 11

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Eventualmente, y de alguna manera, Sol se durmió, lo cual ella sabía porque se despertó para encontrar a Flor tirándole suavemente de la cola y Rubor abriendo sus cadenas.

  Se sentó lentamente y estiró las alas, que todavía le dolían por todo el recorrido que hizo en los últimos días.

  —¿Qué está pasando? —le preguntó a Rubor.

  —Ah, pensé que iríamos a dar un paseo—respondió con ironía.

  Sol la miró con los ojos entrecerrados.

   —¿Estás bromeando? ¿o sólo es tu voz? ¿pueden otros dragones saber cuándo estás bromeando? porque no te entiendo.

  Él echó la cabeza hacia atrás y se rió.

  —He oído eso antes —admitió—. Había alguien que solía burlarse de mí por eso. Me dijo que iba a asumir que todo lo que dijera sería una broma, debido a que eso simplificaría las cosas. También puedes hacerlo, si quieres.

  —Está bien —dijo Sol. Rubor no era exactamente el siniestro guardia de la prisión que habría esperado del hermano de Brasas. Aunque a veces era inquietante, prefería su característica extravagancia.

  La última cadena cayó al suelo con estrépito, luego extendió una garra para que Flor pudiera subirse a su espalda de nuevo.

  —Asegúrate de mantenerte alejada de Escarlata —le recordó a Sol, que no necesitaba que le hagan acordar—. Hoy está de muy mal humor.

  —ESCUCHÉ ESO —rugió Escarlata.

  Rubor miró a Sol con los ojos en blanco y se lanzó por el borde. Ella lo siguió, vislumbrando a la reina naranja humeante mientras pasaban rápidamente. Escarlata envió una ráfaga de llamas al aire justo detrás de ellos; Sol sintió el calor crujir a lo largo de las escamas de su cola y vio a Flor presionarse más cerca de la espalda de Rubor.

  Afuera, era temprano en la mañana, y se dió cuenta de que apenas amanecía.

  «Rubor no me dejó encerrada por mucho tiempo; ni siquiera esperó hasta el mediodía para venir a buscarme. Tal vez sea secretamente más amable de lo que quiere que piense».

  La luz atravesaba el patio y pequeños pájaros marrones saltaban a lo largo de la parte superior de las paredes, chismorreando alegremente. El aire olía a lagartijas asándose y la arena aún estaba fría bajo sus garras mientras seguía a Ardor hasta un arco a la izquierda.

  —¿A dónde vamos? —ella preguntó.

  —He estado investigando un misterio durante los últimos veinte años —dijo Rubor—. De vez en cuando les pregunto a otros dragones qué piensan. Invariablemente, me decepcionan. Pero pareces inusual, más inusual que la mayoría, así que pensé que lo volvería a intentar. Siempre ilusionado, así soy yo.

  —¿Veinte años? —Sol dijo—. Espero que no sea un misterio muy urgente.

  Rubor se rió entre dientes y dijo: —Bueno, más bien lo es. Sin embargo, ha sido absolutamente imposible resolverlo.

  Abrió el camino a través de una sala lleno de pilares, tallados con remolinos que parecían colas de dragón, y entró en un largo pasillo bordeado de relucientes baldosas de color óxido en un patrón en espiral. Sol rozó una de las baldosas con su ala, creyendo que era la primera cosa hermosa que había visto en el palacio.

  El pasillo se inclinó hacia abajo, hacia abajo y más abajo hasta que Sol estuvo segura de que estaban bajo tierra, y finalmente terminó en una habitación con cuatro puertas cerradas.

Alas de Fuego: La Noche más Brillante (Reescribiendo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora