━━xliii. no es tu culpa

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—Ah señorita Black — dijo Dumbledore con voz queda

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—Ah señorita Black — dijo Dumbledore con voz queda. — Adelante, supongo que te alegrará saber que ninguno de tus amigos sufrirá secuelas por lo ocurrido esta noche.

Alya intentó decir: «Estupendo», pero por su boca no salió ningún sonido.

—La señora Pomfrey está curándolos —añadió Dumbledore—. Es posible que tu prima, Nymphadora Tonks tenga que pasar un tiempo en San Mungo, pero todo indica que se recuperará por completo.

Alya se contentó con asentir con la cabeza mientras contemplaba la alfombra, cada vez más clara a medida que el cielo se iluminaba.

—Sé cómo te sientes, Alya —afirmó Dumbledore con serenidad.

—No, no lo sabe —negó ella con un tono de voz inusitadamente impetuoso, pues la ira estaba acumulándose en su interior. Dumbledore no sabía nada sobre sus sentimientos.

—No deberías avergonzarte de lo que sientes, Alya —oyó que decía Dumbledore—. Más bien al contrario. El hecho de que puedas sentir un dolor como ése es tu mayor fortaleza.

Alya notaba que las llamas de la ira la quemaban por dentro: ardían en aquel terrible vacío y avivaban su deseo de hacer daño al director por su serenidad y sus huecas palabras.

—¿Mi mayor fortaleza? —repitió Alya con voz temblorosa —Usted no tiene ni idea, usted no sabe...

—¿Qué es lo que no sé? —le preguntó Dumbledore con calma.

Aquello fue demasiado. Alya se volvió temblando de rabia.

—No quiero hablar de cómo me siento, ¿está bien?

— Ese dolor significa que eres un ser humano.

—¡PUES ENTONCES NO QUIERO SER UN SER HUMANO! —rugió Alya.

Y agarró el delicado instrumento de plata de la mesita de patas finas que tenía a su lado y lo lanzó hacia el otro extremo de la habitación; el instrumento se hizo mil pedazos al estrellarse contra la pared. Varios retratos soltaron gritos de enfado y miedo, y el de Armando Dippet exclamó: «¡Francamente...!»

—¡NO ME IMPORTA! —les gritó Alya, y luego tomó un lunascopio y lo arrojó a la chimenea—. ¡ESTOY HARTA, YA HE VISTO SUFICIENTE, QUIERO TERMINAR CON ESTO, QUIERO SALIR, YA NO ME IMPORTA...!

—Sí te importa —sentenció Dumbledore. Ni había pestañeado ni había hecho el más mínimo movimiento para impedir que Alya destrozara su despacho. La expresión de su rostro era tranquila, casi indiferente—. Te importa tanto que tienes la sensación de que vas a desangrarte de dolor.

—¡NO! —gritó Alya, tan fuerte que creyó que se le desgarraría la garganta, y le entraron ganas de abalanzarse sobre Dumbledore y destrozarlo a él también; de arañar su anciana y tranquila cara, zarandearlo, herirlo, hacerle sentir una milésima parte del horror que sentía ella.

SERENDIPITY ↠ HARRY POTTERWhere stories live. Discover now