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Los focos hacían de estrellas, el pequeño escenario de estadio y el corazón de ChanYeol de bomba nuclear

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Los focos hacían de estrellas, el pequeño escenario de estadio y el corazón de ChanYeol de bomba nuclear. Estaba a punto de estallar, de sellar el tembleque de sus manos y el sudor frío que recorría su columna vertebral de sopetón.

— Yo... — musitó, rojo como un tomate.

El silencio se rompió, la galaxia desapareció y ambos volvieron a a aterrizar en la realidad, dándose de bruces con ese maldito silencio, el mismo silencio que ChanYeol rompió; un silencio serpenteante, calmado, sosegado pero, al mismo tiempo, un silencio certero.

El universo se rasgó con el ir y venir de las trémulas manos del chico, quien se propuso ir a guardar la guitarra torpemente, consiguiendo enredarse con los cables de sonido.

— Siento haberte molestado o incomodado — balbuceó, enredándose aún más entre las lianas de plástico que estaban conectadas a la caja de sonidos —. En serio... De verdad que no era mi intención. Para nada — añadió.

Las orejas de ChanYeol estaban rojas y, avergonzado, se abrazó a sí mismo mientras proseguía con su batalla por salir vivo de entre los cables, siendo bastante consciente de que Haruka lo estaba observando en silencio.

Por otra parte, aún sorprendida, Haruka parpadeó. De forma paulatina, sus ojos fueron decorados por un sutil corpúsculo brillante, similar a un fulgor esperanzador.

Con cautela, dejó que su mano derecha reposara sobre su mejilla izquierda, la misma que ardía con ferocidad, y entreabrió los labios, con miles de pensamientos azotando su mente; desde luego, no se esperaba aquello, para nada.

Haruka se abrazó a sus rodillas con ambos brazos y apoyó los codos sobre las zapatillas negras que llevaba aquel día. Suspiró y frunció los labios, absorta en sus propios raciocinios. Su cabello, castaño, largo y liso, brilló bajo los haces de luz.

Se levantó poco a poco, entre el silencio, y se acercó a ChanYeol.

— Lo siento... — volvió a decir, esta vez en forma de un susurro apenas audible; parecía que se hubiera tragado un nudo enorme o que estuviera a punto de llorar — No sé por qué lo he hecho...

— ¿Por qué me pides perdón? ¿Acaso te arrepientes? — preguntó, en el mismo tono de voz que ChanYeol; ahí estaba ese silencio que todos escuchaban menos ellos dos.

— ¡Woah!

ChanYeol alzó los bazos, sorprendido por la cercanía de la chica, quien le dedicaba una tímida sonrisa, seria y triste.

No supo qué era lo que debía hacer, y fue por eso que intentó rascarse la nuca, nervioso como estaba, aunque lo único que consiguió fue enredarse aún más entre los cables y terminar cayendo sobre Haruka.

— ¡Perdón! — exclamó con las mejillas ardiendo; le costaba mundos no sentirse avergonzado por la situación —. Lo siento, lo siento...

Ella negó con la cabeza.

— No te preocupes — musitó con tristeza.

— ¿Ocurre algo?

Haciendo ademán de todos sus esfuerzos, el chico intentó buscar las manos de la chica entre el manojo de cables entre los que se encontraban.

— Haruka... — musitó, acariciando la barbilla de la chica y levantándola con sutileza; estaba a punto de llorar — ¿Acaso he hecho alguna cosa mal?

Ella negó con la cabeza, apresurándose a sorberse la nariz con el propósito de no llorar.

— ¿Me lo prometes?

Silencio.

— ¿Haruka? — ladeó la cabeza. Mechones azabaches resbalaron a lo largo de sus orejas grandes, brillando bajo la luz artificial.

La chica lo miró a los ojos, y fue en ese preciso instante en el que ambas pupilas volvieron a encontrarse, y el silencio retornó a cobrar su comodidad natural.

— ¿De verdad?

ChanYeol alzó una ceja, confuso. Ella rompió el contacto visual y, tímidamente, intentó apartarse de él, cosa que no consiguió hacer debido al nudo que se había formado entre ellos dos.

— ¿De verdad has escrito eso para mí? — dijo al fin, agarrando una buena bocanada de aire mientras se limitaba a observar las suelas de sus zapatos oscuros.

Los ojos negros de ChanYeol se posaron sobre la chica que se encontraba delante de él; más baja que él pero alta para el promedio, de cabellos castaños oscuros y largos y enormes ojos, de pestañas largas, de un sutil almendrado chocolate que lo volvían loco.

Sus manos eran esbeltas, pálidas como todo su cuerpo, y sus labios delgados se sellaban con un pequeño lunar en la comisura.

¿Cómo no iba a escribir algo así para una chica como aquella?

— Pues claro que sí — respondió con una convicción que ni él mismo sabía de dónde había sacado —. Todo lo que he dicho es verdad, Haruka — inspiró con profundidad antes de añadir, rápidamente:—. Y también lo que dije en la fiesta de SeHun.

— Lo de la...

— Te quiero, Haruka — ChanYeol logró que sus miradas conectaran; negro y castaño, pasión y timidez, agua y fuego, amor con desesperanza —. Y creo — sacudió la cabeza— No. Estoy seguro — sonrió de lado y fijó su mirada en ella —. De que me he enamorado de ti perdidamente.

— Pero...

— Mi hermana dice que esto nunca debería preguntarse pero... ¿Puedo? — los ojos de ChanYeol relucían, llenos de vivacidad.

Fue en ese entonces cuando Haruka supo que sus sentimientos eran sinceros y, pese al miedo, asintió con la cabeza.

Si era por ChanYeol, estaba dispuesta a volver a sufrir. Quizás siquiera pensó en aquello, pero estaba convencida de lo que quería.

En ese mismo instante, el chico, aún enredado entre los cables de sonido, acercó sus labios a los de Haruka, tiernos y carnosos, sellando sus palabras y melodías con un beso que podía llegar a encender la guitarra; enérgico, suave, sutil, dulce...

— ¿Sabes? — le susurró al oído —. Me he imaginado miles de veces esta escena en mi cabeza y siempre supe que tus labios eran como estrellas — sonrió, gesto que logró contagiar a la muchacha —. Pero nunca pensé que iba a ser tan perfecto, pese a estar así — señaló los cables y dejó escapar una pequeña risita nerviosa —. Y hoy he descubierto que las estrellas saben a cerezas.

cheri ~ p. c. yWhere stories live. Discover now