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— ¡ChanYeol!

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— ¡ChanYeol!

Giró el torso de forma dramática, dejando que su cabello danzara al son del viento de inicios de noviembre.

Las ventanas abiertas daban paso al sol, cálido y acogedor.

Los ojos del chico, castaños y dulces, brillaron bajo el sol. Un haz de luz artificial cruzó dentro de las perlas de su emoción, y sus pestañas, largas y negras, blandieron sus espadas al ceder ante la presión de la sonrisa.

¿Y qué más podía hacer? Verla era como ver nacer el sol, como ver el mecer de las hojas secas, como escuchar a sus padres murmurarse palabras de amor eterno, a pesar del tiempo, a pesar de la monotonía...

Haruka corría. Se acercaba a él de forma apresurada.

Sus pies, cubiertos por unas zapatillas desgastadas, tropezaban con las baldosas del suelo, de un blanco sucio que el conserje no se esmeraba en limpiar.

       El pelo de la chica, suave y frágil, se mezclaba con la polvareda brillante que el sol levantaba, y sus ojos grandes, la ventana de su alma, relucían, ilusionados.

Las mejillas de ChanYeol se tiñeron de un rosado chillón. Y fue entonces cuando todo lo que lo rodeaba desapareció; los alumnos se habían volatilizado, los exámenes parecían haber perdido importancia y, lo que antes era un pasillo concurrido, ahora estaba completamente vacío.

Ella y él.
Solamente ella y él.
Únicamente ellos dos, solos. Los dos.

Y nunca antes tres palabras le habían sonado tan bien juntas, unidas por una conjunción que pendía del hilo del destino.

ChanYeol extendió sus brazos, largos y esbeltos. Quería protegerla, quería abrazarla y cerciorarse de que aquello era real, de que no iba a desaparecer.

Haruka ensanchó su sonrisa y se abalanzó contra él. Los rayos del sol hacían divertidos juegos de luces sobre su pelo, y fue entonces cuando el chico sintió cómo su corazón se calentaba, bombeaba sangre; se sintió vivo por primera vez en mucho tiempo.

Con los ojos entrecerrados, tomó una buena bocanada de aire y acercó su mandíbula a la cabeza de ella.

Sus brazos la atraparon al vuelo, dio una pequeña vuelta sobre sus pies e hizo el intento de atrapar su esencia, su aroma.

— Haruka...


( 🌸 )


Oh SeHun estaba de mal humor; la fiesta no había ido tal y como esperaba, y que los planes no surgieran como él quería lo sacaba de quicio.

Después de todo, su vida era tal y como había sido establecida: estudiaba en una buena universidad, vivía en un piso que sus padres pagaban y vestía la ropa que a él le gustaba. El dinero no le preocupaba, y la comida era lo menos importante; sus padres sabían que era un chico descuidado, y todos aquellos mimos innecesarios habían conseguido generar este gran sentimiento de dependencia en él.

Anduvía a lo largo de los pasillos de la universidad con la mirada perdida, sin fijarse en lo que estaba haciendo.

Su corazón estaba perdido. La brújula natural de su cuerpo se había desestabilizado, y ni siquiera Vivi era capaz de decirle qué debía hacer.

— ¿Qué es lo que me pasa?— le había confesado la noche anterior tras encerrarse en su cuarto. Pese a no haber probado ni una sola gota de soju, SeHun se sentía igual de desorientado que cuando estaba borracho —. ¿Por qué? — apretó la mandíbula, sin ser capaz de sostenerle la mirada a su dulce perrita, quien ladeó la cabeza, sin entender a qué se refería.

— Buenos días — de repente, sus dudas parecieron evaporarse.

Alzó la cabeza y parpadeó un par de veces, clavando sus pupilas en las dos chicas que habían acabado de aparecer frente a él.

— ¿Cómo fue el día de limpieza? — Soo-Ok dejó escapar un par de carcajadas divertidas que parecieron contagiar a Haruka —. Cinco chicos con resaca en un apartamento lleno de sobras de pollo frito... — dejó escapar un suspiro exagerado — No es lo que mi madre consideraría como una situación idónea.

— Ayudaron más de lo que crees — SeHun miró a Haruka y esbozó una pequeña sonrisa.

¿Acaso su brújula había encontrado el norte?

( 🌸 )

– ¿Así que te has dormido en clase? — BaekHyun chasqueó la lengua.

Con los codos sobre la mesa, ladeó la cabeza y dejó escapar una carcajada maliciosa.

— Eres lo que no hay.

ChanYeol bufó con molestia.

— No lo entiendo — farfulló, haciendo círculos sobre la mesa con el dedo índice mientras. Desde la lejanía, observaba los dulces del escaparate de la cafetería de la universidad —. No es la primera vez que voy a clase sin dormir — se rascó la nuca, aún con la mirada perdida.

— Ese es el efecto del alcohol — BaekHyun ensanchó su sonrisa. Alzó el mentón, intentando que su campo de visión coincidiera con el de su amigo.

— Tampoco bebí tanto...

BaekHyun alzó una ceja e hizo bailar la yema de su pulgar sobre la mesa.

— ¿Quieres que te vuelva a enseñar el vídeo?

ChanYeol giró la cabeza de forma brusca. Lo fulminó con la mirada para, acto seguido, ocultar la cabeza bajo sus brazos.

— Es horrible... No creo que pueda volver a mirarle a la cara.

— No es para tanto.

— ¿Cómo que no? — le espetó, conectando ambos de sus ojos.

BaekHyun alzó las manos en señal de inocencia e hizo ver que le costaba tragar la saliva.

— Estoy acabado. Soy un desastre...

— Bueno — se encogió de hombros, ladeando la cabeza. Su cabello rosa chicle estaba revuelto, pero justamente aquello era lo que le otorgaba aquel halo juguetón y atractivo que tanto lo caracterizaba —. Piensa en positivo; al menos has podido decirle lo que sientes.

Las mejillas de ChanYeol se tiñeron de rojo.

— No me gusta.

— Un cuerno — los ojos de BaekHyun destellaron a contraluz. Parecían tristes, pero su sonrisa indicaba lo contrario; ChanYeol decidió pasar ese detalle por alto —. Si me acabas de decir que has soñado con ella en clase.

– Eso no tiene nada que ver — farfulló, rojo de pies a cabeza. Infló los carrillos —. ¿Te parece si te invito a unos churros? — dijo, para cambiar de tema.

— Me encanta que me conozcas tan bien —. BaekHyun achicó los ojos al sonreír.

ChanYeol se levantó y se acercó al mostrador para pedir. Fue entonces cuando BaekHyun soltó un suspiro, se revolvió el pelo y dejó caer la espalda contra la silla, intentando esconder sus sentimientos.

cheri ~ p. c. yWhere stories live. Discover now