Cuarenta y Uno

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Gerard fue el primero en despertar al escuchar golpes suaves en la puerta que no pudieron despertar al castaño, quien parecía muerto; había caído profundamente apenas tocó la cama.

«Te odio...». Pensó al verlo dormir tan a gusto, mientras que él casi no pudo descansar porque estaba muriendo de frío; el aire acondicionado estaba al máximo y el desconsiderado de Frank se agarró casi todo el cobertor para él, enrollándose completamente en él como una oruga, mientras que el pobre pelirrojo sólo tenía un pedacito para cubrirse.

Se volvieron a escuchar golpes en la puerta, por lo que esta vez el menor se asustó, y ya que no sentía la más mínima lástima por el tatuado empezó a sacudirlo para despertarlo, a fin de cuentas, ÉL era la VÍCTIMA del grave caso de expropiación del cobertor, ¿Por qué debería sentir pena?

Frank despertó... O algo así; no había abierto los ojos y más bien seguía medio dormido, de modo que si lo dejaban en paz no tendría ningún problema en seguir durmiendo.

— ¿Qué mierda te sucede, Gerard? — Habló con voz congestionada. — ¿Por qué empiezas a joder tan temprano?

— ¿No escuchas que-? — Fue interrumpido cuando la puerta se abrió, acto que provocó que Frank se obligase a sí mismo a abrir los ojos.

— ¿Están decentes? — Se escuchó la voz de Linda junto con una risita cómplice.

A Gerard le pareció una gran ironía que no esperara ni dos segundos para entrar como perro por su casa, lo cual evidenciaba que no le importaba si estaban "decentes" o no, sin embargo, no podía enojarse con ella, pues les estaba llevando el desayuno a la cama.

Frank, por otra parte, se escondió debajo del cobertor y empezó a quejarse, soltando maldiciones en susurros que sólo el pelirrojo podía escuchar; todas en contra de su madre y su manía de invadir su privacidad entrando a su habitación así como si nada, cosa que también hacía cuando él era adolescente.

— Déjeme ayudarla, señora Iero... — Gerard quiso levantarse de la cama y ayudarla, pues la bandeja se veía pesada.

— Oh no, cariño. Estoy bien. — Ella le sonríe dulcemente, se acerca y pone la bandeja sobre su regazo. — ¿Y por qué sigues llamándome "señora Iero"? Mi único yerno que puede llamarme así es Zhang, no se siente cómodo si no se dirige con formalidad a los mayores...

— Es sólo que aún no me adapto... Lo siento, Linda. — Rió apenado. — El desayuno se ve delicioso, gracias.

La madre de Frank había preparado una comida sustanciosa para el desayuno; Gerard se sentía abrumado porque aunque el contenido de la bandeja era para ellos dos, aún parecía demasiado. Había un plato lleno de mini-croissants, otro con huevos revueltos, salchichas y jamón ahumado, un tazón de frutas, dos tazas de café y dos vasos de jugo de naranja.

— ¿Sabes lo innecesario que es esto, Linda? — Discute su hijo, saliendo de debajo de las mantas para sentarse apoyando su espalda en la almohada, exponiendo su torso desnudo y su cabello revuelto. — Sé que quieres ser súper dulce con nosotros y todo lo demás, pero si querías hacer algo realmente bueno, debiste dejarnos dormir hasta la hora que nos diera la gana.

— Siempre tienes que estarte quejando, bambino ingrato. — Replicó. — Aprende de tu novio; él es educado, dio las gracias y ahora está comiendo muy bien. — Gerard sonrió, mientras seguía devorando todo sin esperar por Frank.

— El desayuno está muy rico, señ-Linda. — Se corrigió y sonrió apenado.

— Sigue comiendo, angioletto. — Extendió la mano y acarició con cariño sus mechones rojos. — Hoy nos espera un día lleno de actividades.

The Perfect Pet ; FrerardDonde viven las historias. Descúbrelo ahora