Siete

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Las semanas transcurrieron y la relación entre Gerard y Frank no había cambiado mucho, o mejor dicho, no había cambiado nada.

No hablaban mucho; Gerard sólo estaba en aquella casa para cumplir las fantasías del excéntrico fetichista y nada más que eso. Y no le molestaba en lo absoluto. Cuando se sentía abrumado, se debía a las ocasiones en las que Frank gastaba en él más dinero del necesario. El día que lo llevó a comprar ropa, Gerard creyó que era sólo cuestión de una vez, sin embargo, un par de días después, cuando veía una película con Frank y este acariciaba su cabello despreocupadamente. Ya que Gerard no ha dejado de ser un principiante en el pet play, no pudo evitar hablar sin permiso aunque esto podría traer consecuencias.

— ¿No te molesta hacer eso? — Preguntó.

Frank lo miró extrañado.

— Mi cabello se siente horrible. Está muy maltratado.

— ¿Quieres ir a una buena estética donde puedan arreglar eso?

— N-No. — Dijo apenado; no quería seguir pidiendo cosas. — Y-Yo...

— Ya te estoy consiguiendo una cita. — El mayor ni siquiera lo dejó responder, haciendo que las mejillas de Gerard ardieran en rojo.

— Gracias... Amo... — Respondió apenado.

No quería ser exigente. Además, tenía miedo de que aquellos gastos extra fueran descontados de su "sueldo". Y ese miedo persistió cuando días después Frank gastó mucho más dinero en él sin que Gerard se lo pidiera directamente... Así consiguió una buena manicura, pedicura, tratamiento facial, también le compró maquillaje caro aunque Gerard dijese que, aunque eran cosas que quería, no eran necesarias. Y no, nada de eso estaba descontado de su sueldo; en marzo recibiría los 20.000 estipulados en el contrato.

Además, cuando días antes de empezar sus clases, Gerard se dispuso a comprar los materiales de costura necesarios, el castaño también lo acompañó, y de nuevo, gastó más de lo estipulado al comprarle una nueva máquina de coser y un par de maniquíes, ¡Eran demasiadas cosas para sólo haber pasado dos semanas y media juntos! Y aunque Gerard pensaba comprar esas cosas y darse aquellos gustos, sus planes eran hacerlo el siguiente mes, cuando tuviera su pago... Así que esto era abrumador para él.

Él era muy distinto a Lindsey; Lindsey parecía haber nacido para esto, pero él... Él era un chico simple que deseaba ser independiente en algún punto.

— No tienes por qué sentirte apenado por todas las atenciones de Frank, nene... — Le dijo alguna vez mientras Gerard se quejaba por teléfono. — Todo el dinero que gasta en ti son tu pago por cumplir sus... — Respiró hondo. — "Fantasías". — Gerard escuchó cómo su amiga ahogó una risa. — ¡Vamos! Deja que te consienta y te lleve al veterinario de vez en cuando. — Ahora sí, estalló en carcajadas.

— ¡Lindsey! — Protestó. Durante las últimas semanas, Lindsey ha recopilado como doscientos chistes sobre perros, ¡Era tan fastidiosa! — T-Tú no lo entiendes... E-Es que... Ay... Estoy agradecido por lo que hace por mí, pero... Es demasiado.

— ¿Y por qué no se lo dices?

— ¡Me da pena!

— ¿Por? Pasas mucho tiempo con él... Te ha acompañado a hacer todas estas compras y demás... Han convivido bastante.

— Eh... No estoy seguro... Está conmigo, sí... Pero eso no significa que lo conozca. Podría ser un asesino en serie y yo ni enterado. Aunque déjame decirte que es un maniático del trabajo; si no está en su oficina o lo que sea, está siempre en el celular, por eso no hablamos mucho... Porque él está muy ocupado gritándoles a todos por teléfono; siempre está estresado, pareciera que en algún momento le dará una aneurisma. — Rió al escuchar las risas de su amiga al otro lado de la línea. — Me presta atención, pero... Es la misma atención que le prestas a tumascota... Juegas con él, lo acaricias, le das premios y lo atiendes, pero no le cuentas la historia de tu vida ni pides saber la suya.

The Perfect Pet ; FrerardDonde viven las historias. Descúbrelo ahora