Capítulo 21

156 43 7
                                    

Conway respira profundamente y estira el cuello. Un robo a una licorería no es lo que esperaba para acabar la noche, pero nada como unos buenos tiros para aliviar el estrés.

—¿Todo listo? —pregunta por radio.

Volkov, Johnson y Leónidas responden afirmativamente al unísono.

—Bien, nenas, entramos a la de tres. —Hace un gesto con la mano y los agentes se preparan en sus posiciones—. Uno. Dos. —Vuelve a tomar aire—. Tres.

En el interior de la tienda se oyen disparos, pero Conway sabe dónde están situados los dos atracadores y por dónde van a llegar las balas. Entra, con el arma por delante y aprieta el gatillo varias veces. Leónidas y Johnson lo cubren desde su posición.

En menos de un minuto, los dos atracadores han sido abatidos.

—Buen trabajo —le dice a los otros dos agentes—. Identificad a los sujetos mientras llega la ambulancia.

Conway sale de la licorería y se limpia la fina película de sudor de la frente con el dorso de la mano. Espera ver a Volkov allí, pero no lo encuentra.

—Volkov, ¿todo bien? —pregunta por radio.

En los segundos que pasan hasta que recibe la respuesta del comisario, Conway contiene la respiración.

—Diez cuatro.

El superintendente aprieta los dientes y está a punto de regañarle por abandonar sin más la escena del atraco cuando vuelve a escuchar la voz de Volkov en la radio.

—Estoy en la azotea del edificio de los ventanales, ¿puede venir? He encontrado algo que tal vez sea importante. Y traiga uno de los kits de pruebas, por favor.

La curiosidad sustituye rápidamente al enfado. Conway da instrucciones a Johnson y a Leónidas sobre el procedimiento cuando llegue la ambulancia, aunque ya deben saberlo ambos de memoria, y va al coche a por el kit de pruebas.

Cuando sube a la azotea, divisa a Volkov agachado detrás del muro que da directamente hacia la licorería.

—¿Todo bien, princesa? —pregunta Conway.

Volkov levanta sus ojos grises hacia él.

—Había un tirador —dice, señalando el casquillo vacío que hay en el suelo.

Conway le entrega el kit de pruebas.

—Comprobamos el perímetro, ¿cómo se escapó?

—No lo sé, Leónidas revisó esta zona, creo.

Volkov se quita los guantes y los guarda en su bolsillo. Luego abre el kit y se coloca los guantes de látex en su lugar.

Es entonces cuando Conway ve que tiene una mancha de sangre en la manga de la camisa.

—Volkov, ¿estás herido?

Él mira su brazo, como si acabara de darse cuenta.

—La bala solo me rozó, no se preocupe. Era de plata, por eso está sangrando todavía.

Conway se cruza de brazos. Mira a su alrededor y respira por la nariz. Percibe el olor a pólvora del disparo, y a sangre, de la herida de Volkov. Hay un rastro tenue de alguien que ha estado allí, inconfundiblemente humano.

—¿Quién trae balas de plata a un atraco en una licorería? —pregunta—. Solo una bala cuesta más de lo que van a sacar de la caja.

Volkov recoge el casquillo de bala con unas pinzas y lo guarda en una bolsita de plástico, que luego sella.

Seres de la noche [Volkway]Where stories live. Discover now