Capítulo uno

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Él. Hasany. Hijo del arcángel Rafael, quien se encarga de la sanación en todos los niveles (físico, emocional, mental y espiritual).Uno de los más perfectos ángeles en el cielo, aclamado y adorado por todos.

Ella. Hannsik. Hija de Asmodeo, quien es considerado el peor demonio jamás creado, rey del infierno junto a Beelzebub y Purson. Uno de los demonios más temidos en el infierno.

Esta... Una historia un tanto complicada de narrar y, quizá, de entender.

Como todos sabemos, los demonios no pueden ascender al cielo por voluntad propia, solamente Dios puede citarlos allí si así lo desea. Cuando decimos, "Dios no puede permitir pecado en el cielo", simplemente queremos decir que Dios no puede permitir que los seres humanos que se encuentran todavía en su pecado, vivan en su presencia. Pero es posible que Dios le ordene a un ser pecaminoso a que permanezca en su presencia con el propósito de encargarle algo , para exigirle una rendición de cuenta, o para juzgarlo , sin comprometer su santidad. La santidad de Dios finalmente consumirá todo pecado.

Pero... ¿Qué pasa cuando la lujuria es más grande que todo lo que Dios manda?

Hannsik, como buena hija de Asmodeo (desde la Edad Media se le indicó como el demonio de la lujuria), tenía en mente corromper al ángel. Pero no en la Tierra, ni tampoco en el Infierno. Lo haría allí arriba, en el cielo, en donde todos eses seres que se veían perfectos pudieran observarlo.

Dicho demonio fue enviado a la Tierra para incitar a los humanos a pecar, envolviéndolos con sus aires malévolos llenos de lujuria, a los que nadie podría resistirse.

El ángel, todo lo contrario. Estaba allí con el único fin de llevar a la humanidad por el camino del bien.

Para hacerse ver como unos de ellos tuvieron que tomar cuerpo y forma humana, no podían presentarse allí como simples seres de luz.

Era de noche y no precisamente el momento de soñar con los angelitos, sino de cometer diabluras. Hannsik estaba más que satisfecha, pues los jóvenes eran muy fáciles de corromper, era cuestión de un par de copas y unas propuestas indecentes para que cayeran en la tentación.

—¿Qué te crees que estás haciendo? —Se quejó el ángel de cabello oscuro y ojos verdes, ella regresó a mirarlo con una maliciosa sonrisa dibujada en los labios, consciente de que había presenciado todo desde hacía rato.

—¿Qué haces tú por aquí, angelito? — cuestionó con la burla tiñendo su voz—. ¿Acaso esperas ser corrompido también?

—No — aclaró de forma andina—, mi labor aquí es hacer el bien, así que no permitiré que una diablilla como tú vaya por ahí...

—¿Corrompiendo?—lo interrumpió con una amarga risa—. Ese es mi trabajo, supongo que podemos empezar una guerra de deberes aquí y terminaríamos en un empate.

Hasany bufó, irritado. Tratar con los seres de Infierno nunca había sido su especialidad, prefería a los de la Tierra cien mil veces antes. Siempre le habían parecido inaguantables, aún siendo él alguien muy paciente, ellos siempre lograban sacarlo de sus casillas.

—No te estreses, angelito —le lanzó un beso, con el fin de irritarlo todavía más. Al conseguirlo se echó a reír.

No podía negar que el ángel que tenía frente a ella era guapo, con su cabello oscuro para nada típico en los ángeles, sus verdosa mirada que irradiaba misterio. Lo hacía ver como un chico atractivo. Dios había sido generoso también en su cuerpo, era alto y se notaba que estaba musculoso sin haber pisado nunca un gimnasio. Muchos humanos desearían ser él, y no era para menos.

Ella, por su parte, no desprendía esos aires demoníacos que tanto caracterizaban a los de su especie. Había trabajado lo suficiente para ello. Medía alrededor de un metro setenta, tenía unos ojazos azules (más típicos de ángel que de demonio) pero una mirada maliciosa que la delataba, era pelinegra de nacimiento pero lo disimulaba tiñéndose con colores azulados y violetas.

—Te estás equivocando conmigo, Hann.

—Hann es para los amigos, tú llámame por mi nombre completo —rió poniéndose de pie y mirándolo de arriba a abajo sin disimular ni un poquito.

—No me apetece llamarte por tu nombre completo —se encogió de hombros, intentando no verse intimidado por ella—, tú a mi ni siquiera me llamas por el mío así que no te quejes.

—Es que tu nombre es tan... angelical —objetó, poniendo los ojos en blanco.

—Proviene del egipcio y significa "guapo", nada angelical —contestó sonriente.

—Pues eso, que nombre tan poco acertado, por cierto —le guiñó un ojo antes de caminar lejos de él, quien al sentirse ofendido por sus palabras no dudó en seguirla—. Ugh, ¿no te apetece volar por alguna parte? Ya sabes, igual estirar las plumas te viene bien.

—Las plumas no se estiran, listilla.

—Bueno, como sea, las alas si se estiran así que... —hizo un gesto como si desprendiera sus alas y echara a volar—. ¡Venga! ¿Acaso esperas una invitación?

—¿Puedes dejar de ser tan maleducada por un momento? —replicó con cansancio—, no me apetece volar, solo quiero conversar contigo un rato.

—¿Y por qué un angelito como tú querría conversar con un demonio como yo? —consultó, uno de los jóvenes que pasaba por su lado no pudo evitar fruncir el ceño ante la metafórica frase. Si supiera que no se trataba de ninguna metáfora...

Podríamos tener una plática interesante...

—A mi se me ocurren muchas cosas interesantes para hacer contigo, pero ninguna de ellas es hablando —fingió un puchero con sus labios—, una pena. Tengo almas que corromper, guapo, nos vemos por ahí.

Hasany entreabrió los labios dispuesto a rechistar pero ya era demasiado tarde, ella se había esfumado dejándolo completamente solo... Bueno, solo con los humanos, claramente.

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