Capítulo cuatro

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El infierno no es como en las películas o series que ven los humanos cuando se aburren y quieren saciar su curiosidad en temas que no le corresponden mientras están vivos. No es como se imaginan, como se temen.

En el infierno todo vuelve: los miedos, las pesadillas, los temores, las inseguridades, esas personas que quieres fuera de tu vida, gente que te ha hecho daño... Todo se repite una y otra vez. Un maltratador se encuentra a su víctima, una pareja de divorciados vuelven a verse las caras, el asesino ve a sus muertos... Un bucle infernal en donde todo vuelve a repetirse y nada se detiene.

Hannsik es defensora de que nadie es inocente, todo el mundo carga con una culpa, con un pecado, con algo malo a sus espaldas. Nadie se libra. Quizá por eso en el cielo no había más que ángeles aburridos y la diversión se encontraba toda allí abajo, la diversión y el sufrimiento, claro, los gritos de dolor, el deliro de otros tantos, los ruegos y las súplicas para morir cuando ya estaban muertos.

Pero incluso por la Tierra había de esos que parecían muertos en vida, les daban alrededor de ochenta años para vivir y disfrutar y se la pasaban llorando, lamentándose y haciendo las cosas mal. Dios habría de estar disgustado por allá por el cielo.

—¡Esto es un infierno! —exclamó el rubio que estaba sentado en la barra—. La vida es una mierda, mi novia me ha dejado, estoy a un hilo de dejar la carrera, mi familia ya no me habla.

—¿Y crees que por eso es un infierno? —Hann rio, casi burlándose de su estado. Sus problemas eran como los de la mayoría de población mundial. La gente solía vivir en la miseria, tenían la mente podrida y se consumían cada vez más y más. Lo que ese chico estaba diciendo podrían haberlo dicho millones de mundanos más—. Es sumamente divertido cuando intentáis hacer comparaciones así de ridículas, se nota que no tenéis ni pajolera idea de cómo es el infierno.

—Es una metáfora —resopló—. Aunque seguro que el infierno es mejor, al fin y al cabo, allí estaré muerto y no habrá más sufrimiento.

Volvió a reírse, esta vez con ganas, le había parecido el comentario más gracioso que había escuchado en todo el tiempo que llevaba en la Tierra.

"Pobrecito, que equivocado estaba este payaso." Pensaba ella.

Payaso porque le hacía reír, eh, no porque le resultase patético. Si, le lo resultaba, pero eso ya era típico de los humanos.

—En el infierno no dejarás de sufrir, todo lo contrario, el sufrimiento será constante, no tendrás ni un segundo de paz y te sentirás más vivo que nunca, desearás moriste una y otra vez. No por nada se le llama Infierno.

—¿Tú que sabrás? —espetó, furioso por aquella actitud de listilla que estaba mostrándole. Se levantó para dirigirse al baño, llevándose el vaso de whisky con él.

No iba a seguirlo, pero nadie llevaba el vaso hasta el baño así sin más, así que la curiosidad fue más fuerte e hizo que lo siguiera. Sabía que iba a cometer una estupidez de las grandes.

Así fue. Nada más entrar al baño rompió en vaso hasta que solo quedó un pedazo del grueso cristal en su mano, se miró al espejo mientras respiraba profundamente y después, sin pensárselo, clavó este en su muñeca e hizo un profundo corte. La sangre se derramó al instante y en gran cantidad, haciendo que sus rodillas se debilitasen y cerrara los ojos, víctima del dolor.

Hannsik no pudo hacer nada, se quedó observando la escena con fascinación. Daba igual el tiempo que pasase entre humanos, nunca llegaría a comprenderlos. Había sido muy clara y aún así ese chico estuvo dispuesto a acabar con su vida cortándose las venas de una espantosa manera.

—¿Por qué no me sorprende que estés aquí? —la pregunta de Hasany no la hizo moverse, ni siquiera parpadear. A ella tampoco le sorprendía que acudiera, los ángeles percibían ese tipo de señales—. Pudiste haberlo evitado.

No se lo reprochaba, solo lo dijo para informarle. Se acercó con pasos lentos al cuerpo del humano y rodeó su muñeca con sus largos y cálidos dedos. Tenía un poder que no iba a desaprovechar: la curación.

Ella no apartó la mirada de su acción, de como sus dedos se empapaban con aquel líquido color carmesí. El desastre y la perfección frente a frente, cada uno envergándose de cumplir su papel.

—Vas a necesitar más que curar tus heridas físicas, las emocionales duelen más —susurró, sabiendo que aun estando inconsciente iba a escucharlo, al fin y al cabo era un ser divino. Le soltó la muñeca con cuidado, dejando ver que estaba perfecta, sin sangre, sin corte ni tampoco cicatriz. Después llevó una mano a su pecho mientras cerraba los ojos y pronunciaba unas palabras entre susurros—. Solo habrá sido un sueño.

Cuando se apartó tenía una pequeña sonrisa en los labios, había llegado a tiempo y quizá le había salvado la vida a aquel mortal.

—Diablilla, intenta no hacer muchos estragos.

—Me encanta hacer estragos, sobre todo si cada vez que hago uno vienes tú a echármelo en cara —admitió, con una maliciosa sonrisa en los labios—. Siempre es un placer volver a verte, angelito.

Le habría encantado sacar el tema del beso, pero no era el momento ni el lugar adecuado para hacerlo. No quería que volviera a huir. Porque si, eso hizo tras separarse de su boca. Negó con la cabeza y estiró las alas para irse literalmente volando.

Un pecado más, bah.

Para ella era divertida la situación, mientras que para él era todo lo contrario. No quería ser expulsado del cielo, no estaba listo para el reencuentro con su padre o con Dios donde lo juzgarían por ese beso.

Ni siquiera había sido idea suya, no tuvo más opciones, ella simplemente se le lanzó a los labios y no pudo evitarlo. Pero aún así se sentía culpable y si lo admitía en voz alta sabía que ella se reiría de él.

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⏰ Last updated: Aug 12, 2023 ⏰

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