Capítulo tres

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La peliazul caminó entre la gente con coquetería, en su mano derecha llevaba el vaso medio vacío pues ya había bebido unos cuantos tragos de su contenido. Buscaba entretenimiento, maldad, pecados que cometer.

—¿Buscas diversión, guapa? —cuestionó uno de los jóvenes acercándose a ella, llevó sus manos a su cintura para acercarla a su cuerpo y le sonrió de lado.

—¿Eso suele funcionarte para ligar, niñato? —soltó una risita mientras su mano izquierda se posaba en su pecho—. Dime, ¿cuál es el lugar más peculiar en que lo has hecho?

—¿Te refieres al sexo?

—Hombre, no creo que te esté preguntando sobre jugar al parchís.

Las mejillas del joven se tiñeron de rojo, aunque la oscuridad lo disimulaba muy bien para los demás humanos, un ser como Hannsik podía percatarse con facilidad. Le sonrió de manera burlona, tenía el completo poder en sus manos e iba a aprovecharlo.

—¿Cuántos añitos tienes, corazón? —susurró, levantando su mano hasta su rostro para acariciarlo—. Desprendes inocencia en un lugar lleno de pecados.

—Diecisiete —admitió en un hilo de voz.

—¿Diecisiete? —Se carcajeó—. ¿No se supone que estos sitios son para mayores de edad? ¿Eres un chico rebelde o cómo funciona la cosa?

—No exactamente —negó con la cabeza—. Verás... Mi hermano mayor es el portero de la discoteca, tengo enchufe, no me van a pedir el DNI.

Ella lo escuchó como si realmente le interesara lo que tenía para decirle, aparentemente parecía un chico malo, de esos que se saltaban las normas y que le gustaban a todas las chicas, pero como buena hija de demonio sabía mirar más allá de la apariencia y su alma era demasiado inocente, perfecta para corromper.

Interrumpió sus palabras chocando sus labios, el chico no se lo vio venir pero disfrutó de la acción de todos modos. Era una buena besadora, sabía como mover sus labios y su lengua de la manera perfecta para que la otra persona se derritiese. Siempre lo conseguía y esta vez no fue la excepción.

—¡Hannsik!

Su nombre sonó en sus oídos, haciendo que se riera sobre los labios de su acompañante. La diversión todavía empezaba ahora y el humano no era consciente de ello.

—¿Cuál era tu nombre, corazón? —Le preguntó  al chico que acababa de besar.

—Óscar —respondió en un susurro.

—Dime, Óscar, ¿alguna vez besaste a un chico? —cuestionó, más divertida que intrigada.

—Eh... No.

—Entonces esta noche será tu primera vez —Le guiñó un ojo—. Un chico muy guapo, con apariencia angelical, está caminando hacia aquí. Quiero que, nada más verlo, le comas la boca con tanta pasión que le den ganas de arrancarse la ropa y follarte en este mismo lugar.

Se sorprendió ante su petición y, por alguna extraña razón, no encontró manera de decirle que no. Claro que el humano no tenía ni idea de la magia demoníaca que desprendía, si ella decía algo se cumplía y punto, incitaba a ello y con su encanto no le era muy difícil conseguirlo.

Hasany no se lo vio venir, abrió su boca dispuesto a saludar para después reclamarle a su compañera, pero antes de que pudiera decir una palabra ya tenía los labios del humano sobre los suyos, besándolo con frenesí. Abrió sus ojos sorprendidos pero no lo apartó, ni siguiera le siguió el beso. ¿Cómo iba a hacerlo si eso estaba en contra de las normas celestiales?

La diabla observaba la escena con diversión, satisfecha de que esa maniobra fuera ocurrencia suya. Corromper a humanos estaba bien, hacerlo con ángeles ya era otra cosa.

—Hola, angelito —saludó, sonriendo ampliamente—. No me esperaba verte por este lugar, ahora ya aprovecho y te presento a Óscar.

—Ehh... Hola —saludó el recién nombrado—. Creo que no te gustan los chicos, ¿eh?

—No, ni tampoco las chicas, no me gustan los humanos —aclaró, llevándose una mano a sus labios para borrar el rastro del beso que acababan de darle—. ¡Esto es una completa locura! Tú y yo tenemos que hablar, diablilla.

Envolvió su mano alrededor de su muñeca y tiró de esta para alejarla de la multitud y de aquel joven que se había quedado confuso ante sus acciones, necesitaba espacio, tenía que aclararle un par de cosas a ella antes de que se lo tomara como un nuevo entretenimiento.

—¿Qué diablos tenías en la cabeza?

—¿Yo? —Se señaló con su dedo índice—. ¿Qué tenías tú? Que yo sepa ha sido tu primer beso, ¿no? No podría ser mejor, con un hombre y además humano, ¿que opinará tu papá de esto? O... ¿Qué opinará el grandullón? Seguro que a Dios no le hace ninguna gracia que sus ángeles anden por ahí besando a sus humanos.

—Cállate —pidió—. Yo no lo he besado, él me besó a mi y sé que ha sido cosa tuya.

—¿Y eso que importa? —le restó importancia, pasando uno de sus brazos por sus hombros y acercando su rostro al suyo—. Ya has pecado.

—No lo he hecho.

—Lo has hecho.

—Que no.

—¡Que si! —exclamó riendo—. No seas terco y acepta la realidad.

—Pecar sería besar yo a alguien, ¿no?

—Eres un ángel y no tienes ni idea de las reglas celestiales —Se carcajeó—. Te van a cortar las alas, guapo, y vas a caer como ya lo hicieron otros más leales antes. Será un placer verte en el infierno cuando te mueras, podré encargarme personalmente de tu tortura.

—Sigue soñando, Hann —bufó, desinteresado—. ¿Cual será tu próxima jugada para intentarlo, eh?

—No te la vas a ver venir... —susurró antes de cubrir sus labios con los suyos.

¿Cual se consideraba un pecado mayor?

¿Besar a un humano o besar a una diabla?

Pecando en el cielo Onde histórias criam vida. Descubra agora