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Carlo era una persona que tenía claras sus metas, sus prioridades y su posición social. Era un Gambino antes que cualquier otra cosa y eso tenía sus implicaciones, las cuales aceptaba y defendía.

Una de ellas era la importancia del negocio y la familia. Más que cualquier amistad, más que cualquier promesa de amor. Todo eso era prescindible; el respeto, la familia y los negocios no lo eran. Se trataba de su vida, de lo que había conocido y lo que le habían enseñado a proteger.

Por eso a sus casi treinta años, la idea de recibir un Tiny ni se le pasaba por la cabeza. Siempre pensó que no era algo que estuviese hecho para él.

El destino le demostró esa mañana que se equivocaba.

— ¡Caaaaaaarlo! —La voz entusiasta de su hermano mayor le sacó una sonrisa al italiano, que iba hablando por el manos libres mientras conducía.

— ¡Toooooooni! ¿Dónde estás? Manda ubicación.

— Vente al K'rule. Ha llegado algo para ti...

Carlo frunció el ceño cuando su hermano cortó la llamada. Por la forma que había hablado, sabía que se trataba de algo importante así que aceleró y llegó al aparcamiento de la tienda en menos de dos minutos. Si era un problema, prefería atajarlo rápido.

En cuanto entró a la tienda vio a su hermano charlando alegremente con un repartidor. Esto hizo que alzara las cejas, pues sabía que aunque su hermano fuera confiado, no era mucho de relacionarse con los demás.

— ¡Mira, ese es mi hermano! El paquete es para él —Le dijo Toni al cartero, señalando al menor con el dedo.

Con solo ver la gigantesca sonrisa irónica de su hermano, supo que estaba en problemas. Suspiró, se cuadró de hombros y avanzó un par de pasos con el mentón en alto, aparentando seguridad y dominio sobre la situación.

— ¿Qué pasa? ¿Que es eso que traes? ¿Quién lo envía?

El cartero compuso su mejor sonrisa profesional y le tendió un documento que Carlo no recogió, dejando al pobre hombre con las manos extendidas. Con obvia incomodidad, el repartidor carraspeó y empezó a hablar con un fingido tono alegre.

— ¡Buenos días, señor Carlo Gambino! Soy parte del servicio de entrega de Tinys. ¿Sería tan amable de firmarme el documento de entrega, por favor?

Toni, por su parte, empezó a reír disimuladamente y a mirar a su hermano con malicia mientras el menor se quedaba estático, con los ojos muy abiertos por la impresión. Por suerte, se recompuso rápidamente y entrecerró los ojos, hablando entre dientes de forma amenazante.

— ¿Esto es una broma? ¿Te ha contratado mi hermano?

— No, señor. —La sonrisa del cartero se volvió forzada, mientras mantenía el formulario extendido hacia él. —Si revisa el formulario, podrá comprobar que está todo en orden y que es auténtico. También tenemos un número de atención al cliente por si quiere consultar más tarde cualquier duda que tenga.

El italiano apenas le dirigió un vistazo al formulario antes de cruzarse de brazos, inquebrantable.

— No lo quiero. No puedo tenerlo. Llévatelo de vuelta.

La sonrisa del cartero decayó, revelando preocupación y un profundo hartazgo.

— No puedo hacer eso. Mi deber es entregárselo. La compañía no se hace cargo de si usted quiere quedarse con el Tiny o no. Su destino corre por su cuenta. Por favor, firme el documento y después decide qué hacer con él.

— ¿¡PERO QUÉ COMPAÑÍA DE MIERDA ES ESA!? —Gritó el italiano, perdiendo los papeles. —¡QUE NO FIRMO NADA!

El cartero dejó la caja en el suelo de la tienda y acto seguido, se llevó las manos a la cabeza, presa de la frustración.

Stay with me {Carligor}Where stories live. Discover now