7.Gardenia

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 -¿Porqué le dijiste lo del gato, abuela? -Danielle apoyó sus codos en el colchón asistiendo fascinada a la historia que ella les contaba

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 -¿Porqué le dijiste lo del gato, abuela? -Danielle apoyó sus codos en el colchón asistiendo fascinada a la historia que ella les contaba. Estaba pensando seriamente escribir sobre ello debido a la naturaleza tan romántica de lo que les narraba.

-Sólo quería irme de allí, porque me daba mucha vergüenza -les confesó ella aún sintiendo el sonrojo de sus mejillas recordando aquel momento.

-¿Y después que pasó? -le preguntó Carinne con impaciencia- ¿salió el abuelo detrás de ti? porque vaya, es lo que yo hubiera hecho. Los dos enamorados y sin decirse nada ninguno de los dos.

-Bueno... -Mariel no sabía como contarles esa parte de la historia. Así que, tomó aire, dejándolo escapar muy despacio y se dispuso a narrarles los momentos posteriores a su marcha de la casa de Charles.

-Por favor, abu, dinos que ellos acaban juntos -Audrey juntó las dos palmas de sus manos rogándole por un final feliz.

-¡Audrey! ¡claro que acaban juntos! -le protestó Carinne mientras la pequeña les sacaba la lengua, molesta porque la regañaran.

-Niñas. Vamos. Silencio. Que esta vez, si habrá beso. 

📆MÁS TARDE

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📆MÁS TARDE

Mariel se abrazó a si misma después de ajustarse la capucha del anorak que llevaba para resguardarse de la lluvia. Creía que ésta no sería tan abundante como lo era ahora, pero, agradeció que lloviera tanto para así poder ocultar sus lágrimas.

Charles la veía como una amiga. Y eso la estaba matando. Le dolía tanto el corazón, que pensó seriamente en huir de Mónaco para no tener que verlo nunca más y enfrentarse a algo que la tenía rota por dentro. Pero luego recordó que él apenas estaría en la ciudad cuando empezara la temporada en unos días, y se relajó pensando en lo fácil que sería rehuirlo hasta antes de que se fuera.

Caminaba lentamente pues no tenía nadie quien la esperara en casa, además de que la lluvia estaba relajando su ánimo. O eso creía. Hasta que un grito con su nombre, la hizo detenerse y girarse para ver quien la llamaba. Creyó que el corazón se le detenía y que no volvería a respirar nunca. Charles, paraguas en mano, acababa de bajarse de su coche y caminaba con pasos presurosos hacia ella, volviendo a llamarla de nuevo. 

DREAMS NIGHTSWhere stories live. Discover now