Epílogo

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" Mariel sonrío al ver a sus tres pequeñas nietas dormidas

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" Mariel sonrío al ver a sus tres pequeñas nietas dormidas. El relato de su historia de amor con el abuelo Charles, las había emocionado y echo llorar, sobre todo a la pequeña Audrey que por desgracia, nunca lo conoció. Un mes antes de nacer, su esposo falleció de un fulminante ataque al corazón. El dolor por no haberse podido despedir de él era algo que aún tenía Mariel clavado, como si fuera una pequeña espinita.

Cerró la puerta de la habitación de las pequeñas y se encaminó a la suya. En las paredes de la casa, las fotos de la familia le hacían sonreír cada vez que las miraba. Tía Claire. Pascale. Arthur y Lorenzo. Carlos. Lando. Todas aquellas personas que tan importantes habían sido en su vida.

Abrió la puerta de su propia habitación y cerró tras de si cuando el aroma a gardenia la volvió a invadir. Desde aquella primera vez que Charles y ella se amaron en esta habitación, ese olor era el más característico de esta estancia, pues le hacía recordar a ese bello momento y a todos los que vinieron después.

Charles fue un gran campeón. Con ella a su lado. La convenció de terminar sus estudios, algo que Mariel hizo más por darle el gusto a él que por querer hacerlo, aunque no se arrepintió posteriormente.

Tía Claire se fue a vivir a Nantes con su novio, y más tarde esposo. Le dejó la casa a Mariel y después de que Charles y ella le hicieran algunas reformas, se convirtió en su hogar. Ese en el que dieron la bienvenida a sus dos hijos y a los nietos que vinieron después.

Aquí fueron felices. Siempre lo fueron desde el momento del primer te quiero. Y aunque desde su fallecimiento, Mariel siempre lamentaba su ausencia, tenía que vivir por sus hijos y por sus nietas.

Después de despojarse de su bata, se metió en la cama, apagando la luz de la lamparilla de la mesita. Pensó en Charles antes de cerrar los ojos y cuando su imagen acudió a su cabeza, sonrío dejándose llevar...

 Pensó en Charles antes de cerrar los ojos y cuando su imagen acudió a su cabeza, sonrío dejándose llevar

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Llovía. De nuevo estaba lloviendo. Cruzó el patio de la casa mirando hacia el cielo hasta que sintió el vestido blanco enredarse entre sus piernas. Sus mejillas se calentaron dándose cuenta de donde estaba. Al alzar su mirada lo vio y todo su cuerpo sufrió un ligero escalofrío.

Su Charles estaba allí. Con su perfecto traje negro tendiéndole la mano para que ella se agarrara y esta vez, no dejarla sola. Lucía como el día que unieron sus vidas para siempre. Uno de los mejores de su vida.

-Has tardado en venir -le dijo él una vez que sintió sus cálidos dedos junto a los suyos. La lluvia arreció pero a ellos no les importó, como el día que se casaron. Y ellos dándoles igual que lo hiciera pues solo querían bailar bajo esa lluvia.

-No podía venir hasta asegurarme de que todos estuvieran bien -Mariel puso una de sus manos en su hombro y se dejó llevar por la pequeña danza que ambos ejecutaron- las niñas no querían dejarme marchar

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-No podía venir hasta asegurarme de que todos estuvieran bien -Mariel puso una de sus manos en su hombro y se dejó llevar por la pequeña danza que ambos ejecutaron- las niñas no querían dejarme marchar.

-La pequeña es preciosa. Y gracias por ponerle el nombre de mi abuela, aunque Audrey se parece mucho a ti -Charles abrazó a su mujer presionando su cuerpo junto al suyo. Parecía que fue ayer cuando salió de casa para ir a la playa a correr, a esa playa de la que no volvió nunca.

-Aunque es tan romántica como tú. Te adora aún sin conocerte.

-Bueno, cada noche beso sus mejillas antes de dormir, puede que por eso me quiera.

Mariel le sonrió y colocó su cabeza en su hombro dejándose llevar por sus brazos. Sentía su corazón latir con excesiva fuerza, casi al parejo del suyo.

-Siento no haberme despedido de ti -le dijo Charles en apenas un susurro.

-No pasa nada, mi amor. Ahora estamos juntos, por fin, y eso es lo único que me importa.

-Y esta vez, solo nos espera la eternidad uno al lado del otro -Charles hizo que ella diera un giro antes de atrapar sus labios en un largo beso que los dejó a ambos exhaustos.

-¿No volveremos a separarnos más? -le preguntó ella temiendo que esto solo fuera un bello sueño y que al despertar, él ya no estuviera.

-Jamás. Este ya es nuestro para siempre.

*** Muchas gracias a todos lo que habéis leído ésta pequeña historia, la cual no será la única de este tipo que escriba

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*** Muchas gracias a todos lo que habéis leído ésta pequeña historia, la cual no será la única de este tipo que escriba. 

En principio, siempre pensé en que Beau Rivage, fuera una historia larga, pero, debido a que mis borradores me gritan que los publique de una vez, he preferido hacerla de ésta manera y así sacarme la pequeña espinita que tenía con ella.

A mi por lo menos, me ha parecido muy bonita.

Muchos besos y abrazos ***

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