Visceral

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Todos temblaron al verme como me les aproximaba. Eran cuatro hombres jóvenes y de piel cobriza, todos ataviados de preciosas telas de seda y tul en colores marrones. Brillantes espadas y lanzas se alzaron ante mis ojos.
Aunque mis ojos estaban fijos en otro objetivo: la mujer que estaba al lado del brujo que me obligó a beber la pócima que me volvió humano. A unos metros de ellos yacía el cofre de madera de Apolo.

Gruñí de manera gutural. Intenté amenazarlos con palabras pero gruñidos y resoplidos fueron lo único que salió de mi boca. Eso asustó aún más a los hombres armados. Las espadas blandidas comenzaban a temblar.

El jefe de la pandilla lanzó su ultimátum.
—No queremos problemas. Lárgate y no te lastimaremos mucho.

Me mantuve en mi lugar, con las garras aferradas al muelle de madera. El mar parecía calmado. Sabía que lo embravecido sería otra alma y quería mantener el equilibrio en el ambiente.

—Haremos unas hermosas capas con tus plumas y venderemos tus huesos a los brujos entonces —sentenció el pillo señalándome con la punta de su sable.

Sin embargo la que dió la orden fue la de la voz femenina a su lado.
—¡Mátenlo ya!

Aquello fue lo que desencadenó a la bestia.

Las espadas y sables se volvieron contra mí y con contrarremetí con fuerza y garras. Trataron de rodearme pero los disuadí con mi cola y alas.
Alcé vuelo y levanté al primer hombre clavando mis garras en su pecho. Chilló de dolor y lo lancé al agua. Cuando regresé a tierra a continuar la batalla desarmé a dos de los otros hombres y fui herido por el tercero en el costado.
Aura y el jefe se unieron a la batalla.
Rasguñé a uno de los miembros y este cayó al suelo retorciéndose de dolor. Entonces ahí entendí el poder que la serpiente me había dado al matarla. Mis garras se habían vuelto envenenadas.
El hombre cayó muerto en cuestión de minutos. Por eso el hombre que arrojé al agua tampoco intentó salir de ella. No tuvo tiempo ni fuerzas.

Aún me quedaban cuatro enemigos más. Terminé matando a otro hombre más y el último huyó del sitio. Lo mataría pronto.
El jefe de los bribones me tenía ocupado con su sable. En un descuido aprovechó y me cortó la cola. Solté un rugido ensordecedor y el ruido lo dejó inmóvil. Aproveché su debilidad para destrozarlo frente a ojos de Aura.

Ella me observó aterrada. Eso era lo que yo quería. No soltó ninguna lágrima. Su corazón era tan negro que no sentía nada por el pobre alma que había destrozado con mi pico y garras.

Recordé que tenía una presa huyendo. Emprendí vuelo y lo destrocé la columna con mis garras como un halcón a un gorrión.
Aura aprovechó escapar mientras estuve distraído.
Tomó el barco y huyó con el tesoro.

Que insulsa resultó ser.

Me demoré tres batidas de alas alcanzar la embarcación y posarme en su proa.
—¡Déjame en paz, asquerosa bestia!

Mis alas estaban extendidas y el mar calmo. No se oía nada más que el lejano romper de las olas y su agitada respiración. Temblaba de miedo con cada paso que daba aproximándome a ella. Había un rastro de sangre tras de mi por mi fatal herida que me arrancaba el alma, aunque más dolorosa era la traición que ella me había realizado. El cofre permanecía cerrado tras de ella. Tenía marcas de algo cortante, como si hubiesen intentado abrirlo con sus espadas.

Ella sudaba frío y su corazón era audible para mí. Comenzó a llorar de miedo.

Pensé en darle una última oportunidad.

—¿Cómo pudiste hacerme esto, Aura? Solo te interesaba el tesoro que resguardaba.

Ella solo rió.
—¿Crees que respeto y venero a los dioses como todos los demás? Ellos nunca estuvieron para mí. Su furia destruyó mi aldea y a mi familia. Tu comprendes mejor que nadie lo que siento. Solo eres una bestia que sigue sus órdenes y solo les interesas para eso. Tú y yo somos iguales.

En parte lo que ella decía era cierto. Ese era mi trabajo. Y le he fallado. Pero siempre Apolo me brindó apoyo y un hogar junto con los otros de mi especie. Me brindaba protección y sabiduría, e impedía convertirme en una criatura malévola y ansiosa de sangre.

Entonces le he fallado a Apolo dos veces.

Sacó un pequeño cuchillo de entre sus ropas y me amenazó con él. En su mente cruzaba el pensamiento que eso era inútil contra mi pero su terca personalidad le impedía morir sin pelear.
Decidí darle una pelea más justa. Una estela de polvo dorado me envolvió y mis plumas sobrevolaron los cielos. Había regresado a la forma humana que ella me había convertido. Ataviado con unas andrajosas y sanguinolentas vestiduras me preparé a pelear de una manera más justa contra ella.

—Cuando me convertiste en humano, despertaste el lado más perverso dentro de mí. Ahora entiendo porque Apolo me dijo que nunca me juntara con los humanos. Todos tenían un lado contaminado y oscuro. Y ahora, gracias a tu codicia y tus deseos de poder, mi alma está contaminada con ira y traición —me detuve a unos palmos de ella mirándola fijamente a los ojos —. Ahora quiero que me muestres que tan contaminada está mi alma y cuerpo ahora...

Aquello fue el detonante para que ella me atacara con el cuchillo y me lo clavara a la altura del pecho. La hoja se enterró en mi carne hasta el mango y ella me soltó cuando me vió agonizando en el suelo.
—Te hubieras quedado mejor en tu forma de bestia y no me hubieses regalado la victoria.

—La victoria no se regala. Se merece —mascullé con la boca llena de sangre.

Primero la sangrebque brotaba de mi cuerpo era una de color rojo granate. Poco a poco el color fue oscureciéndose. Una sangre oscura y espesa. Tenía un aspecto similar a la brea. Poco a poco comenzó a esparcirse por la cubierta del barco.

Aura se alejó de mí y cofre comenzó a brillar. Alcé la mirada mientras sonreía. Entonces el cofre emitió un estallido y una luz salió disparada hacia el cielo y se disipó entre las nubes. En la lejanía, se oyó un agudo canto de ave. Aura corrió a chequear que había ocurrido y vió como en el fondo del cofre yacía un cascarón dorado roto.

—Veo que estás confundida. Pero el gran Apolo sabía que una humana me corrompería y encerró mi alma en el cofre. Ahora lo sé. Apolo siempre supo que yo lo traicionaría y por eso me obligaba a cuidarle su tesoro. El día en que el más bondadoso y hermoso de sus grifos lo traicionaría, el cielo ardería en llamas. Mi alma era tan hermosa que se volvió el Ave fénix. Y ahora lo único que quedará aquí en la tierra es el cascarón vacío...

Ella ahogó un grito de terror al verme metamorfosear de nuevo. El color de mis plumas se volvió más profundo. Ya no eran de un vibrante color dorado, eran grisáceas y opacas. Mis ojos se volvieron gélidos y azules y las plumas de mi cabeza se aclararon volviéndose de un fantasmal blanco. Mi cola cortada volvió a crecer pero como tres cabezas de víboras que bufaban furiosas tras de mí, ansiosas por clavarle el veneno a la víctima.

En un intento desesperado de huir, Aura trató de tirarse al mar pero mis garras se lo impidieron. Mi cuerpo estaba sobre ella y comenzó a lloriquear y suplicar por su vida.

Por un momento aprecié su belleza sobrehumana. Ansiaba matarla de una vez pero se me ocurrió un mejor castigo para su alma oscura.

Mi boca se acercó peligrosamente a su pecho y ella gimió.
—No morirás. Tu alma me acompañará en mi martirio por el resto de mis días.

Y acto final, comencé a devorarle el pecho hasta llegar a su corazón.

3. El escondrijo del grifo [BG #3]Tempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang