Capítulo 25: Una máquina del tiempo estropeada

461 73 61
                                    

Aunque llevaban cosa de cuatro años (¡cuatro años! Sin duda la primera vez que un contrato distinto al del alquiler les duraba tanto) escuchando el mismo ritmo de guitarra eléctrica para abrir y cerrar todos y cada uno de sus programas, ninguno de los tres presentadores de la caótica, polémica y exitosa Sonrisa del Emperador creía que llegaría a cansarse nunca de escucharla. ¿Cómo podrían?

Con la melodía de siempre, uno de los primeros programas de la cuarta temporada de La Sonrisa del Emperador daba comienzo una vez más. Como todos los años, empezaban en septiembre, tras las merecidas vacaciones de verano, y con más energías que nunca. El público en el estudio daba palmadas al ritmo de la música mientras Wei Ying introducía a voz en grito a sus dos copresentadores, luchando para hacerse oír por encima del jolgorio generalizado. Nie HuaiSang le reía y le seguía las bromitas y Jiang Cheng se limitaba a intentar contener la risa mientras se hacía el duro y organizaba algunos papeles en su parte de la mesa. Todo comenzaba con la misma normalidad de siempre, las mismas carcajadas y el mismo buen humor que solía poblar esa parte del edificio de la cadena de radio cuando ellos grababan. Todo iba como siempre, como si alguien se hubiese olvidado de una pequeña cápsula del tiempo, un microcosmos en el que el tiempo simplemente seguía a su ritmo, olvidando el mundo allí fuera.

Jiang Cheng sonreía delante del micrófono, porque todo iba bien en su vida y no necesitaba nada más.

-Yo creo -comenzó Nie HuaiSang, y eso nunca auguraba nada bueno-, que deberíamos hacer algo especial por el cuarto aniversario del programa. En plan algo muy grande.

-¿Un boquete en la pared?

-Algo por lo que no nos demanden a ser posible, gilipollas. -Masculló Jiang Cheng, camuflando una risilla en un bufido-. O que no nos ponga en peligro.

-No seas aguafiestas, ChengCheng. ¡Solo se vive una vez!

-¡Y al ritmo que vamos, esa vez va a durar poco!

A mitad del programa y visto lo visto —el desastre constante que montaban en cada grabación— la verdad es que la mayoría de espectadores, tanto presentes como no, estaban de acuerdo con Jiang Cheng. Y, sin embargo, también apoyaban las ideas de bombero de Nie HuaiSang y Wei Ying, porque cuánto más alocados, más se reían ellos. Viendo el debate en sus bases entre risotadas nerviosas y gestos de negación con la cabeza, el segundo presentador no pudo más que suspirar. Aunque ya llevaba demasiado tiempo allí como para seguirse preguntando a sí mismo, todavía le surgía la duda de cuando en cuando. ¿En qué momento pensó que dejar la Informática era buena idea? Ah, sí, cuando volvió hartísimo de programar para ganarse la vida y de someterse a horarios abusivos. Total, para ceder el control prefería a su novio en la cama, de vez en cuando y quizá con unas cuantas cuerdas de por medio con las que luego podía devolverle la jugada. A Lan Huan cada día se le daba mejor lo de las cuerdas. Y a él también. Además, con la cantidad de lubricante que usaban, nunca les dolía el culo a ninguno.

-¡Qué no, A-Cheng, ya verás! -Le restó hierro Wei Ying con una sonrisa divertida, ganándose de su hermano una ceja alzada no muy convencida-. HuaiSang tiene razón, llevamos cuatro años aquí dando la turra y todavía no nos han despedido. ¡Esto hay que celebrarlo!

-Si no digo que no, pesado. -Gruñó-. Solo que no morir en el proceso estaría bien. Y que no nos despidan, tampoco.

-¿Por qué no traemos una cabra? -Sugirió Nie HuaiSang-. Y hacemos un vídeo con ella. Una cabra sembrando el caos.

-¿Por qué una cabra?

-Porque quiere una conversación de igual a igual con alguien.

-¡ChengCheng!

 -¿Qué? ¡Si lo estabas pidiendo!

-¡Pues yo apruebo lo de la cabra! -Exclamó Wei Ying, mucho más convencido de lo que debería haber sido recomendable para la salud tanto física como mental de todos los allí presentes-. Podríamos dejarla suelta por el edificio y a ver qué pasa.

Emperor's Smile [XiCheng]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora