Estrategia 2

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Día 2

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Día 2

— ¿Aún estás avergonzado? — Baji le dió una mala mirada a su amigo, quién se reía con mucho escándalo a primeras horas de la mañana, por el suceso inesperado de ayer.— Nadie sabía que te mandarían a casa después de eso...

— ¿Cómo se supone que voy a mirarla a la cara ahora?... ¡Me vió golpearme en los huevos! — Baji pateó una piedra del camino, lanzando mil maldiciones al cielo y a Nahoya por interrumpir algo que pudo haber salido perfecto.— Mierda...

— Oye, al menos sé un poco más entusiasta. Ella sí te fue a ayudar, y hasta te dejó curitas.— Su amigo codeaba uno de sus brazos con una sonrisa torcida, haciéndole recordar el dulce gesto de su compañera.

Baji había guardado esas banditas en su casa, viéndolas todo el día mientras los demás estaban en la escuela.

— Yo quería que tomara mi mano...— Mientras Baji sufría en lamentos e improperios que le dedicada al gemelo, Chifuyu recordó la escena de uno de sus mangas que había leído hace mucho, que podría servir para cumplir el deseo de su amigo.

— ¿Todavía quieres? — Baji alzó una ceja ante el tono empalagoso que utilizó Chifuyu, quedándose de pie en la puerta de la escuela.

— Es obvio que sí.— La pregunta sobraba, al parecer.

— Bien, vamos a la biblioteca.— Matsuno comenzó a correr hacia el interior del establecimiento, junto a Baji pidiendo explicaciones detrás de él sabiendo que se le había ocurrido algo que quizás sí funcione.

— Matsuno comenzó a correr hacia el interior del establecimiento, junto a Baji pidiendo explicaciones detrás de él sabiendo que se le había ocurrido algo que quizás sí funcione

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— Bien, repasemos el plan.

Habían estado escondidos durante treinta minutos en la sección de historietas hasta que la chica apareciera como cada mañana con un carrito lleno de libros que los alumnos pedían prestados de la biblioteca, siendo la encargada de organizarlos. Ambos miraban como iba de sección en sección cada vez que tomaba un libro. A veces repitiendo el lugar.

— Espera, espera.— Susurró, interrumpiendo a su mejor amigo para dedicarse a verla al menos unos segundos mientras pudiera, ya que, una de sus cosas favoritas, era ver como se esforzaba tanto en alcanzar los estantes de más arriba que no necesitaban de una escalera.— Dios, me gusta tanto...

¡Esfuérzate, Baji!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora