Los pájaros son malos y nuestro guía está perdido.

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No.

Me niego a narrar esta parte de mi historia. Fue la semana más infame, triste y horrible de mis cuatro mil y pico años de vida. Tragedia. Desastre. Perdida. No pienso contártela.



¿Por qué sigues ahí? ¡Lárgate!

Desgraciadamente, creo que no tengo elección. Sin duda Zeus espera que te cuente la historia como parte de mi castigo.

No le bastaba con haberme mandado convertida en una simple mortal, obligarme a mantener la distancia de mis cazadoras, o encomendarme la altamente mortal misión de liberar cinco importantes oráculos antiguos de las manos de un trío de emperadores romanos amantes del huachicol. Al parecer Zeus también quiere que deje constancia de todo lo ocurrido para la posteridad.

Resumen velozmente veloz: mi nombre es Artemisa, antes la diosa Phoebe Artemisa/Diana. Diosa de la caza, la naturaleza, los animales salvajes, el parto, las doncellas, protectora de los niños y las mujeres. Ahora soy solamente Diana Artemisa, una mortal obligada a servir a un amo mortal al que debo obedecer sin importar lo que me pida, ¿okey?

Para este punto ya me había enfrentado a dos emperadores y liberado dos oráculos, y había conseguido un amo mortal en el cual podía confiar que no abusaría de su poder, bien creo que podemos empezar ya.

Todo comienza con Grover, Meg y mi mejor amigo Percy.

Ahora dirás "¿Artemisa, un chico como tú mejor amigo?" Y la verdad yo tampoco me lo esperaba, pero he descubierto que puedo confiar en el para prácticamente lo que sea, el me apoya en lo que necesito y yo estoy más que dispuesta a hacer lo mismo por el. Es más ¿recuerdan al amo mortal que mencioné hace poco? Pues era el.

Habíamos recorrido el Laberinto durante dos días, habíamos cruzado fosos de tinieblas y rodeado lagos de veneno, habíamos atravesado ruinosos y grandes almacenes en los que sólo había tiendas de Halloween de rebajas y sospechosos bufetes libres de comida china.

El Laberinto podía ser un sitio desconcertante. Como una red de capilares bajo la piel del mundo de los mortales, conectaba sótanos, cloacas y túneles olvidados de todos los rincones del mundo sin respetar las leyes del tiempo y el espacio. Uno podía entrar en el Laberinto por una alcantarilla de Roma, andar tres metros, abrir una puerta y encontrarse en un campo de entrenamiento para payasos en Buffalo, Minnesota. (No daré más detalles. Solo diré que mi hermano Apolo nunca fue el mismo desde ese día)

Yo habría preferido evitar el Laberinto. Lamentablemente, la profecía que habíamos recibido en Indiana era muy concreta: "Por laberintos oscuros hasta tierras de muerte que abrasa". ¡Que divertido! "Sólo el día ungulado sabe cómo no perderse"

Sin embargo, no parecía que nuestro guía ungulado, el sátiro Grover Underwood, supiera el camino.

—Te perdiste—dije por cuadragésima vez.

—¡No me perdí!—protestó él.

Rodeé los ojos pero me abstuve de comentar nada más.

Percy ya me había explicado lo angustiado que estaba el sátiro gracias a la conexión por empatía que ambos compartían.

Supongo que tiene sentido, un sátiro que de un segundo para otro tiene que viajar con una antigua diosa de la naturaleza y una hija de la diosa de la agricultura no puede sentirse precisamente cómodo, es como si en un momento te vieras obligado a viajar con la celebridad que más admiras y la hija de otra celebridad que también admiras, supongo que cualquiera estaría nervioso y temeroso de meter la pata.

Las pruebas de la luna: el Laberinto en LlamasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora