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Chūya se levantó con el sonido de la alarma para ir a la escuela. Se alistaba después del baño, y revisaba que los mellizos estuvieran bien.

— Buenos días, mis amores.

Murmuró con una sonrisa. Ryū y Atsushi eran la razón de todas sus alegrías y de su vida. Los amaba sobre todo.

Ryūnosuke despertó, y tallaba sus ojitos con los puños de sus manos.

— ¡Hola, Ryūnosuke!

Lo saludó amigable. El azabache abrió mejor sus ojos y sonrió.

— Benos días, mami.

Respondió soñoliento.

Atsushi despertó, exigiendo ser levantado en brazos por Chūya. Se quejaba con sollozos.

— Atsushi, voy de prisa. Tengo que desayunar o se me hará tarde.

Dijo Chūya, cargando un poco al niño, y abrazando también al celoso de Ryū.

— Los amo, cositas lloronas. Pero mamá debe irse a estudiar.

Sin más que decir, recostó a cada uno de los niños y los cubrió con el cobertor. Besó sus frentes, y dió un pequeño y tierno toquesito en la nariz de cada uno, muy cariñoso.

— No den problemas a papá Oda. Él siempre ha sido un maravilloso padre. No como el idiota de Dazai.

Salió de la habitación, dejando a los niños mucho más tranquilos y durmiendo de nuevo.
Caminó hasta la cocina, donde Odasaku ya tenía el desayuno preparado, y servido sobre la mesa.

— ¿Qué es todo esto?

Estaba sorprendido, aunque no era la primera vez que Oda hacía cosas lindas por ayudarlo.

El pelirrojo mayor tomó asiento enfrente de Chūya, sobre uno de los cojines de la mesa de piso.

— Dije que te ayudaría, me lo prometí a mí mismo. Es mucho trabajo para un adolescente como tú el tener que cuidar de dos niños pequeños, estudiar y trabajar. Cocinar para tí es lo mínimo que puedo hacer. Me siento bien conmigo mismo cuando ayudo de esa manera.

Respondió serio y con sinceridad.
De los ojos de Chūya se derramaron un par de lágrimas que pronto limpió con un pañuelo.

— G-Gracias... Gracias por adoptarme, Oda-san... A mí y a mis niños... Ellos están felices de tenerte como padre, y yo también...

Agradecido, sonrió con calidez, para luego probar el desayuno, siendo observado por el joven adulto.

— ¿Te gustó?

— Es delicioso. Todo lo que cocinas sabe muy bien.

Horas más tarde, en un callejón...

Chūya caminaba con destino a su lugar de trabajo, portando su uniforme escolar. Era bastante atractivo a pesar de tener baja estatura y era un complejo para él.

Alguien lo había estado observando desde hace días, pero él ni siquiera lo imaginaba hasta que esa persona lo sorprendió por detrás, abrazándolo inesperadamente.

Se asustó.

— Estás muy lindo, mi querido Chūya. Y dime, ¿cómo están nuestros bebitos? ¿Quieren conocerme? ¿Son lindos?

Era Dazai. También había cambiado en estos dos años.
Era más atractivo y "maduro", aunque seguía siendo juguetón e irresponsable.

— ¡Basta ya, Dazai! ¡Mis hijos nunca sabrán de tí! Ellos y yo tenemos otro padre y es un hombre que en verdad se preocupa por nosotros. ¡Así que, suéltame y vete para siempre!

Ordenó molesto.

El castaño lo soltó, pero se situó frente a él, colocando sus manos sobre los hombros de Chūya y mirándolo a los ojos.

— Tienes unos ojos hermosos, Chūya. Me gustaría verlos todas las mañanas al despertar. Y dime... ¿Te casaste con alguien? ¿Hay alguien de quién estés enamorado ahora?

— Eso no te incumbe, Dazai. Yo no...

Fue interrumpido por el joven del vendaje, quien sujetó el mentón del pelirrojo y juntó sus labios con los suyos para besarlos de tierna a apasionadamente.

Después de unos segundos, se separaron.

— Estaba equivocado. En verdad, siempre estuve enamorado de tí y por eso jugué contigo a los adultos aquella vez hace dos años.

— T-Tengo que irme, Dazai. No puedo perder más el tiempo.

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