Oji Esmeralda

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Era un día como cualquier otro en la aldea de la manada de la montaña. Cada lobo hacía con fingido entusiasmo la tarea que se le fuera asignada, menos uno.

—¡SE ESCAPÓ!—gritaba un chico pelimorado viendo como por una estupidez de su parte no pudo ver como ese lobo de tamaño regular había abierto la celda mientras él perdía el tiempo en quién sabe qué.

Una mirada de furia dirigida hacia él por parte de otro lobo de aspecto temible hizo que empezara a temblar de pies a cabeza, sí, estaba muerto.

Shigaraki Tomura es el líder de la manada de la montaña. Un lobo de pelaje grisáceo con reflejos celeste y mirada asesina bañada en sangre que parecía hervir de la furia que se acaba de adueñar de él.

—ATRÁPENLO, NO PODEMOS PERMITIR QUE ESCAPE, YA SE ACERCA LA LUNA DE SANGRE—en ese momento dos lobos, uno rubio y el otro con blanco, negro y café, se pusieron a su lado para emprender la marcha en busca de ese lobo con reflejos verdes.

El pequeño lobo corría y corría como si su vida dependiera de ello, ¿qué digo? ¡Sí dependía de ello!. No podía permitir que lo atraparan otra vez, que lo enjaularan, que lo cortaran y lastimaran cada vez que otro lobo resultara herido, TODO POR SU SANGRE.

La sangre que poseía ese pequeño lobo era diferente a la de cualquier otro lobo que haya en toda Shiketsu, y tal vez de todo el mundo, quién sabe.

Su sangre era como un elixir, una pócima, un ungüento, un remedio para los males de quien la probara, -era una cura- . cura a cualquier cosa, menos a la muerte. Pero eso no lo sabían esos lobos que lo perseguían y no escuchaban razones. Y no había razón que los hiciera cambiar de opinión porque según ellos tenían algo que no iban a perder por nada del mundo costara lo que costara obtenerlo.

La inmortalidad

Todo el que escuchara eso pensaría que estaban locos, incluso el pequeño lobo así lo creía, pero ellos no, sabiendo de lo que el pequeño lobo fue capaz.

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—¡Izuku, ven aquí cariño!—gritaba una mujer de cabello verde y tamaño pequeño, algo gordita, pero su sonrisa demostraba que estaba rellena de pura dulzura y amor.

—Awuuuu—aullaba un pequeño lobo de pelaje y reflejos verdes mientras se acercaba corriendo hacia su madre muy alegre, contagiándole esa alegría a su madre que lo miraba con todo el amor del mundo.

Ese cachorro se transformó ahora en un niño, un niño precioso con pequeñas pequitas que lo hacían ver más adorable mientras sonreía. Se acercó y abrazó a su madre muy contento esperando poder contarle las aventuras y sus descubrimientos en el bosque.

—¡Mamá, adivina lo que vi! ¡Adivina mamá!—decía el pequeño niño con los ojos brillantes de la emoción.

—Umm...—musitaba bajito la mujer mientras fingía pensar—¿Un arcoiris?.

—¡No! ¡Adivina,adivina!—exclamaba con energía el chiquillo tomando del mantel a su madre y dando pequeños saltitos por la euforia que lo consumía porque su madre no adivinaba.

—Umm...—volvía a pensar la mujer sabiendo que a éstas alturas el pequeño estaba a punto de explotar y no tardaría mucho en decirle—Será...—el pequeño se tapaba la boca con ambas manos para no soltar lo que se supone era una "sorpresa" para su madre%Umm... Será un-

Juguemos en el bosqueWhere stories live. Discover now