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Al igual que en los demás casos, está vez tampoco habían dejado pistas.
Ya había pasado una semana y la joven identificada como Aome Higurashi aún no había despertado, las heridas que tenía su cuerpo solamente eran superficiales, el problema era el trauma que había llevado, era como si su cerebro se hubiera envuelto en una burbuja para su autoprotección.

Sesshumaru había estado al pendiente de ella, pues era una testigo importante y quizás podría tener información que le ayudara a resolver el caso.
Día y noche se sentaba junto a la cama de Aome, se preguntaba porque habían decidido atacarla precisamente a ella. Y se culpaba por haber llegado tarde, si tan solo hubiera podido resolver el mensaje dejado en su parabrisas esa mujer no estuviera en ese estado y su esposo aún estaría con vida.
Pero lo que lo atormentaba no solamente era eso, era la noticia que tenía que darle, si es que ella llegara a despertar.

- ¿Aún no ha despertado? - preguntó Sango entrando en la habitación.

- No ella, no lo ha hecho - respondió Sesshumaru en un suspiro - me preocupa que no lo haga, he estado al pendiente de ella, quiero que cuando despierte me diga todo lo que recuerde.

- Señor - dijo Sango - con todo respeto, pero si despierta, debe de preguntar con tacto, ella seguramente tendrá traumas, no querrá dañarla más, además las noticias que tiene que darle son demasiado fuerte.

Sesshumaru miró a la azabache, su rostro estaba pálido, y sus ojos estaban cerrados, se preguntaba cómo reaccionaria al saber todo lo ocurrido, pero Sango tenía razón, lo primero era esperar y ser pacientes, quizás después ella pudiera contribuir en su investigación.

- Sango, por favor quédate a su lado - dijo el peliplata - iré a mi departamento a tomar un baño, regreso más tarde.

- Vaya y descanse en su casa, señor, no debe preocuparse por ella me quedaré toda la noche vigilando, si llegara a despertar inmediatamente me comunicaré contigo.

- Por favor Sango, cualquier cosa no dudes en llamarme, ella es muy importante... La investigación depende de ella.

Sesshumaru salió de la habitación no sin antes echarle un último vistazo a la azabache.
Sango tomó su lugar y cogió su celular, colocó unos auriculares en sus oídos y puso su música favorita, si estaría despierta cuidando de esa mujer al menos escucharía música de su agrado.

Era un poco más de media noche cuando, el sueño comenzaba a vencerla, no entendía como Sesshumaru había aguantado tantas noches en ese lugar, aparte de incómodo era demasiado fastidiado el sonido constante de las máquinas.
Se puso de pie y decidió bajar a la cafetera por un café, estiraría los pies y con suerte el sueño se desvanecería de ella.

Tenía menos de dos minutos que Sango había bajado a la cafetería cuando la puerta del cuarto de Aome se abrió nuevamente. Un hombre alto se acercó a la cama, su mirada estaba llena de tristeza y de arrepentimiento, mucho mucho arrepentimiento.
Saco unas tijeras y con cuidado tomó un pequeño mechón del pelo de Aome.

- Lo siento - dijo en voz muy baja - lamento todo lo ocurrido, te prometo que no dejaré que nadie más te vuelva a dañar, tu...tu eres diferente.

Dicho eso el hombre salió de la habitación, tan rápido como había llegado, no quería que nadie lo viera en ese lugar.
Aome siguió inconsciente, pero si Sesshumaru estuviera ahí ya estaría albergando muchas esperanzas, la mano de Aome tuvo un ligero movimiento.

Pasaron otros tres días y Sesshumaru había comenzado a perder las esperanzas, entre él, Miroku y Sango se dedicaban a vigilar a la azabache, no podían confiar en nadie más la seguridad de la futura testigo.

Era el turno de guardia de Sesshumaru, se encontraba sentado al lado de la cama donde se encontraba Aome, habían buscado a más familiares de ella o de su difunto esposo, pero al parecer vivían solos, sin demás familia. Esa mujer se había quedado completamente sola.

BESOS AMARGOS  (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora