3. La presentación.

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Había pasado un mes desde que Aome se había ido a vivir con Sango. La confianza entre ellas no había avanzado mucho pero, por lo menos ahora podían tener una que otra conversación de más de quince minutos.

Sango todos los días se iba temprano a trabajar, dejando sola a la azabache en el departamento, la cual se aburría demasiado, se pasaba el día limpiando, viendo televisión o leyendo uno que otro libro.
En la tarde preparaba la comida para recibir a Sango, era la manera que ella quería retribuir el hospedaje que Sango le brindaba.
Intentaba pasar el mayor tiempo posible ocupada, quería despejar su mente y no pensar en las desgracias que le habían sucedido. El miedo aún estaba en ella, tenía miedo salir a la calle, tenía miedo abrir la puerta pues la última vez que lo hizo todo lo malo le ocurrió.
Por la noches lloraba en silencio, quería justicia para su hijo y para su esposo pero, era realista, la justicia no llegaba sola tenía que salir a buscarla por su cuenta, pero para eso debía vencer sus miedos.
No era estúpida para enfrentar sola a esos delincuentes, lo único que podía hacer era ella misma buscar las pistas y entregarlas a alguien de confianza como a Sango o a Sesshumaru...

Se había dado cuenta que Sesshumaru era un hombre muy reservado y un tanto solitario, no lo había visto sonreír ni una sola vez y las pocas veces que se había dirigido a ella lo había hecho para preguntar sobre ese día. Quería conocerlo un poco más, quería saber si él era un hombre de confianza, si lo era ella colaboraría en todo lo que pudiese para poder hacer que su esposo descansara en paz.
Esa noche la comida se enfrió y Sango no llegó, le resultó demasiado extraño pues Sango siempre llegaba temprano o por lo menos se tomaba el tiempo de avisar, esperó durante una hora en el comedor pero cuando se dió cuenta que ella no llegaría decidió subir a dormir.

Estuvo debatiendo durante un tiempo si debía contactar a las otras víctimas de los ataques, tal vez encontrara en ellas una fortaleza para superar todo lo ocurrido.

Al día siguiente cuando se despertó su nariz se vió invadida por un delicioso olor, entró al baño y tomó una rápida ducha y decidió bajar a la cocina.
Sango se encontraba preparando el desayuno, desde que vivía con ella nunca antes la había visto cocinando tan temprano, no es que ella no supiera hacerlo simplemente que iba al trabajo muy temprano, por lo que nunca estaba durante el desayuno y el almuerzo.

— Buenos...buenos días — saludó Aome.

Sango levantó la cabeza y sonrió — Buenos días Aome, hoy decidí preparar el desayuno, espero y te gusten los huevos estrellados y el jugo de naranja.

Aome asintió y se sentó en la mesa, Sango sirvió la comida y siguió hablando.
— Decidí tomarme el día, hablé con el agente Sesshumaru y dijo que no había problema, quizás quisieras ir de compras conmigo.

— ¿De compras? — preguntó Aome, su miedo a salir a la calle aún no era superado.

Sango pareció entender el temor de Aome, puso su mano sobre la de la azabache y sonrió para intentar tranquilizarla.

— Se que tienes miedo, y no te culpo, cualquier mujer que pase por algo como lo que te ocurrió tendría miedo hasta de asomarse por la ventana, y es comprensible, pero no vas a superar tu temor si estás encerrada en esta habitación veinticuatro horas al día, debes de seguir con tu vida.

Aome dejó su cubierto en el plato y se puso de pie, no quería que le recordarán lo ocurrido, aún dolía demasiado y las palabras de Sango eran como echarle sal a la herida.
— Voy a pensarlo — dijo Aome poniéndose de pie, llevó su plato al lavabo y al terminar se disculpó con Sango y se retiró a su habitación.

Sango suspiró al ver que se quedaba sola nuevamente, pero se había propuesto sacar a la azabache de esa depresión y no tenía pensado fallar en su reto.
Siguió a la azabache a su habitación, si tenía que convencer a Aome de salir del departamento haría todo lo posible para hacerlo, Aome necesitaba amigos, terapia y confianza.

BESOS AMARGOS  (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora