CAPÍTULO 5

372 25 1
                                    

Me fui con rapidez hacia la inmensa cocina hecha de piedra beige, ignorando a la poca gente que se acercaba a mí. Abrí las grandes puertas y nada más entrar, un olor a comida recién hecha invadió mi nariz. Intenté ignorar el rugido de mi estomago y me dirigí hacia una enorme mesa, que estaba a mi derecha, y me senté en una silla de madera junto a algunos esclavos, que algunos estaban descansando y que me miraron con curiosidad casi de inmediato.

Busqué rápidamente a Alice y vi que estaba fregando un par de ollas con agilidad. Un par de esclavos que me habían visto entrar, se acercaron a Alice con prisa y, supuse, que la avisaron de mi presencia porque clavó su mirada en mí al instante.

Se acercó con una cara de confusión, mientras se secaba el agua de las manos con un trapo de color beige, auqnue estuviera un poco sucio, que iba a juego con el color de la cocina. Cuando llegó hasta la mesa se sentó a mi lado y me preguntó:

— Brenda, ¿qué estás haciendo aquí? —me acarició el brazo sin saber que me pasaba, claramente sorprendida por verme allí en ese justo momento.

La miré durante unos segundos y comencé a explicarle lo que acababa de ocurrirme, como una auténtica dramática, mientras ella me escuchaba atentamente. Después de explicarselo, Alice me miró con cautela, apretando sus labios, intentando no reírse de la situación que le acaba de contar.

— Haber si lo he entendido bien —comenzó ella—, ¿me estás diciendo que un chico, que resulta ser tú primo, te ha besado y guiñado un ojo sonriendote raro? —preguntó Alice con un tono burlón mientras yo asentía, confirmándolo.

Aunque cuando se lo confirmé, no pude evitar lanzarle una mirada que la podría haber matado perfectamente cuando comenzó a reírse a carcajadas. Con ella, comenzaron a soltar risitas disimuladas algunos esclavos que estaban sentados también en la misma mesa y, que hacían lo posible por no mirarnos. 

Unos pocos minutos después cuando paró de reír bajo mi seria mirada, me miró expectante, cosa que yo reconocí casi al instante y le lancé otra de mis miradas enfadada cuando supe a qué se refería.

— No —contesté cuando comenzó a bajar y subir las cejas al mirarme.

— Mentira —rió de nuevo. ¿Por qué me conocía tan bien?—. Vamos Brenda, admitelo, ¿es guapo? Necesito una descripción física.

Yo suspiré con molestia y vi que ella me miraba con diversión. ¿En qué momento se me había ocurrido venir a la cocina para escapar de Adonis y contárselo a la cotilla sabelotodo de Alice?

— Vale, tú ganas —contesté unos segundos después, mirándola con mala gana y ella sonrió expectante ante mi respuesta—, es guapísimo.

Por un momento me quedé pensando en cómo era pero no tardé mucho en olvidarlo, empujando mi recuerdo lejos de mí para volver a centrarme en mi amiga que tenía clavados en mí sus ojos azules con una sonrisa victoriosa.

— Alice, no —dije al ver su sonrisa perversa—. Te conozco, ni se te ocurra molestarme con el tema. Es mi primo.

— Técnicamente no es tu primo. Tú tía es adoptada, así que no tenéis absolutamente nada en común. Es como si te acabaran de presentar a un desconocido —me miró pensativa durante un segundo—, bueno, en realidad, es lo que acaban de hacer.

— No empieces. Es mi primo, te guste o no. Y, aunque no lo fuera, me cae mal —admití—, es demasiado arrogante y me da la impresión que es ese tipo de personas que solamente le importa él mismo. Como Jir —dije con una mueca de desagrado, tal vez no éramos primos de sangre, pero en eso, por lo que había visto, eran iguales.

Nuestra conversación fue tristemente interrumpida cuando escuchamos la dulce voz de mi hermana al entrar en la cocina, preguntando por mí. Su sonrisa se ensanchó cuando me vio y se acercó decidida hasta la mesa donde me encontraba. Yo solo puse los ojos en blanco, sabía perfectamente que estaba haciendo aquí.

— Supongo que ya sabes lo que ha pasado, ¿verdad? —le preguntó mi hermana a Alice.

— Sí —contestó ella con una mirada cómplice—. Tú hermana no me ha dado ninguna descripción del muchacho —puso una mueca triste.

— ¿De verdad, Brenda? Te has saltado lo más importante —dijo Alissa y nos reímos sin poder contenerlo.

— ¿Se puede saber qué está haciendo aquí el trío del cotilleo? —se acercó Vairon.

Sonreí al verlo, era una de las personas que mejor me caía de la mansión, es decir, de mi vida, aunque me sacaba de quicio más veces de las que me gustaba, sobretodo con el mote que nos había puesto a Alissa, Alice y a mí cuando nos veía juntas, que no eran pocas veces. Según él, el nombre era porque siempre cuchicheabamos a escondidas, aunque eso no era cierto; no lo hacíamos a escondidas.

— Cosas de chicas, hermanito —le dijo Alice parando de reír para dedicarle una mirada a Vairon, claramente intentando echarlo de nuestro alrededor para poder continuar con la conversación.

— ¿Cosas de chicas? —repitió— yo también quiero saberlo —dijo con cara de súplica.

Nos miramos entre nosotras y sonreímos con complicidad para después decirle que era un secreto del trío de las cotillas. Él rió negando con la cabeza y se dio la vuelta para marcharse, pero no tardó en girarse de nuevo y mirar a su hermana.

— Espero que vuestro secreto no sea muy largo porque los platos no se friegan solos, Alice —le dijo mirándola por encima del hombro.

— Vairon, hermanito... —comenzó a decir Alice con un tono amable y suave.

— No, Alice, yo estoy cocinando —la interrumpió y se marchó definitivamente.

Cuando estuvo lo suficientemente lejos, mi amiga mostró su dedo corazón a las espaldas de su hermano con una sonrisa fingida. Reí negando con la cabeza, esperando que, después de la bendita interrupción de Vairon se hubieran olvidado de nuestra principal conversación. Pero, por desgracia, no fue así.

Me miraron atentamente. No hizo falta ni que hablaran para saber lo que estaban esperando que dijera. Suspiré y, finalmente, tuve que hablar.

— Bien, Adonis es muy guapo, atlético, su pelo es castaño un poco ondulado, sus ojos son marrones. Iba vestido con un traje negro que le quedaba bien y su mano estaba fría y se le notaban algunas venas en ella —dije con velocidad, intentando que me dejaran en paz porque estaba comenzando a notar mi rubor.

Cuando miré a mi hermana y a mi amiga, vi que estaban boquiabiertas mientras me miraban divertidas. Antes de poder preguntar qué era lo que pasaba, Alice habló.

— Parece que te has fijado bastante. Estoy segura de que no te aburrirás en el Instituto —rió con Alissa.

— No —continuó mi hermana—, yo tampoco creo que se vaya a aburrir, va a estar entretenida. Aunque, no te distraigas demasiado y respeta mis cartas y respondelas.

— Vaya complot contra mí que acabáis de hacer —puse mis ojos en blanco y luego reí junto a ellas.

LA ROSA NEGRA Donde viven las historias. Descúbrelo ahora