CAPÍTULO 26

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Las cosas para todos ocurrieron de la manera monótona en que lo habían organizado. Lucia y Orazia hicieron un progreso agradable con la relación que creían destruida; Esteban seguía matando su propio cuerpo por causa de la carga laboral, y Sofía... Ella hacia su mejor papel al lado de su lindo niño, mientras trabajaba, preocupándose a cada minuto, por la recuperación de Leo.

Tal como lo había dicho, en cuanto se despertó, ayudó en algunas labores de la casa, despidiéndose desde muy temprano de Lireto y los demás, organizando las pocas cosas que había llevado.

Al llegar la hora en que debía irse, caminó con nerviosismo, temía dejar solo a Lireto, una cosa era haberlo visto durante esos cortos días, ayudando para bajar la caída emocional que sentía constantemente, era la principal razón por la cual no reclinar en insistirle para aceptar la propuesta que le había hecho hace tan solo, dos días.

Ti rifiuti ancora di venire con me, vecchio mio?, (¿Aun sigues negándote a ir conmigo, mi viejo?) — sus manos fueron guiadas a las del noble hombre, quien mostraba en su postura, dolor por la despedida —figlio mio, non credo che sarà possibile, non per ora... Prima... Prima ho bisogno di tempo, di spazio tra queste mura, (mi niña, creo que eso no será posible, no por ahora... Primero... Primero necesito tiempo, algo de espacio en estas paredes).

A pesar de querer insistir, todo en Lireto le exclamaba que no serviría, no sería efectivo seguir en ello, solo le dio un prolongado abrazo, acompañado de un tierno beso, dejando de esa forma, la despedida a días poco precisos, sin saber exactamente, la fecha en la que tendrían la oportunidad de volverse a ver.

Tomó sus maletas, y con el brazo agitado, se despidió mientras el taxi comenzaba con su viaje. Allí, dentro del vehículo habló por última vez con Sofía, indicándole que estaría en el vuelo dentro de poco tiempo, y tal como lo había prometido, llegaría justo al instante que prometió, para continuar con su rutina.

Y, con los recuerdos despertados en aquel viaje, junto a las pronosticaciones de lo que vendría, siguió con sus planes de continuar con su vida, junto a la de su infante, nada la detendría, y si Orazia así lo quería, su relación mejoraría, con grandes pasos, tal como debió haber pasado.


|Miércoles 04 de marzo 2020, Bogotá-Colombia, 2:47 a.m, 12°|


En cuanto su vuelo aterrizó, tomó uno de los taxis que ofrecía el aeropuerto, indicando que la llevasen a su hogar, en donde, por motivos evidentes, Sofía se encontraría allí, con su hijo.

Salió del auto, un tanto cansada, después de casi una hora en espera a llegar. El hombre le ayudó con su equipaje, que se había visto multiplicado de cómo empezó, a causa de los regalos que traía para cada uno de ellos, siendo el más grande e importante, el de su amiga, sabía que le encantaría.

Al entrar, abrió con las llaves de repuesto que conservó, siendo lo más silenciosa que sus habilidades le permitían, acomodando todo en la sala de su hogar, para comenzar a caminar en dirección de su cuarto, sin zapatos para no despertarlos.

Encontrándose con su querida amiga, tecleando muy inmersa en su computador, sobre la cama que dejó, teniendo los mismos tendidos que le aplicó. Con la sorpresa de encontrarla despierta, cerró la puerta despacio, y comenzó hablar —Sofí... ¿por qué estás despierta a esta hora? — en cuanto notó mejor el rostro de su amiga, logró observar lágrimas recién en sus mejillas, junto a la sequedad de las demás, preocupando a la joven de inmediato.

—¿Por qué estás llorando?, ¿le pasó algo a tu madre, hermana?... O, ¿algo le pasa a Leo? — necesitaba urgentemente que le respondiera aquellas preguntas, sin que le ocultase algún hecho o situación. Su alarma era totalmente justificable; después de todo, no había visto en ella, esa mirada perdida, junto al dolor que percibía.

Secretos Desvanecidos Vol. IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora