CAPÍTULO 30

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El efecto que aquel beso efectuó en ella, la dejó por completo perpleja, no fue capaz en ningún momento de lo que resto de noche, dormir, simplemente, por mucho que lo haya intentado, tan solo su mente viajaba entre recuerdos del pasado, esos mismos en los que inocentemente creyó en todas las palabras que le profesó Dante, temía que las cosas terminarán de la misma forma, y sí, podía ser algo extremista, pero... Era un intento nulo el no poder conectar su propia experiencia con lo que estaba ocurriendo.

Lo irónico en la situación, no era más que Esteban durmió plácidamente, con la tranquilidad que hace mucho había arrojado en el precipicio de su vida, supo por esa noche lo que en verdad deseaba, la respuesta por la que estuvo añorando desde el momento en que se percató de lo cerca en que tenía a la misteriosa heredera fugitiva.

Lucia preparó a su hijo para el día estudiantil, mientras sacaba de sí la maña para demorarse lo que más podía y así, llegar, aunque fueran unos minutos tarde al trabajo, sin notarlo, pero deseándolo, evitaría lo que más pudiera a su jefe, si es que ahora, en ese instante era correcto llamarlo de esa forma.

—Mami, pronto será el baile del colegio, ¿mis abuelos vendrán?, es que ayer que le recordé al abuelo Lireto, no me respondió, y aun la abu Lia no sale en las llamadas.

Ya estaban en la puerta, esperando a que la ruta pasara por el pequeño, haciendo que el impacto llegara cargado de realidad, al recordar que no le había mencionado ni una sola cosa sobre la muerte de su amada señora, a su joven hijo —amor, creo que no podrás asistir a la presentación, es que en unas dos semanas viajaremos, iremos a Italia, cariño.

—¿Italia?, eso es fantástico mami, veré a los abuelos, conoceré toooodo de Bérgamo... Pero... ¿Y Artemisa?, yo soy su pareja en la presentación — la mente de Lucia se ocupó por las palabras de su pequeño, era casi como ver un bebé que llora al ver que su madre se va a trabajar —así que... Artemisa, wow, estás cada vez más unido a ella.

—No es eso, es solo que tengo que tener palabra, y yo soy su pareja, de baile, nada más, no me digas cosas de esas — las morenas mejillas del chico, se tornaron de un carmesí potente, uno que, al igual que a su madre, lo delataba —ok, no seguiré, pero pues amor, Artemisa puede bailar con otro amiguito, ella entenderá — los brazos del pequeño se cruzaron sobre su pecho, haciendo un puchero en ello —pero es que hice algo para que Artemisa pudiera estar ahí, y si yo no bailo con ella, Alexander será su pareja, y no quiero.

Los ojos de Lucia denotaron alegría, a la vez, confusión, le daba gracia los evidentes celos que su hijo estaba demostrando al tal niño mencionado, pero al tiempo, le desconcertaba imaginar, que, a tan pequeña edad, ideara planes, para darle a la chica que le gusta lo que ella quería.

—Luego, ¿qué fue eso que hiciste para que Artemisa estuviera en el baile? — el niño cerró su boca, viendo a la distancia como llegaba su ruta, zafándose de la mano de su madre, para correr hasta ella, pronunciando tan solo —adiós mami — ella sonrió ante la retirada que su hijo le estaba brindando, observó hasta que el auto estuviera tan lejos que ya no fuera reconocible y se adentró a su hogar, para terminar con su monótona rutina de arreglo.

Terminó con los detalles, y salió de su casa, despidiéndose antes de la jovial señora Laura, quien estaba dándole de comer a uno de sus nietos, el cual, estaba más pendiente del televisor que de la cuchara que su abuela le brindaba.

(...)

—Lucia, ven por favor — le escribió Esteban desde su oficina, hasta el celular que Sofía le había encomendado —Sí señor, ya voy — dejó sus cosas, llevándose tan solo la libreta, aunque hubiera aceptado reemplazar a su amiga, no descuidaba su trabajo como la secretaria de recursos humanos, todo de la manera más eficaz posible.

Secretos Desvanecidos Vol. IWhere stories live. Discover now