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 Mi madre apaga el motor cuando estacionamos en los aparcamientos habilitados junto a la excavación. 

-Nos serás de gran ayuda -vuelve a repetir por décima vez mi madre mientras le dirige una calidad mirada a Khalid, quien está sentado en la parte trasera del coche, justo en el centro, para que no se maree. 

Sé que está increíblemente emocionada por la presencia de Khalid en la excavación, de hecho, estoy más preocupada yo que ella. Khalid no está preparado todavía para esta vida. Apenas lleva  semanas aquí, no podemos dejarlo que vaya por ahí hablando con la gente. 

¿Siguen los gobiernos apresando gente por ser... diferentes al resto? ¿Existe el Área 51?

-¡Val! -me llama mi madre desesperada. 

La veo parada junto a la ventana del copiloto. 

-Estamos esperando a que salgas para cerrar el coche -señala, a la vez que me mira como si me hubiese quedado en el limbo. Sinceramente, hasta Khalid me está mirando de ese modo. 

-Sí... Perdona -respondo de forma atropellada mientras salgo del coche con una torpeza que nunca antes he tenido la oportunidad de experimentar. 

Khalid frunce el ceño. 

-¿Te pasa algo? -pregunta mientras camina a mi lado, dejando a mi madre caminar por delante de nosotros a paso bastante más rápido. 

-Estoy bien -aseguro, y esbozo una gran sonrisa en su dirección. 

Él me la devuelve. 

-¿Crees que me dejarán quedarme con algo? -pregunta esperanzado mientras saludo al guardia de la excavación con la mano. 

Carraspeo. 

-Lo siento, pero no creo que permitan que te quedes con algo -respondo con total sinceridad y pesar. 

-Oh, vaya -se lamenta. 

Está tan... normal con su ropa de excavación. Mi madre ha logrado crear el conjunto de ropa perfecto para la ocasión; las botas robustas, los pantalones con amplios bolsillos y la camisa de color beige a conjunto. Parece uno más de la familia. 

-Al menos tendré la oportunidad de ayudarte, Val -asegura con una sonrisa mientras le da un suave apretón a mi hombro. Sus palabras y ese sencillo gesto me sacan la sonrisa más sincera de todo el día. A pesar de que tan solo son las ocho de la mañana. 

-Estoy tan... impresionada contigo, Khalid -confieso mientras aparto la mosquitera de la carpa de la excavación y le dejo pasar-. Nunca, desde que te conozco, has duda en ayudarme. Estoy inmensamente agradecida por ello. 

Khalid se gira y clava los ojos azules en mí. Sus mejillas se tiñen del más sutil de los rojos. 

-Gracias -susurra. 

-¡Buenos días, chicos! -saluda Alfred, el británico que está de prácticas en el Museo Británico de Londres, quienes lo han enviado hasta aquí para participar en la excavación-. Os traigo un regalito, Valentina -anuncia mientras deja una pesada caja de madera chapada sobre la mesa del centro de la carpa de color crema. 

Sus ojos azules se clavan en Khalid y, antes de alzar la mano para estrecharla con la de él, se pasa una mano por su corto pelo del color de la arena. 

-¿Qué pasa, tío? Soy Alfred -saluda mientras extiende la mano hacia Khalid, que lo mira sin saber reaccionar. 

-No habla inglés -le explico a Alfred, que está sin duda algo ofendido porque Khalid no ha correspondido su saludo. 

LA HIJA DEL TIEMPO (ANTIGUO EGIPTO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora