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-Muchas gracias por la cena, de verdad -se despide mi madre de Sebastian en la puerta. Noto cómo él quiere inclinarse más cerca de ella, acortar la distancia, invadir su espacio, crear intimidad... Pero mi madre permanece en su sitio, ella no se da cuenta, no pilla las indirectas, no entiende el lenguaje de Sebastian. Y supongo que yo sí lo hago por el simple hecho de que lo veo todo desde fuera. 

A pesar de que sé que a él le gusta, no me agrada él tanto como debería, dado que es buena persona por lo que sé. Sebastian es de ese tipo de hombres que pretenden sustituir a mi padre. Ser el padre del que no he podido disfrutar antes e intentar compensar esa falta. Pero el caso es que yo no tengo ninguna falta. Sí, me habría gustado estar con mi padre porque mi madre me ha hablado de lo genial que era, pero dado que no lo conocí... no lo extraño. Puede sonar frío pero una no puede echar de menos algo que nunca ha tenido. Y, además, mi madre ha hecho un "trabajo" excelente. Habría estado guay tener un padre pero no creo que mi madre no haya hecho cualquiera de las cosas que un padre haría. 

-¡Adiós, chicos! -se despide Sebastian desde la puerta mientras agita una mano hacia Khalid y yo. 

Mi madre suspira pesadamente cuando cierra la puerta, y nos observa a Khalid y a mí, parados en el centro del salón. 

- Ha sido un día largo, deberíamos irnos todos a la cama -sugiera ella mientras se acerca a nosotros y se remueve el pelo con la mano. 

- Sí -concuerdo, sintiéndome realmente cansada desde que salimos del hospital-. Quizás Khalid podría dormir en mi habitación... y yo podría dormir contigo -sugiero, mirando primero a mi madre, y después a él, asegurándome de que entiende las palabras que uso, y que no me estoy desviando del vocabulario que él usa. 

- ¿Puedes venir un momento a la cocina? -me pide mi madre, haciéndome un gesto con la mano. 

Frunzo el ceño con fuerza mientras la sigo hasta la cocina, y dejamos a Khalid solo en el salón.

- No creo que sea buena idea dejarlo solo en tu habitación -susurra mi madre, apoyándose contra la encimera de color crema, a juego con los muebles de corte moderno-. ¿Y si se escapa? 

- ¿Cómo que "y si se escapa"? -pregunto casi indignada-. Mamá, no es nuestro prisionero. 

Mi madre me pide que baje la voz con la mano. 

- Lo sé -asegura entre dientes-. Pero si no lo devolvemos a su tiempo... O sea, es que ni me creo lo que estoy diciendo -suelta mientras se vuelve a pasar una mano por el pelo con nerviosismo-. No sabemos cómo funcionan estas cosas, Valentina, pero si hay leyes sobre esto quizás las estemos rompiendo y quizás estemos alterando el tiempo, la historia... Todas esas cosas. 

Tomo sus manos entre las mías y hago que se centre. 

- Esos son muchos "quizás", mamá -gruño yo ahora entre dientes-. ¿Puedes relajarte un momento, por favor? Necesito a mi madre centrada. 

Ella inspira hondo, sus ojos azules brillan bajo la tenue luz. Tiene mucha presión pero necesito que se haga cargo de esto, que actúe como siempre, que sea inteligente como en su trabajo. 

- ¿Y qué hacemos? ¿Duermo yo con él? -pregunto con falsa inocencia, sabiendo que eso devolverá a mi madre al mundo actual. 

- ¿Se te ha ido la cabeza? -pregunta mi madre indignada-. No vas a quedarte tú vigilándolo -asegura, negando con la cabeza, sus rizos rebotando de un lado para otro, justo lo contrario de lo que hace mi pelo liso. 

- ¿Y te vas a quedar tú? -pregunto mientras levanto las cejas casi tan alto como es humanamente posible-. ¿No tienes trabajo mañana? 

- ¿Perdona? -suelta mi madre en voz alta, más indignada que antes, si cabe-. ¿Tengo? Te recuerdo que tú también trabajas allí, jovencita. 

- Pero a mí no me pagan -suelto mientras cruzo los brazos sobre el pecho. 

- ¿Todo bien? -pregunta Khalid mientras asoma la cabeza por la puerta de la cocina. 

Mi madre y yo clavamos nuestras miradas a la vez en él, y retrocede un pequeño paso. 

- Todo bien -asegura mi madre-. Valentina te acompañará a una habitación -asegura mientras mi madre me da un pequeño empujoncito y me susurra cerca del oído y entre dientes-. Está bien, que se quede con tu habitación, cerraré la puerta principal con llave. 

***

- La cama es tremendamente cómoda -asegura mientras se sienta en ella-. ¿De qué está hecha? -pregunta mientras agacha la cabeza entre sus piernas y comienza a toquetear todo. 

- Creo que es madera de contrachapado -respondo sin interés, fijándome más en el hecho de que lleva puesto un chandal azul marino que me pertenece. Sí, Khalid lleva ropa de chica, pero no se lo hemos dicho. No es que hubiese mucho tiempo para ir al centro comercial a comprarle ropa de chico y, desde luego que mi madre no guarda nada de ropa de mi difunto padre. De todas formas, él nos ha dejado claro que esa ropa le parecía extremadamente cómoda. Sí, el poliéster, a pesar de ser un material de mierda, suele ser cómodo. 

- No sé lo que es eso -asegura, volviendo a levantar la cabeza-. Bueno, ya puedes retirarte -dice mientras me hace un gesto con la mano. 

- No estás en palacio. Lo sabes, ¿verdad? -dice mi madre mientras asoma la cabeza-. Además, nadie se va a la cama en esta casa sin lavarse los dientes. Toma -dice mientras le lanza un cepillo de dientes de hotel-. Siempre tratamos con respeto a nuestro invitados, Khalid, pero aquí ya no eres principe, y mi hija no es tu sirvienta -suelta con tono mordaz antes de lanzarme una mirada de advertencia a mí, supongo que pidiéndome que establezca más límites. 

- Deja que te ponga un poco de pasta de dientes -le digo mientras tomo el cepillo de dientes de su mano.

Khalid se queda ensimismado con su reflejo, absorto en el chico que le devuelve su azul mirada. 

- Sabes -dice sin apartar la vista del espejo, aunque ahora observa mi reflejo-, yo no pienso que seas mi sirvienta. De hecho, tampoco lo eras en palacio. ¿Una sierva del faraón? Sí. Pero desde luego que no una sirvienta -asegura antes de meterse el cepillo en la boca. 

Hace una mueca y escupe en el lavabo. 

- ¿Qué veneno es este? -pregunta, mirándome con odio por el rabillo del ojo. 

- No es veneno -aseguro, abriendo el grifo para dejar salir el agua-. Al menos, no para ti. Solo mata bacterias. 

- Val... No me des nunca más algo así, por favor -me pide con los ojos llorosos por la fuerza de la menta porque supongo que ni se me pasó por la cabeza que alguien como nosotros estaría acostumbrado ya a años de menta fresca mientras que alguien como él, ni siquiera la habría saboreado antes en todo su esplendor dentífrico, que nada tiene que ver con la planta. 

- No te preocupes -digo mientras acaricio con cautela su espalda-. Mañana compraremos la infantil para ti -aseguro con una ligera risa. 

***

- Mañana lo harás mejor -aseguro mientras cojo mi pijama de uno de mis cajones y le lanzo un camisón de dormir largo, que es lo más parecido que tengo a su ropa de dormir habitual-. Espero que duermas bien en mi moderna cama -suelto mientras le guiño un ojo y cierro la puerta de la habitación tras de mí, esperando a que Khalid duerma toda la noche y no haga nada raro. 

LA HIJA DEL TIEMPO (ANTIGUO EGIPTO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora