Parte 2: El padrino

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Nos acercamos a un grupo de personas que comían a las afueras de una tienda y les pedimos de favor que nos prestaran un celular, para poder llamar al padre de Dante quien podría ayudarnos a recuperar lo robado, nos observaron y me preguntaron si era a mí a quien le habían robado, respondí que sí y luego nos negaron el favor, aparentemente no deseaban ganarse ningún problema con lo ocurrido.
Le mencione a Dante que a dos cuadras en un establecimiento llamado la viña, podríamos encontrar un teléfono público, corrimos hacia haya, mientras corría, sentía cierta emoción por el vértigo de lo acontecido y por el deseo de generar justicia, corrimos con la misma sensación que sentirían los policías que van detrás de un ladrón con el estoicismo del llamado del deber. Llegamos al teléfono público, Dante saco algunas monedas y marco los números, yo miraba a las personas que transitaban con cierto sigilo, como las hojas de un árbol que temen ser atentadas por la vil naturaleza del hombre con toda impunidad. A pesar de mi aplomo, ya no encontraba tranquilidad alguna en las calles, por más provista de seguridad que nos rodeara, era como si caminara en un campo enemigo al asecho de ser emboscado. Pasado algunos minutos Dante coordino con su padre para encontrarnos a una cuadra de donde estábamos en la esquina de un conocido centro comercial. Mientras esperábamos recordé que en el santo de mi amigo había tenido una penosa anécdota con respecto al vehículo de su padre, en el cual regurgite todo lo que libé esa noche, y eso me originaba un profundo bochorno.
Un auto modelo matiz de color plomo anuncio la llegada de nuestro salvador, Dante se apresuró a realizar la conferencia del caso, informándole resumidamente todo lo ocurrido, él analizo en silencio la rentabilidad del préstamo de su ayuda y dubitativo accedió a poner en marcha la recuperación de lo robado. Subimos en la parte posterior del auto, mientras tanto él solicitaba refuerzos por el celular, llamaba a antiguos amigos de infancia y familiares que indispensablemente acudirían al llamado, mientras lo hacía, recordó la complicidad del primer cigarrillo y la primera de muchas cervezas que se terminaría tomando con sus amigos y familiares, trajo a su mente las peleas de barrio que curiosamente nunca se sabía quién las empezaba, pero de la cual, el siempre participaba, porque era un hecho que por un amigo en problemas se hace lo que sea necesario y bajo esta ley de la calle se amparaba para solicitar la ayuda que necesitaba. Una vez culminado su llamada a sus camaradas, giro su mirada hacia mí.
-Qué es lo que te han robado? – preguntó –
-Mi celular y 15 soles. – respondí –
-Que marca de celular?
-Sonic Xperia de color negro.
-En qué lugar te robaron?
-A dos cuadras de aquí.
-Ok vamos.
Se detuvo en el lugar que le señale y le explique detenidamente todo lo ocurrido. Fui interrumpido por el ringtone de su celular que curiosamente era el soundtrack de la película el padrino, fui tentado por las ganas de reírme, sin embargo desistí por la seriedad del asunto, como cuando un familiar o amigo tropieza en medió de la calle y uno aguanta la risa por compasión o respeto, nótese que no utilice la palabra empatía. Acordó con sus camaradas un punto de encuentro y fuimos en busca de una de sus primos quien trabajaba a 10 minutos del centro de Ica, mientras íbamos al encuentro de su primo, buscábamos a la banda de los 8 occipucios que me robaron en los alrededores del punto del hecho ilícito, pasamos despacio por la plazuela Francisco Bolognesi, mi sorpresa fue grande al ver que en el medio de la plaza se encontraban los 8 gañanes.
-Ellos son? – Pregunto el papá de Dante –
-Si, si, si ellos son – Respondió Dante –
-El grande de capucha blanca es el líder – Confirme –
-Valla que son muchos y que campantes están, se ve que son chibolos – Concluyo el padre de Dante –
Seguimos nuestra ruta hacia la empresa donde trabajaba su tío, mientras recorríamos las calles, el padrino quien mascaba chicle tranquilamente, entretanto meditaba profundamente el proceder de su plan, llegó a la conclusión que el éxito de su objetivo dependería de la víctima del hecho y fue así como Dante se convirtió en el reemplazo de mi infortunio, ya que siendo su hijo y sobrino de su primo, él tomaría mayor apremio el recobrar los objetos vejados.
Él tío de dante escucho todo lo ocurrido y luego dirigiéndose a Dante dijo:

-Ta que eres la fregada Josimar. 


Jaime Antognolli Lavarello Pacheco

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Jaime Antognolli Lavarello Pacheco

Avenida San MartínWhere stories live. Discover now