Parte 1: EL ROBO

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Caminaba de regreso a casa, eran aproximadamente las 12:30 de la noche, transitaba por la avenida San Martín junto a mi compañero de estudios, quien me platicaba anécdotas de su precoz vida, cruzamos la pista y pasamos junto a una tienda de muebles, observe el vidrio transparente que me mostraba los artefactos y a su vez el reflejo de mi rostro, pensé en lo que me había ocurrido a principios de este año y creí que era un buen tema para comentar y así lo hice, y quizás ahora me arrepienta de haberlo hecho, ya que creo en la ley de la atracción y hablar sobre lo que me aconteció solo podía llamar a todo lo que me termino ocurriendo en esta noche.

– Dante, alguna vez te han robado? – pregunté –

– No te acuerdas que te conté que me robaron, después de dejar a Angie en su casa, y luego llame a mi papá para recuperar mis cosas; el celular, la billetera y el audífono, y por desgracia termine acusando a un sujeto que bebía en una esquina con sus amigos y acabaron dándole una golpiza y al final no era uno de los que me habían robado.

– Si ya me acorde, pobre sujeto.

– Si!

Dante siempre se lamentó haberse equivocado de sujeto, tanto así que le afligía contar ese suceso, trate de solidarizarme con él y le conté una experiencia similar.

– En una oportunidad, venia caminando entre una doble vía, por Plaza Vea y la empresa de seguridad Hermes, con un amigo de mi antiguo trabajo, de repente dos sujetos se nos acercaron intempestivamente, cuando giré a la derecha para ver a mi amigo, grande fue mi sorpresa al ver que no estaba, diez pasos atrás, escuche su voz sugiriéndome que corriera, sin embargo ya era demasiado tarde, los sujetos me amenazaron verbalmente con sacar un arma, que quizás nunca existió, pero eso basto para darles mis pertenencias, el celular y la billetera.

– Y porque no corriste? – pregunto Dante –

– Es que, estaba muy distraído recitando un poema de Arthur Rimbaud

– Haber recítalo.

Estuve a punto de comenzar a recitar el dichoso poema, cuando de pronto Dante y yo divisamos a lo lejos, dos siluetas que se formaban, uno era una figura obesa y cuadrada, la segunda figura era de un tipo alto y delgado. Dante cambio de lugar y se colocó al borde de la vereda, presagiando la tragedia, mientras observábamos que el tipo delgado cogía un pedazo de madera del suelo, era como un trozo de tabla de las cajas de frutas, y se acercaban mientras nos miraban fijamente.

Todo fue demasiado rápido, solo recuerdo que el sujeto obeso me cogió del brazo, mientras Dante se echó a correr, y yo pregunte cual era el problema, luego 6 de sus acólitos me rodearon y sin darme cuenta ya estaba en el suelo, aunque creo que fue un reflejo mío, me despojaron de mis objetos de valor, entre ellos mi celular, mi billetera, que por cierto no podían sacar de mi bolsillo trasero porque tenía puesto el botón, ofrecí ayudarlos ya que uno de esos occipucios ya estaba intentando sacarme las zapatillas, les pedí que me dejaran el DNI, ya que es tedioso sacar uno nuevo y también porque podrían utilizarlo para sembrarme en uno de sus atracos, me sorprendió y se ganó mi respeto uno de ellos que abogaba por mí y solicitaba que pararan y me dejaran ir, dejaron mi billetera en la acera y una moneda de diez céntimos con ironía impetuosa y se echaron a correr.

Me pare del suelo, me sacudí la parte trasera de mi pantalón, recogí mi zapatilla del suelo y me lo puse en mi pie descalzo, alce mi billetera y el sarcástico dinero que me dejaron, mire al cielo, suspire profundo y me fui caminando tranquilamente hacia mi nervioso compañero, quien me pregunto si me habían golpeado, respondí que no y me llevo a pedir ayuda, en mi mente pensaba en el consejo de mi padre el cual nunca seguía, y pensaba en ese sujeto que pedía a sus compañeros que me dejaran, que no me robaran y me identifique enormemente con él. 

Avenida San MartínWhere stories live. Discover now