41 parte

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El impulso hizo a mi cuerpo entrar hasta que el interior del edificio me envolviera. Advirtiendo que ya estaba dentro. Un poco por costumbre y un poco por valentía. Al mismo tiempo, me figuraba la cara palidecida de Miguel cuando entrara por esa puerta, pero eso no impedía que un miedo recorriera mi estómago, lo supe  pues comprendía la respuesta física de mi cuerpo ante el estrés que provocaba pensar en ello. En un último esfuerzo abrí la pesada puerta de vidrio que transparente me dejaba ver a Lucía sentada escribiendo. Luciendo decepcionada, y por primera vez en la vida observé en ella un posible hastío por el trabajo. Aquella actitud me desconcertó,  aumentando mi dificultad para presentarme frente a un escenario como el que estaba al poco tiempo de enfrentar. Tan distinto a la tranquilidad que caracterizaba mi anterior posición en la vida.

Fue un alivio no rastrear ninguna señal de Miguel. Sin embargo, mantener la confianza de que tal consuelo iba a perdurar algo más era solo crear una falsa quietud. No tardaría en aparecer sobre el mismo suelo que pisabamos Lucía y yo.
Hice de la silla opuesta al escritorio de Lucía mi asiento permanente, por lo menos hasta que elevara su cabeza para quedarse en silencio un buen rato y restringirse de todo acto excepto observarme, que parecía ser lo único que hacía con gusto pleno.

—Lucía. Puedo explicartelo todo  —Me apresuré a decir.

—¿Y qué debería escuchar? Desapareciste de la nada ¿Qué sucedió? No llamaste, no regresaste a casa de Aida. Si no puedes confiar en mi, me temo que tendré que quedarme con aquella borrosa versión de la cual todos están hablando.

—¿Qué dicen? —Actué con asombro por la noticia de que existía una versión paralela a lo ocurrido.

—Que escapaste con alguien. Un muchacho   —Contestó de maneria seria, como la actitud que había tomado durante la mayor parte de la conversación.

—No fue lo que realmente sucedió. Jamás dejaría de estar presente a una celebración tan especial para ti para escaparme con un hombre.

—¿Entonces qué es lo que Miguel y los otros vieron?

—¿Miguel? ¿Hablaste con él? Ya estoy comprendiendo las cosas.

—Fue unos de los últimos que te vió. Todo coincidía con el relato del conserje.

—¿Qué te dijo?

—Ese no es el punto ¿Es eso verdad?

—Pero no es como todo el mundo piensa. Tu no sabes qué sucedió en realidad.

—Entonces es cierto —Dijo demostrándose así misma que tenía razón.

—Hay una explicación, pero no sé si pueda decirlo.

—Debo confesar que no creí que fueras capaz de hacer algo así.

—Y no lo fue  —Le contradije de inmediato.

—Creí que te quedarías pero supongo que tuviste algo más importante que hacer.

—Lucía ¿Qué escuchaste? ¡Dime por favor!

Exclamé en voz alta y desesperada. Me di cuenta de lo que había hecho. Levantarle la voz a Lucía no había sido una buena idea y de esta forma, se levantó fria del asiento, con sus ojos fijos en la nada pero a la vez tambien en mi. Así caminó hasta la puerta preparándose para dejar la oficina, dejándome a punto de sollozar por la rabia de no ser comprendida. Pero me contuve, como había aprendido a hacerlo.

—Tenía preparado un anuncio importante que requería en especial que estuvieras presente. Pero fue una decepción.

—Lucía, no sé que te dijo Miguel pero no es verdad. El hombre del que tanto te refieres no es en realidad  el que tu conoces.

—Quizás porque aquel muchacho tenía un extraño parecido a...  Luis miguel.

Se tornaron en sus ojos un brillo estremecedor. Qué era aquello que tanto quería mostrarme en la fiesta  y cómo era posible el descaro de Miguel al inventar todo eso. Esto era injusto, todo era injusto. Por su culpa Lucía no me creía, maldije su nombre unas cuantas veces para luego sentir cómo brotaban lágrimas frustadas que sequé al segundo siguiente por orgullo y para sacar ánimo de donde no existía.

Después de un tiempo considerable, las visagras volvieron a sonar, abriendo la pesada puerta. Con actitud prepotente y de inclinación siniestra, Miguel había hecho su entrada. Tal como había sido los últimos días en que había tratado con él. Ahora no comprendía el poco discernimiento y la falta de atención por parte de Lucía ante las señales que Miguel daba. Quizás por ser un actor increíble.
No estaba de más que hasta el momento de la fiesta, me había dado cuenta de lo fácil que era engañarme. No obstante, también había sido peviamente advertida. Luis Miguel había sido claro respecto a su juicio y por primera vez, su razonamiento significaba una verdad absoluta. —Pobre Lucía— pensé. No tenía idea a quien le había cedido parte en su empresa.

Por todo esto ¿Debía decir lo que realmente había pasado en aquella noche? conociéndome lo hubiera dejado pasar de una manera inimaginable ante mis ojos. Los conflictos no eran lo mio. Entonces ¿Para qué querría provocar yo uno y mucho más complejo?
Este era mi pensamiento hasta que vi en Lucía la consecuencia de no decir la verdad. Para nada valía más su relación con Miguel que la mía y procuré, cuando las circunstancias fueran favorables, decir con detalle lo que había ocurrido en realidad. Ya nunca más silencio, ni callar.

—Qué sorpresa... —Su voz más grave habló.  Ni siquiera esforzando asombro, pues sabía que de todas formas, era una frase de gran contenido irónico.

—Aléjate de mi —Me apresuré a decir a la defensiva.

—Tranquila, no sabía que te generaba tanto miedo.

—No te tengo miedo, te tengo asco. Un profundo asco.

—¡Pobre de aquellos que tienen tu desprecio! —Exclamó con sarcasmo— Debe ser horrible ser uno de ellos.

—Tienes razón, no debería gastar mis energías con alguien tan miserable. No valdrá la pena para cuando sepan quien eres en realidad.

—No te esfuerces _____. A nadie puedes convencer, ni siquiera a Miky —Sonrió satisfecho por estar seguro de su discurso — Pero ¿Qué te trae por aquí? Pensé que ya no vendrías.

—Te equivocaste, y por mucho. Yo no me iré. Tú te irás.

—Yo no estaría tan seguro. Han pasado dos días y ¿Qué has hecho al respecto? ¿Tienes miedo de que le pase algo a tu noviecito?

Todos iban a tener conocimiento del verdadero Miguel, por muy vengativo que mi plan sonara. Me asombró la verdad de saber que me había ganado un enemigo de carne y hueso, real.
Miguel ojeó que nadie estuviera escuchando la inusual conversación que se estaba allí dando. Por lo menos algo de recato le restaba ante lo que la gente pensara. Qué gran punto débil había descubierto. El qué diran podía ser tu enemigo más fuerte. Y aunque Miguel no lo demostrara, en efecto, era el suyo.

Se acercó e inclinó a la altura de mi cabeza para hacer saber que algo susurraría. Lo hizo con precisión, seguridad en lo que quería expresar. Entonces supe que estaba tratando con un psicópata de verdad.

—No hay mucho que puedas hacer porque, me temo que quien está en desventaja es otra persona. —Bajó su mirada hasta mi boca para luego regresar lentamente — Y ¿Sabes algo? ese nunca soy yo.

Miguel relamió sus labios y erguido, pocisionó sus manos dentro de sus bolsillos. Luego, pareció escanearme de cuerpo entero antes de avisar su salida. El resto de tiempo lo observé paciente ¿De qué serviría que lo atacara de nuevo? Lo único que tenía planeado Miguel era provocar. Y coincidía en lo único que podría hacer después de esto.
Observé a mi alrededor para darme cuenta de que estaba sola en esto. Y lo peor de todo es que ni siquiera había sido mi búsqueda el atraer problemas.

Luis Miguel

Su nombre apareció en medio de la necesidad de una respuesta a tal causa. De pronto recordé las numerosas veces que le había dicho en su cara lo complejo que era participar de su mundo. Era tan fácil culpar a otros. Pero estaba convencida de que, esto no había sido por mi error. Volvía a mirar a mi alrededor y no había otro nombre en cual reposar la culpa de mis desgracias. ¿Acaso era él, la raíz de mis múltiples problemas?











Como me mata tu mirada - Luis MiguelWhere stories live. Discover now