Capítulo 1.

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Froté mis manos cubiertas de jabón con fuerza antes de meterlas bajo el chorro de agua. Observé como la sangre se mezclaba con el líquido incoloro y abandonaba mi pálida piel. Me sequé con una pequeña toalla y la devolví a su lugar.

--Daisy. --La voz de mi madre detrás de mí me hizo girar para verla a los ojos--. No puedes decir ni una palabra de esto a nadie --advirtió con sus ojos rudos fijos en mí.

Asentí con la cabeza porque era lo único que podía hacer. Mi voz no abandonaba mi garganta por más que lo intentara y mis pulmones solo tomaban el aire necesario para sobrevivir.

Mi madre se alejó en dirección a su habitación y apenas la perdí de vista me encerré en mi recámara. Me puse mi pijama más cómodo antes de ocultarme bajo las mantas de mi cama.

No podía dormir, nadie podría hacerlo en mi lugar. Esa noche no era como las otras. A lo largo de mis dieciocho años de vida había sido testigo de las muchas atrocidades e injusticias que pueden suceder en un hogar, si es que cuando ese tipo de cosas suceden se le puede seguir llamando hogar.

Desde que tenía uso de razón las discusiones entre mis padres alcanzaban un nivel superior de violencia del que muestran en las películas de familias felices. Tal vez era porque todos éramos infelices.

Recordaba esconderme debajo de mi cama cada vez que sus gritos superaban el grosor de las paredes y llegaban a mis oídos. Todas las noches los alaridos de dolor de mi madre al ser golpeada hasta el punto de desmayarse me atormentaban.

En esas oscuras y solitarias madrugadas, mientras me refugiaba bajo mi camastro intentando escapar del dolor, sentía una presión asfixiante en el pecho, una presión que aumentaba a cada anochecer. Mi pequeño oso de peluche era lavado casi todos los días debido a que se había convertido en mi paño de lágrimas y mocos, pero con el pasar del tiempo dejé de llorar. Dejé de sufrir sonora y expresivamente para hacerlo en silencio y en mi interior.

Mientras por dentro perdía una batalla y una parte de mí moría cada noche, por fuera me hacía más fuerte. Así sobreviví todos esos años, muriendo poco a poco y perdiendo partes importantes de mí, hasta que no quedó nada.

A la vez que mi frialdad aumentaba, el odio de mi madre por mi padre también lo hacía. Aguantó con fuerza los ataques, pero llegó el punto en el que no pudo más, y esa noche era ese punto.

En ese momento donde mi padre se disponía a darle su ración diaria de golpes, mi madre se rebeló. Huyó de él por toda la casa y a pesar de que tuvo miles de oportunidades para irse, no lo hizo. Alegaba que su razón para quedarse era yo, pero la verdad no se puede ocultar cuando la mentira es tan grande. La sed de venganza era el verdadero motivo por el cual se quedaba. Después de tanto sufrimiento y tormento, no quería dejar vivo, o al menos completo, al hombre que le había hecho tanto daño.

Corrió hasta la cocina y agarró de un cajón el cuchillo más grande y filoso que había. Sin vacilar, clavó su arma en el cuerpo de mi padre hasta que lo cortó en varias piezas. Incluso cuando ya no quedaba ni rastro de vida en los ojos de su opresor, en ese momento convertido en víctima, siguió disfrutando de los chorros de sangre que salían de cada corte nuevo.

¿Dónde estaba yo? ¿Por qué tenía tantos detalles? Durante el sangriento suceso estuve en el salón, observando la escena que montaba mi madre y de vez en cuando la película de terror que pasaban en la televisión.

Una vez terminada la masacre, ayudé a la asesina de mi padre a enterrar su cadáver en el patio trasero, o al menos las piezas irreconocibles del hombre que me cuidó toda la vida. Después de eso me quedé observando su tumba con melancolía, pero fui incapaz de derramar una sola lágrima.

A pesar de ser violento con mi madre, conmigo era el hombre más cariñoso del mundo. Me llevaba de paseo, a jugar, me compraba dulces y juguetes, pero, sobre todo, me daba consejos útiles para la vida.

En cuanto a la mujer que debía protegerme...con el tiempo se fue volviendo seca y tajante conmigo. No me acariciaba o demostraba cariño, incluso evitaba el mínimo roce con mi piel.

No sé cuánto tiempo estuve centrada en el lecho de muerte de mi padre, solo recuerdo que cuando entré, la mayor parte de la sangre derramada ya no estaba. Mi madre se encontraba sentada en la mesa de la cocina con una sonrisa de satisfacción en su rostro y una cerveza en la mano.

Con toda mi fuerza de voluntad limpié el resto de la sustancia roja ante la atenta mirada de aquella mujer. Me gustaría decir que sentí dolor por la repentina muerte de mi padre, pero eso sería mentir. El único sentimiento que me torturaba era la falta, el vacío.

En cierto modo él era la única parte de mí que me mantenía cuerda, con vida. Era mi salvavidas, lo que me impedía hundirme y ahogarme. Sin él, ya no era nadie, ya no tenía razones para seguir viviendo.

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Holi cositos

Esta es mi primera historia corta y espero que les guste.

Es un poco terrorífica pero se pone buena, lo prometo.

¿Que les ha parecido el primer capitulo?

¿Que creen que sucederá?

Déjenme en los comentarios sus opiniones.

Besitos 💋💋💋

HomicidaWhere stories live. Discover now