DIEZ

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Los hechizos sanadores y las pociones consiguen eliminar por completo cualquier herida, externa o interna, que haya sufrido un ser vivo. He escuchado historias sobre hechiceros a punto de morir que han sido salvados gracias a ellos. No hay nada que la magia no pueda curar. Nada físico, al menos.

La alquimia es diferente. Los ungüentos del capitán solo ayudan a que las heridas no se infecten. Jungsoo me trajo un pequeño bote de cada para que yo mismo me los untara cada mañana al despertar y cada noche antes de irme a dormir. Así que lo he hecho durante una semana, esperando que los arañazos de la sirena y la quemadura del tentáculo desaparecieran. Pero esto no ha pasado. Ahora ambos están totalmente curados, ya no duelen cuando los toco, pero siguen ahí y van a seguir hasta que me incineren. Cicatrices en mi pierna y en una línea gruesa y rojiza recorriendo mi brazo. Nunca pensé que tendría más marcas a parte de la espiral en el abdomen.

La magia no quema. La marca del hechizo de transportación fallido es eso, una marca. No fue curada porque mamá se negó a hacerlo como castigo. El capitán dijo que parece un tatuaje y la verdad es que podría hacerlo pasar por eso si quisiera, pero con las nuevas no puedo decir lo mismo. Cualquiera se daría cuenta de que miento. Tengo que aceptar que esas son las consecuencias de vivir aventuras. ¿Qué esperaba, mantenerme intacto para siempre?

Ahora soy parte de una tripulación pirata.

Además, no son tan feas. Las de la pierna apenas se ven con los pantalones y las botas, pero tener una línea que sale de debajo de la manga de la camisa y termina en el índice no está tan mal. Ningún hechicero puede presumir de tener una quemadura.

Me observo en el reflejo de la bandeja, moviéndome hacia un lado y hacia otro, estirando el brazo y volviéndolo a doblar. Con la camisa arremangada tampoco queda mal. Me recorre el codo y luego sube por mi muñeca. Saco la varita y apunto con ella hacia mi reflejo. Se me escapa una carcajada.

—¿Eso es lo que haces cuando te toca lavar los cacharros?

Doy un brinco y me giro con la varita en alto. La última persona a la que esperaba ver en la cocina levanta las manos. Tiene grandes ojeras que se estiran por debajo de sus gafas y el cuerpo lleno de vendajes que ayudan a que su cuerpo absorba mejor los ungüentos. Guardo la varita al instante.

—¡Kibum! —grito, y corro hacia él con los brazos preparados. Me freno a mí mismo justo antes de abrazarlo. No quiero hacerle daño.

Si bien el encanto de las sirenas lo ayudó a no morir bajo el agua, una vez volvió a la superficie cayó en un sueño del que nadie sabía cuándo iba a salir. Nadie ha vuelto nunca del nido de las sirenas. Los chicos y yo nos hemos encargado de no dejarlo nunca solo, le hemos cambiado los vendajes, le hemos dado baños con agua templada y lo hemos alimentado con papillas y agua. Hemos trabajado en equipo durante los últimos siete días para que estuviera lo más sano posible dadas las circunstancias.

No obstante, se nota que está cansado y dolorido incluso cuando se ríe. Baja las manos hasta mis hombros y tira de mí para ser él quien me abraza.

—Cuidado —me tenso, intentando tocarlo lo menos posible.

Él me aprieta como respuesta. Muy fuerte.

—Gracias —murmura.

—No ha sido nada —le acaricio la espalda, despacio—. Los chicos y yo nos hemos ido turnando.

—¿Qué? No, Donghae, no me refiero a eso. Kyu me lo ha contado todo.

—¿A qué te refieres?

—¡Donghae! —me empuja sin quitar sus manos de mis hombros. Sus ojos cansados se clavan en los míos— No estaría aquí si no hubieras insistido en que teníais que salvarme. ¿Sabes cuánta gente ha vuelto del nido de las sirenas?

En busca de Talasa [EunHae +18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora