EPÍLOGO

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Clavo mis uñas en sus hombros con desesperación, igual que él clava las uñas en mi trasero. Mi cuerpo sube y baja, haciendo cada vez más difícil que sus labios y los míos se amolden en un beso.

Al final me doy por vencido y echo la cabeza hacia atrás. Su boca aterriza en mi cuello, que muerde y chupa como si no hubiera dibujado ya su propio mapa por todo mi cuerpo. Chillo. Salto más. Y el sillón de mi habitación gime bajo nuestros cuerpos, haciendo eco de nuestro placer.

—Hy-Hyukjae —suplico—, ya... ya...

—¿Cosquillas?

Asiento efusivamente. Lleva su mano a mi miembro y lo sacude tan rápido como mis caderas se mueven sobre su regazo. Apoyo las manos en el respaldo del sillón para aguantar más. Pero no hay manera. Las cosquillas me dominan y un gritito escapa de mis labios mientras me vengo sobre su abdomen.

Otro mientras me deslizo hacia delante y tanto yo como él y el sillón caemos en la habitación de al lado. Jungsoo se cruza de brazos al vernos.

—¿Otra vez?

Me ruborizo más, si es que es posible.

Puede que aquella vez en la que no sucedió nada pensáramos que ya controlaba mis poderes durante el orgasmo, pero no podíamos estar más equivocados. Resulta que ahora ya no causo catástrofes ni creo niebla de la nada, lo cual es un alivio, pero sigo haciendo cosas raras. La última vez Hyukjae y yo aparecimos en el mar y nuestra amiga sirena tuvo que salvarnos de morir ahogados. ¿Habría algo más vergonzoso que morir con el pene de mi novio todavía dentro?

Al menos esta vez solo hemos atravesado la pared.

—Pe-perdón.

Él sale de mí rápidamente. Me levanto y atravieso la pared de vuelta a mi habitación. Segundos después veo a Hyukjae entrar, cubriendo su cuerpo desnudo con el sillón. Ninguno de los dos puede evitar echarse a reír.

—Deberías ponerte el anillo —dice mientras deja el sillón en su sitio. Golpea la pared para asegurarse de que vuelve a ser dura— Me encanta darte tanto placer que conviertes los lápices de los chicos en gominolas, pero transportarme a otros lugares con el culo al aire...

—Lo sé. Pero es que... bueno... digamos que me equivoqué de bolsa cuando estuvimos con papá la semana pasada.

—¿Qué?

Se detiene con un trozo de papel en la mano. Me rasco la nuca, avergonzado, y me inclino sobre la cama.

—Dejé el anillo en la bolsa equivocada después de hacerlo en la clase de pociones... ¿Te acuerdas?

Le escucho gemir a mi espalda. Desliza el papel entre mis nalgas para limpiarme y, entre eso y el recuerdo de mi cuerpo yendo y viniendo sobre la mesa de Siwon, creo que empiezo a endurecer otra vez.

—No olvidaré eso jamás.

—Yo tampoco —me muerdo el labio—. Pero... sí que olvidé que mi bolsa es diferente a la de papá y, claro, él no sabe para qué es el anillo y me da vergüenza explicarle por qué lo necesito de vuelta.

—Puedes decirle que te lo regalé yo —me besa la espalda baja—. No es mentira, al fin y al cabo.

—¿Y si cree que me has pedido matrimonio?

—¿Con un anillo de metal?

—Ya sabes cómo es papá. Desde que volvimos a encontrarnos hace tres años, solo quiere que nos casemos y adoptemos. No sé cuántas veces debo repetirle que ya hemos intentado hablar con esas mujeres, pero su lista de espera es más amplia que el océano.

En busca de Talasa [EunHae +18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora