Capítulo 47

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Kaiden no se marchó a su casa en ningún momento de la tarde del sábado. Aún permanecía en mi propio apartamento, cediéndole toda su atención a mi hermana pequeña, quien se ponía a chillar con la más leve insinuación de mi parte sobre que Kaiden se largara de una vez por todas.

No, la niña ya se encontraba perdidamente enamorada de mi fastidioso vecino. Y Kaiden, obviamente, se ponía de su lado en cada berrinche sólo para fastidiarme todavía más. Pero, después de lo que había ocurrido en la cocina, no tenía las fuerzas para anteponerme a la situación. La oportunista de mi hermanita había encontrado el momento indicado para quitarme toda compostura y autoridad en cuanto había ingresado a la cocina con aquel dibujo controversial entre sus manos; dibujo que creía que había dejado enterrado en el fondo de mi mochila. Pero, claro, dejar a Cass sola por varios minutos causaría catástrofes; ya lo suponía yo. Incluso si una de ellas era husmear entre mis cosas por aburrimiento y terminar encontrando aquello que tanto deseaba ocultar.

En aquel momento, eran cerca de las ocho de la noche. Debía darle a Cassie algo de cenar y pronto debería acostarla. Estaba sopesando las opciones mientras veía cómo Cassie le mostraba a Kaiden cómo dibujar un árbol, de la misma manera en que le enseñé yo más temprano.

Aquello, inevitablemente, me provocó una sonrisa. Y luego la reprimí, al mismo tiempo que me dirigía a la cocina para preparar la cena.

Kaiden parecía llevarse muy bien con mi hermana. Desde que le había conocido hoy por la tarde no se había apartado de su lado, exceptuando aquellas horas en las que estuvo consiguiendo la tarta de chocolate que descansaba paciente dentro de la nevera. Él le había prometido que regresaría y así lo hizo, sorprendiéndome por sobre todas las cosas. Realmente era innecesaria su presencia, principalmente al conocer sus hábitos y compañías recientes. La imagen de la muchacha rubia del jueves volvió a presentarse en mi cabeza, como una burla. Apreté los dientes y procedí a tomar los trastos para preparar una cena decente.

El sonido de éstos al entrechocar debió ser estruendoso, porque oí cómo unas pisadas profundas se acercaban hacia mí.

—¿Qué planeas? ¿Cocinar otra tarta? ¿No fue suficiente con el primer intento fallido? —inquirió la voz de Kaiden, desde el umbral de la puerta de la cocina.

Me volteé en su dirección, fulminándolo con la mirada.

—¿Sabes? No tienes por qué estar aquí, Parker. Nada te está reteniendo, nadie te está obligando a que lo hagas. Así que, ¿cuál es tu plan? ¿Qué quieres?

Le observé cruzarse de brazos. Ante tal acto, sus bíceps se contrajeron. Mi mirada no pudo evitar deslizarse sobre ellos en un descuido. La retiré de aquel punto un segundo más tarde.

—En primer lugar, tu hermana sabe aferrarse a lo que desea con firmeza. Somos un poco similares en ese aspecto —musitó. Le miré con cara de pocos amigos—. Me refiero a que si pongo un pie fuera del apartamento, lo más probable es que se sujete de mis piernas para que no me marche.

—Oh, de modo que lo haces por ella. Muy considerado de tu parte —espeté, sarcástica.

—En segundo lugar —continuó, haciendo caso omiso de mi comentario—, no podría negarme a pasar toda una tarde contigo. Aún si tenemos compañía.

—Ya, seguro —farfullé, llenando una cazuela de agua y poniéndola al fuego.

Kaiden se mantuvo silencioso durante varios segundos, contemplándome mientras efectuaba mi tarea. Que me mirase de aquella forma tan peculiar, tan atenta, me ponía de los nervios. Me hacía sentir como si me encontrara debajo de una lupa gigantesca, como si me encontrara en el estrado de un juzgado esperando por una sentencia. Nuevamente, al borde del abismo sin fondo.

Lo que sangra el corazónWhere stories live. Discover now