Capítulo 76

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Comencé a oír un sonido estridente a un lado de la cama. Un segundo después, oí un ronco quejido procedente de la garganta de Kaiden a poca distancia de mi sitio.

—Thea —murmuró él, contra mi piel—, apaga esa maldita cosa.

—¿Mm? —fue lo único que pude decir en respuesta.

Noté cómo el brazo de Kaiden se extendía sobre mi cuerpo para apagar la alarma de mi móvil, que descansaba sobre la mesita de luz junto al colchón. Luego, su palma extendida reposó sobre mi abdomen. Aún medio dormido, hizo que sus dedos se deslizaran suavemente sobre la piel expuesta.

Aquello me terminó por despertar.

Entreabrí los ojos para examinar la situación. En el dormitorio de Kaiden apenas entraba luz, lo que significaba que apenas estaba amaneciendo. Parpadeé para establecer mi campo visual y comprender qué día era.

Tomé mi celular entre mis dedos. Visualicé la hora: cerca de las seis de la mañana del miércoles. La hora correcta.

Con una leve inspiración, me dediqué a girar la cabeza para mirar al chico que se encontraba a mi lado. Kaiden dormía boca abajo, con uno de sus brazos sobre mi barriga, sus dedos prácticamente enganchados a mi cintura para que no huyera bajo ninguna circunstancia. No era algo que deseaba hacer, de todos modos, pero era miércoles.

No me había perdido un amanecer de miércoles desde que había descubierto aquella impresionante vista en la azotea. Y se trataba de una rutina incluso mágica, motivadora, para transcurrir la semana sin desear darme por vencida en el proceso.

—¿Kai? —susurré, indagando.

No obtuve respuesta. Al menos, no una verbal: él simplemente continuó durmiendo, con su respiración profunda.

Con cautela, me removí bajo su tacto. Inmediatamente él soltó un gruñido.

—Quiero hacer pis —le expliqué, dado que era cierto—. Volveré en un momento.

Me apropié de su mano y me escapé de sus dedos. Una vez que su brazo quedó extendido sobre las colchas, y él no volvió a musitar sonido alguno, me puse de pie de su cama. Me vestí apresuradamente con mi propia ropa y tomé una cazadora que él tenía dispuesta en su habitación todavía sin colgar en el ropero.

Luego de dirigirme al baño para hacer mis necesidades, emergí del mismo en dirección a la azotea. Me coloqué la chaqueta encima de mis prendas y, en silencio, salí del apartamento 3B. Me encaminé hasta el elevador y éste acudió de inmediato cuando llamé.

El trayecto tras ingresar en el mismo fue silencioso y rápido. Las puertas se separaron con un leve tintineo, y entonces puse un pie en la terraza. Cerré la cazadora sobre mi pecho dada la brisa fría que azotaba al edificio desde aquella altura mientras caminaba hasta el borde.

El cielo estaba pintado de un tono azul claro, con leves destellos anaranjados. Y allí, en el horizonte y entre los edificios, se alzaba el sol por el este. Me recliné sobre el borde de la terraza, colocando mis codos sobre la muralla, admirando aquella maravillosa vista. Aún era capaz de robarme el aliento.

No debían de haber transcurrido ni cinco minutos hasta que oí nuevamente el tintineo del ascensor detrás de mí. Confundida, me volteé hasta la caja metálica. Y de ella emanó Kaiden; con el cabello todavía revuelto y ojos soñolientos, vestido con una sudadera roja y vaqueros.

—¿Qué haces aquí? —Inquirí, curiosa— Pensé que dormías.

—Lo hacía —afirmó éste, plantándose a mi lado—. Hasta que me percaté de que te habías ido. Y noté que mi chaqueta no estaba donde la dejé —señaló, observando su prenda en mi cuerpo—. Por lo que sumé dos más dos. No es la primera vez que te encuentro aquí a estas horas.

Lo que sangra el corazónWhere stories live. Discover now