Capítulo 2: "Inicio".

1.3K 114 0
                                    

Martha.

Los disparos de balas suelen dejar cicatrices, causan heridas que sanan desde dentro hacia fuera con lentitud, arrasando con inquietudes desesperantes porque, en ese momento, se desea que todo pase lo más rápido posible. Pero no es así, es frustrante la espera y se llega a catalogar de maldito, a ese pequeño artefacto hecho de pólvora en su gran mayoría, porque de quedar con vida después de un disparo, te das cuenta que el tiempo de recuperación es cruel, es atosigante.

Acaricio la notable herida en mi hombro izquierdo y sonrío. Sonrío porque una bala puede ser maldita para muchos, pero para mí, no es más que una bendición el que haya penetrado en mi cuerpo con el único objetivo de arrebatarme la vida, es una bendición porque gracias a ella continuaré muchos años más de existencia frente a sucesos y anécdotas que no he dado por perdidos, todo lo contrario, me encuentro con más ganas de experimentar sobre los efectos que sé, causará mi presencia frente a determinadas personas.

¿Qué habrá pensado mi adorado ángel ante mi repentina partida? Que fui una egoísta, una inhumana, insensible, que me cansé de luchar por algo que con seguridad iba o voy a lograr. Que hui de esa tempestad que yo misma provoqué, dejándola sola, enfrentando la vida con lo poco que le enseñé, para que fuera fuerte, sin mi compañía. Debe haber sacado muchas conclusiones sin escuchar argumentos. Pero, no tengo edad para caer en las tentaciones de los malos pensamientos cuando la realidad es o puede ser totalmente diferente.

Todo tiene un giro inesperado, hasta la rotación del planeta puede llegar a cambiar. El camino que se tornaba mejor transitado, de momento se me llenó de obstáculos, piedras, maderos, convirtiéndose en algo intransitable, oscuro, donde daba un paso y tropezaba. Si seguía así iba a caer y no me podía permitir derrumbarme cuando se erguía delante de mí, todo un futuro comprometedor. No me permití arrastrar conmigo a aquellos que deberían ser mi horcón, mi sostenibilidad. Me permití adelantarme a los acontecimientos, todo por amor.

El amor puede hacer milagros. Me refiero a ese amor sano, puro, veraz, donde el miedo y la codicia no existe. Ese amor capaz de romper todos los límites puestos en los sentimientos encontrados por el humano, ese amor que quema, que arde ante tanta entrega, que no teme a dejar en libertad. Como ese amor solo hay uno, donde la entrega va por encima de tu propia vida, por encima de tu propio ser y necesidades. Lo das, no esperas nada a cambio, simplemente te entregas a todo y por encima de todo lo que pueda pasar, como lo he hecho por mi hija y por hijas de otras que nunca serán capaz de experimentar lo que es poner en peligro a alguien a quien le debes tú tranquilidad, tu felicidad. Me permití adelantarme a los acontecimientos, porque ya es hora de regresar, de mostrar que, si existe la fuerza de voluntad y que, si hay motivos suficientes para decir Hola, gracias por esperar.

Acaricio los sobres que he puesto encima de la cama, muchos que nunca me atreví a mandar, otros que aún no tienen destinatario. Observo aquellas cuatros paredes, las cuales estoy a minutos de abandonar y dejo que mi mente retorne unos cuantos meses atrás, detalles que aún marcan un futuro incierto, pero una mirada al pasado puede hacerte pensar en cómo dar los siguientes pasos.

DOS AÑOS ATRÁS.

—Hola Guillermo —saludo al abogado que ha movido algunas piezas por mí en este traslado repentino de ciudad y se ha tomado el favor de llegar a recogerme al aeropuerto por donde hemos llegado mi hija Julia y yo.

—¡Martha! Cuanto tiempo.

Muy eufórico su saludo para mi agrado, mientras más alegría muestran en un saludo, más hipocresía suele haber en él. Los sentimientos se reflejan en la mirada y en la de este hombre no hay más que responsabilidad laboral que conlleva a un compromiso que pasa por encima de la ética que este requiere, porque ya es personal.

—Mucho diría yo, Guillermo. Ya nos pondremos al corriente de todo en su momento. Te presento a mi hija Julia.

Observa a la joven que se encuentra al lado derecho de mi cuerpo, Julia observa al hombre con determinación, sin expresar agrado en ninguno de sus gestos, río en mi mente, ojalá lo recuerde en un futuro, suele ser muy olvidadiza con lo que no le importa y este es uno de esos casos.

—Un gusto conocerla señorita Julia —saluda el mayor de los tres, estrechando la mano de mi hija y la observo retadoramente, ha heredado dos caracteres que mezclados son capaces de crear una bomba atómica.

—Igualmente señor —más nada, realmente encontrar educación en ella, solo cuando se esfuerza un poco.

Luego de los acostumbrados y comunes reencuentros entre amistades o compañeros de estudios, nos dirigimos hasta la casa que había logrado comprar, intentando impresionar a una joven que pensará horrores de su madre por malgastar tanto dinero en un hogar que solamente vivirán dos personas. Pero, ella es lo único que tengo y a la que le entrego todo sin poner límites ni dimensiones. Solo espero que se dé cuenta de ello y comprenda que su comodidad y felicidad va por encima de todos mis planes, que ella lo merece todo, sin importar el precio a pagar por ello.

—Exageraste con la casa mamá.

—Así tienes más espacio hija —observa todo a su alrededor.

—Eso sin mencionar los costosos muebles y cuadros que estoy viendo. ¿Dónde quedaron los que teníamos en la antigua casa?

—Algunos los vendí cariño, otros están en otras salas.

—¡Los libros! ¿También los vendiste?

Sonrío ante su arrebato de euforia, no me atrevería a vender ninguno, discutir con ella es una batalla que siempre voy a ganar y eso en mi vida es perder poco a poco la guerra.

—No, esos están ordenados en la biblioteca como a ti te gusta.

—Gracias.

—Bienvenida a tu nuevo hogar —hago una reverencia y la escucho reír.

—¿Eso no es lo primero que se dice tras entrar a una casa?

—Si, pero conmigo todo es distinto y lo sabes.

—Algo que amo de ti mamá.

—Espero que te adaptes pronto a este drástico cambio —me le acerco y dejo un beso en su frente.

—Trataré de hacerlo.

Recorro la casa en silencio, perfecta ante mis gustos escogidos para ella, es un error mío escoger algo sin preguntar antes, pero solo soy una madre que quiere lo mejor para su hija y daría lo que fuera por ello.

En el eco de tu mirada. Onde histórias criam vida. Descubra agora