Capítulo 36: "La boda" (1ra parte).

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Martha:

Seis meses después.

—Permiso.

Abro la puerta. Me le quedo mirando. Es verdaderamente preciosa, la sonrisa en sus labios es perfecta, todo a su alrededor es brillo y me dejo iluminar por él. El sentimiento sincero en su mirada, el resplandor natural que desprende su persona es lo que necesito en mi vida para ser feliz, para poder vivir en paz.

—¡Llegaste!

Su alegría me enreda con la euforia de vagar libremente hasta sus brazos y protegerme de mis dudas. Solo ella sabe cómo hacerme sentir bien, únicamente con su presencia, con pocas palabras.

—Oh, por dios, es tu madre Julia —el joven que peina su cabello se ha quedado embobado mirándome, le regalo una sonrisa y me acerco más a la pareja.

—Si Carlos, es mi madre. Mamá, él es Carlos, sé que su cara nunca se te olvidará.

—Tal vez por lo que le sucedió, me refiero a la bofetada que le proporcionaste.

—Ni recordar eso, que vergüenza —sonrío y me acerco a mi hija, sus ojos brillan.

—No llores que estropearas el maquillaje, querida. Sé que llevaban días sin verse, pero las lágrimas las dejan para otra ocasión, no echarás a perder mi trabajo, Julia.

—Gracias Carlos. Hola mi amor.

Julia corre a mis brazos y la recibo, gustosa de tenerla entre ellos, mostrando todo el amor que hay en mi ser para su persona, todo lo que hay dentro de mí pertenece a ella, sin importar cantidades.

—Mamá.

—Ya estoy aquí cariño, nunca me perdonaría si falto a unos de los días más importante en tu vida. Además, te tengo que llevar del brazo hasta esa señorita.

—Si Verónica te escucha. ¿Alguna vez pensaste en este momento?

—No, pero luego de verte con Verónica, estaba ansiosa porque llegara el día. Supe desde que la vi, que ella es la indicada. Demostró amarte y necesitarte, eso para mí, como tu madre que soy, vale mucho. Se merecen todo lo bueno de este mundo que cada día está hecho más mierda. Cuídala Julia, esa mujer ve por tus ojos.

—Y yo por los de ella mamá.

La observo completamente, el diseño del vestido blanco que trae puesto es exclusivo para ella, me encargué personalmente de ello. Su escote bastante pronunciado, la hace ver distinta, muy llamativa, creo que exageré un poco en eso. Su cintura estrecha, sus largas piernas, llevo mis ojos hasta los suyos y clavo mi mirada en ellos, sonrío, orgullosa de la mujer que es mi hija.

—Si no fueras mi madre, juraría que quieres quitarme la ropa.

—Solo admiro mi creación, estás bella.

—Usted no se queda atrás señora Martha —habla el joven que se había mantenido en silencio.

—Gracias jovencito.

—Mamá —se acerca y deposita un beso en mi mejilla—, gracias.

—¿Por qué cariño?

—Por enseñarme a crecer fuerte, sana, con inteligencia, por todo lo que has hecho por mí y por todo lo que estás dispuesta a pasar por que yo esté bien —sus ojos se empiezan a cristalizar.

—Te amo mi amor, pero no llores, no quiero tener problemas con tu maquillador, luego de la ceremonia hazlo, pero ahora no.

—Está bien, es que me emociono.

En el eco de tu mirada. Where stories live. Discover now